“Durante el primer período del franquismo las mujeres tenían prohibido trabajar, eso es una anomalía histórica porque las mujeres siempre han trabajado en todo, en los mismos oficios que los hombres pero por la mitad de salario. Y no es una invención, existen miles de documentos que referían la labor de las mujeres en todo tipo de trabajos”, sostiene la investigadora arabarra Isabel Mellén Rodríguez, historiadora, profesora de la UNED y divulgadora especializada en el arte románico alavés y en el papel desempeñado por las mujeres durante la Edad Media en los ámbitos de la cultura y del patrimonio artístico.
“El franquismo fue el cúlmen a nivel estatal de un proceso de eliminación progresiva de los derechos de la mujer medieval que se iniciaron con Alfonso X El Sabio y la recuperación del derecho romano tan perjudicial para las libertades de la mujer y que continuó con la Restauración y especialmente con la Ilustración que dilapidó el papel de la mujer, aunque curiosamente soslayó las libertades de las que gozaba en un Edad Media que a los ilustrados no les hacía gracia”, mantiene la autora del libro Tierra de Damas en el que desde una perspectiva de género se encarga de recuperar a mujeres, de la nobleza, sí, pero mujeres, que simplemente “fueron ocultadas”.
Mellán dejó ayer impresionados a los asistentes a la iglesia de San Nicolás de Bari en Pobeña –el templo se quedó pequeño– donde departió sobre su investigación sobre el papel que tenían las mujeres en relación con el románico y con las iglesias románicas que se erigían en el País Vasco.
“Primero, hablan las propias imágenes que tenemos en las iglesias, que están plagadas de damas, también de nobles por supuesto, pero todo aludía a una clase social, la nobleza, y luego por otro lado la documentación. Todo eso me permitió llegar a la conclusión de que realmente quienes habían favorecido, creado, construido... habían puesto su dinero para hacer esas iglesias habían sido sobre todo las damas de la nobleza. Nos podemos encontrar alguna iglesia en el País Vasco hecha por un Obispo, tenemos otras que fueron fundadas por reyes y reinas pero sobre todo en el País Vasco lo que predominaban eran las iglesias construidas por damas”, desvela la gazteiztarra.
A su juicio, esta importante contribución obedecería a una cuestión de rol de género y clase social, es decir, a ella les correspondía ese rol. “Los nobles se pasaban mucho tiempo fuera en la guerra y volvían muertos y, a parte, es que a ellas ya se las educaba desde pequeñas para muchas labores sociales y políticas, diríamos hoy, dentro de los linajes, y una de ellas era crear estas iglesias”, avanza Isabel Mellán.
Negocio y linaje
Estas damas trataban los edificios de las iglesias como si fuese un molino porque lo utilizaban de igual forma, más allá de la implicación del culto. “Es un lugar que recibe rentas, es un negocio en el que reciben rentas porque aquí generalmente tenían reliquias, lo que atraía la fe de ciertas personas que venían a dar donaciones. Todo ese dinero repercutía en las personas gestoras propietarias del templo”, explica Mellán. La investigadora no obstante puntualiza que las iglesias también eran lugares de culto y tenían en la posesión de reliquias de santos, libros eclesiásticos o elementos ecuarísticos algunos de sus fondos patrimoniales más importantes.
“Aquí también daban servicios religiosos y para ello contrataban un sacerdote –contratar con terminología de hoy en día– pero al sacerdote lo colocaban aquí según sus propios intereses. Entonces, parte de ese dinero que se recaudaba iba para pagar a ese sacerdote, lo mismo que en un molino, las damas no estaban ellas todo el día en las iglesias. Si tenían en propiedad un molino, ponían a alguien para atender el negocio pero era suyo”, añade la escritora, que proclama que el románico del País Vasco es un arte concebido en clave femenina.
En esta línea, tras apuntalar en su estudio que detrás de la construcción de estas iglesias propias –también llamados monasterios– hay un motivo económico, que se transaccionaba como cualquier otra posesión, “existe una función simbólica importantísima”. “Sobre todo porque servían como panteones familiares donde enterrar al linaje y eso es lo que daba prestigio. Cuanto más antiguo sea tu linaje, tendrá un sitio oficial donde pueda ser enterrado, donde lo puedas exhibir, lo puedas mostrar, eso da prestigio social”.
Una cuestión no menor que fue un elemento recurrente en los pleitos de hidalguía de los siglos XVI, XVII y XVIII, en los que muchas veces, para demostrar que una familia había sido importante toda la vida, hacían referencia a la existencia del panteón familiar. “Ahí nos enteramos también muchas veces gracias a documentación posterior de que esa iglesia pertenecía a esa familia en origen y conservamos algunos epitafios. Hoy en día han desaparecido todas las tumbas, las han ido eliminando de los templos, pero nos queda a cambio la iconografía románica en la que sí aparecen esas damas, nobles, y sobre todo con esa función funeraria asociada a las mujeres”, afirma Mellán.
En las portadas de las iglesias románicas, sus canecillos o capiteles apenas aparecen las habituales imágenes religiosas que abundan en este tipo de templos; aquí, por el contrario, de sus piedras y pigmentos emergen orgullosas damas con ricos tocados, caballeros perfectamente ataviados, castillos sobre altas lomas y procesiones de oscuro significado.
De aquella época medieval es Elo Bellacoz de Puveia (1102), quien realiza la donación de una iglesia. Sin embargo descubrir a las mujeres que estaban al frente de estas iglesias o fueron las que ejercieron su “matronazgo” es hoy día complicado. “Por un lado están los documentos que son los que son. Ojalá tuviéramos más ya pero llegan muy sesgados a la Edad Media y por supuesto no tenemos todos los que nos gustarían y nos dan una panorámica solamente de una pequeña porción de los templos vascos, aquellos cuyas rentas se donaron en cierto momento a algún monasterio. De todos aquellos que no donaron ninguna renta al monasterio y se lo quedaron para sí, no tenemos ni idea, porque no ha llegado la documentación nuestras manos, no hay rastro. “Tenemos información muy sesgada y hay nombres de mujeres pero no siempre hemos conservado la iglesia a la que va asociada”, lamenta Mellán, quien, por contra, ha llevado a cabo un análisis de las implicaciones de las mujeres de la poderosa familia De Haro que “construyeron panteones tanto en San Millán de la Cogolla como en Santa María de Nájera”.