El efecto de la derrota del Benito Villamarín se ha dejado sentir de manera abrumadora en el ánimo del entorno. Más que las matemáticas, que a falta de diez jornadas aún concederían un exiguo margen para la enmienda, el desencanto viene motivado por los síntomas de impotencia que transmitió el equipo. El Athletic que hasta el mes pasado daba motivos para la esperanza se ha difuminado. Ha regresado a una versión que recuerda al conjunto que desde el arranque de la temporada necesitó casi cuatro meses para alcanzar un grado de competitividad que enganchase a la afición, con el consiguiente reflejo en el juego y en los resultados.
Se llegó a pensar que sí, que esta vez el trabajo realizado por Marcelino y la plantilla iba a cundir, que se había logrado una estabilidad, un comportamiento sostenido para afrontar la segunda mitad del curso con serias posibilidades de satisfacer las expectativas y pelear por objetivos tangibles. Hoy es complicado creer en el equipo, al menos si se trata de que el balance global sea positivo.
Es como si las buenas intenciones o el combustible tuviesen fecha de caducidad. A partir de mediados de diciembre, el Athletic funcionó. Se asistió a una reacción, atrás quedaron un montón de partidos donde el fútbol se quedaba corto, al igual que los marcadores, por la falta de puntería y la inconsistencia de su fútbol. El técnico y los jugadores aseguraban que sus merecimientos no se correspondían con los puntos que figuraban en el casillero, una postura que se prestaba al debate y que, por supuesto, suscriben el cien por cien de los equipos. La única realidad es que los empates caían como agua, en concreto nueve en dieciséis citas, y así resulta imposible avanzar.
UNA GRAN OCASIÓN DESPERDICIADA
Ahora nadie menciona esa fase del campeonato, pero su influencia en la posición que hoy ocupan los rojiblancos es obvia. Al fin y al cabo, por algo a la liga se le conoce como el torneo de la regularidad. El valor de los puntos es idéntico en todas y cada una de las 38 jornadas. Si el Athletic queda de nuevo al margen del reparto de premios, la razón no será que no supo gestionar el choque del pasado domingo. Otra cuestión es que desperdiciase la que acaso fuese la oportunidad más propicia para pillar al Betis, no en vano los andaluces atravesaban su peor racha de resultados, con el personal desgastado y un buen número de ausencias por lesión, todo ello consecuencia de una agenda repleta.
No vale la pena engañarse, la distancia que separa al Athletic de los equipos que le anteceden se ha ido forjando a lo largo del otoño. Ocurre que recién estrenado el invierno, la cadencia de puntuación experimentó un crecimiento. El impulso coincidió con el tramo de mayor exigencia, llegó la Supercopa y luego la Copa, y nada de esto tuvo un influjo negativo en la liga, al contrario. La ilusión prendió entre los seguidores, que veían al Athletic recortar la desventaja y ubicarse a tiro de piedra de la Real Sociedad o el Villarreal. Había razones fundadas para confiar en que el Athletic terminaría por dar el salto a la zona noble de la tabla. Estaba respondiendo con nota, hacía más goles y perseveraba en la contención, imprimía fluidez a sus evoluciones con el balón y en el plano físico se antojaba imbatible. Los famosos registros en este apartado, a los que habitualmente aludía Marcelino para exteriorizar su desconcierto por los pocos puntos recogidos, daban rédito.
EL PINCHAZO EN MESTALLA
El Athletic iba como un tiro, carecía de importancia quién actuase, ya no era un problema realizar cambios, rotaciones, porque estaban todos enchufados y a cada ronda copera le sucedía un éxito en la liga. La inercia ganadora se cortó en seco al abordar la semifinal de Copa. El último coletazo del equipo poderoso y convincente lo pagó la Real en San Mamés (4-0). Estos son el resto de los resultados habidos de un mes para acá: empate en casa con el Valencia, derrota en Mallorca, goleada en el Camp Nou, derrota y eliminación en Mestalla, triunfo sobre el colista, el Levante, en Bilbao, y lo del Villamarín.
Se antojan indicios de peso para dudar de que en adelante el Athletic recupere el tono y posea la entereza que precisaría una remontada espectacular en la tabla. El optimista incorregible se fijará en que seis jornadas tendrán lugar en San Mamés. No obstante, la tentación de recurrir a la calculadora en función de la identidad de los rivales no parece un ejercicio alentador precisamente. Quien más quien menos se está jugando algo. Lógico a estas alturas: unos optan a Europa y otros huyen del descenso. Apenas un par, Celta y Osasuna, flotan en tierra de nadie, pero los demás no están en condiciones de dormirse y puestos a elucubrar, a ver quién es el guapo que en estas circunstancias afirma que el Villarreal es más duro de pelar que el Getafe o el Granada. Con todo, habrá que comprobar cuál es el talante del Athletic hasta mayo.