La Real jugó con fuego en la quinta jornada de su exitosa Champions. O simplemente optó por decidir que el partido más importante era el de Pamplona en Liga del sábado. Y eso era una teoría cuanto menos debatible, porque el ser primero de grupo te abría una puerta más para enfrentarse a un rival más asequible en octavos de final. Es evidente que los resultados anteriores y el hecho de no haber pasado del empate de forma cruel e inmerecida en la visita de los italianos en el estreno de la competición iba a provocar que pasara lo que pasara el que ganase en San Siro se va a llevar el gato al agua. Pero la ventana de que les valga la igualada no era una cuestión baladí.
Resulta complicado aventurarse en cómo planteó la Real el partido y la relevancia que tuvo el transcurrir del choque en Lisboa después de que los locales se llegaran a poner con un 3-0 en el marcador en la primera parte. Especular nunca le ha ido bien ni a este equipo ni a este club y al final, después de que los realistas no consiguieran imponerse a un Salzburgo timorato y muy poco ambicioso, incluso acabaron sufriendo después de que finalizara el choque, ya que con el 3-3 una diana más de los transalpinos hubiera dado un vuelco en lo alto de la tabla del grupo.
Los blanquiazules dominaron y generaron más ocasiones que su visitante, pero esta vez se quedaron bastante lejos de esa versión arrolladora que ha ido dejando cadáveres a su paso en los encuentros anteriores. No era fácil mantener el listón, obvio, pero con el equipo que presentó, el estado de forma de varios componentes de su unidad B y su falta de pegada y de puntería, tampoco pudo sorprender a nadie que acabara cediendo otra igualada en su estadio. Y eso que quede claro que mereció llevarse los tres puntos
Cuidado. Recordatorio importante para la afición de la Real. La música de la Champions League que escucharon antes del comienzo del encuentro no es habitual. Es más, no se escuchaba en Anoeta desde hace una década. Mucho tiempo. Aunque muchos no se acuerdan, la escuadra txuri-urdin se estrenó en esta competición con el nuevo formato en la campaña 2003-04. Con mucho más sufrimiento que esta vez, los de Raynald Denoueix lograron certificar su pasaporte a octavos ante el Galatasaray en la última jornada de los grupos. El sorteo deparó una eliminatoria no demasiado mediática ante el Olympique de Lyon, que en aquella época era un habitual en la corte de los gigantes europeos. En la ida disputada en Anoeta, con media entrada en la grada, los galos le dieron un baño espectacular a los realistas. Mucha gente se quedó en casa pensando que "ya vendrá una eliminatoria más grande en cuartos". Evidentemente, los blanquiazules cayeron eliminados en la vuelta disputada en Lyon. Y el club tardó otros diez años en regresar a la elite, con descenso por el medio incluido.
Lo dicho, no perdamos la perspectiva, que lo de ayer era una noche grande que envidian muchos de los equipos que aspiran a destronar a los donostiarras. No es cuestión de criticar, pero sí de valorar y disfrutar lo que nos está dando este proyecto. Y esto va por la actitud de la grada y de los jugadores. Responsabilidad compartida por todos.
Imanol también. Porque una vez más volvió a declarar que iba a sacar el mejor once posible e introdujo seis cambios. Con la cifra queda todo dicho. Al menos, reconoció que mentía mucho. En la zaga las novedades fueron Odriozola y Aritz. En la medular, Turrientes. Y en la delantera, los tres, Cho y Zakharyan junto a Oyarzabal, que no salió de inicio ante el Sevilla por su lesión muscular.
Nivel inferior Pronto se vio que esta vez la Real no iba a lucir el frac con el que estaba compitiendo en Europa y que en esta ocasión iba a bajar el nivel bastante respecto a las cuatro jornadas estratosféricas que había completado hasta la fecha. Y eso que el Salzburgo reservó a varios titulares a pesar de que se presentó a la cita con siete lesionados.
Al minuto de juego, un centro magnífico de Aihen no lo remató Cho, a quien le falta fe en todas sus intervenciones. Como poco después en un disparo a pase de Oyarzabal que atajó sin despeinarse el meta visitante. Zakharyan, que estuvo muy activo en la media hora inicial, también buscó portería, pero su chut no cogió rosca. El ruso también estuvo en el origen de la siguiente oportunidad que culminó Oyarzabal con un disparo que detuvo el portero. Todo parecía ir bien hasta que una contra letal de los austriacos la culminó solo Nene, pero su finalización se fue rozando el palo.
Con el duelo más igualado, Zakharyan probó suerte de nuevo casi sin ángulo para que el arquero rechazara con el pie. Las últimas opciones las tuvo un buen Turrientes, una a pase de Cho que acabó en córner y otra en disparo que rozó la escuadra. Antes de la segunda, el ruso no encontró a Oyarzabal en una contra guiada y conducida por este. Una pena. Era su pierna mala. Los últimos minutos dejaron mal sabor de boca entre la hinchada, que constató una evidente falta de intensidad comparada con anteriores citas sobre todo en esta competición. Por cierto, mientras el Benfica derrotaba al Inter por 3-0, que también pesaba en el ambiente.
En la reanudación la Real volvió a evidenciar que ya no dominaba tanto. Pero la verdad es que enfrente tampoco se encontró un rival que oliese la sangre y ambicionara llevarse los tres puntos. Los austriacos nunca dieron un paso adelante. El problema es que a los locales les costaba producir peligro y que, por si fuera poco, el Inter había reaccionado en Portugal. A los quince minutos, tras una bonita combinación colectiva, Brais sacó su rifle, pero el portero reaccionó con otra buena estirada. A partir de ese momento, con Remiro de espectador de lujo, y con los cambios que dieron un nuevo empujón a los realistas fueron llegando sus ocasiones. Zakharyan, a quien le faltó poco para ser el héroe, cazó un rechace, pero se topó de nuevo con Schlager. Sadiq lo intentó sin hueco y Zubimendi no puso bien el pie en un centro de Barrenetxea. Ya con el inquietante 3-3 en Lisboa, Kubo no pudo tranquilizar a la parroquia local a pesar de colocar una falta en la escuadra que sacó el arquero y en una floja definición final.
Insistimos... En un grupo de máxima exigencia, el hecho de que la Real se presente en Milán con la posibilidad de empatar para acabar primera de grupo es una hazaña sin apenas parangón. Ayer fue una pena, porque ni su trayectoria ni su entrenador ni sus jugadores ni su afición merecieron que se viviera como un resultado más el hecho de asegurarse el comodín del empate en San Siro. Y, salvo Zubimendi, la máquina sigue engrasada para ganar y ganar en Pamplona, la Copa y Villarreal. Enorme e incuestionable el mérito de esta Real. Equipazo y temporadón. Ahora queremos más, porque son muy buenos y pueden. Eso también que quede muy claro...