Si la vida te da limones, pide tequila es un testimonio de superación en forma de libro, en el que este empresario madrileño y padre de cinco hijos cuenta el momento en el que su vida cambio radicalmente, el 22 de enero de 2022, tras sufrir un accidente de esquí. Ahora vive, desde su silla de ruedas, el mayor movimiento de su vida. “Lo que pretendo con el libro es que sea una guía, una ayuda; lo he escrito con muchísima honestidad, abriendo mi alma. Es un desnudo completo porque cuento miserias, incluso de la familia, y lo que espero es que consiga el objetivo de ayudar y que guste a quien lo lea”, explica Fernando Vega de Seoane.
He leído el libro con alegría porque me he encontrado con una dura realidad. ¿En las redes es como si no hubiera ningún problema o es que en los medios existen demasiados?
Se nos vende una realidad bastante dramática, en general. Uno pone la TV o lee los periódicos y lo que recibe son imputs muy delicados, comprometidos y muy negativos. Yo llevo un legado muy madurado de constantes cambios e incertidumbre y estoy muy bien acompañado de Bea, que es una mujer muy resiliente también. Ella siempre me decía: “Oye Fernando, tienes que morirte cada noche y resetearte, porque si no vas a tener una noche terrible pensando en los problemas y te vas a levantar todos los días cansado y con un legado horrible. Así que aprende a morirte”. Este consejo, que me daba antes de sufrir el accidente, me ha venido fenomenal. En este sentido, nosotros en casa somos muy de ponerle siempre la mejor cara a la vida. Además, a todos, la vida nos da limones, a unos más ácidos que otros, pero al final todos tenemos limones en la vida. El cómo los manejas es lo que realmente marca la diferencia de la felicidad.
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Era un empresario de éxito y de repente un accidente cambio radicalmente su vida.
Los empresarios estamos acostumbrados a vivir en la incertidumbre y en la dificultad, pero estos cambios tan brutales que afectan a la movilidad de uno tienen un componente de incertidumbre enorme. Esto requiere una adaptabilidad grande, mucha paciencia y sentido del humor.
El libro lo que propone es enseñar la cara B de la vida. ¿Por qué decidió contar su experiencia?
Cuando me ofrecieron escribir el libro en Espasa (Planeta) lo que les propuse fue hacer un barrido de toda mi historia, no solamente del accidente, sino desde pequeñito para que se fuera viendo mi evolución y maduración como persona, como padre, amigo y deportista con una única intención: poder ayudar a los demás. Una de las derivadas fundamentales de mi presencia en redes sociales ha sido el impacto positivo que ha tenido en la gente. Esa vocación que tengo de servir y de ayudar también me la ofrece el libro. Es un documento de lectura fácil donde la gente se va a ver representada en las cosas que cuento, porque son cosas que pasan en la vida. No es ficción, estoy abriendo mi alma y me estoy desnudando; cuento también mi peor versión. La gente se va a hallar reflejada y verá que pasados los episodios dramáticos también se puede salir adelante y sonreír en la vida.
¿Se nos oculta en exceso las desgracias? ?Existe un tabú a relatar sucesos como el que le ocurrió a usted?
No se cuentan las desgracias, pero tampoco las cosas buenas. Está mal visto. En las reuniones de amigos cuando te preguntan qué tal estás y respondes que te va todo fenomenal, te miran como si estuvieras chalado. Hay cierto complejo. Y yo pienso que cuando más nos rodeemos de gente optimista y positiva es mucho mejor, porque tiene un efecto contagio muy necesario para la sociedad. En este sentido, hago una llamada a que verbalicemos nuestro sentir, a que cuando nos sentimos bien lo compartamos, porque ese optimismo riega y hará sentir mejor a los demás, sobre todo, en el entorno más cercano.
En el salto que ha dado, ¿qué es lo más difícil: aceptar la realidad y motivarse o recibir la ayuda que espera?
Tengo la suerte de vivir en un entorno muy de algodones, tengo una familia estupenda que me quiere un montón, unos buenos amigos, mi empresa va más o menos bien y no tengo problemas económicos. Puedo presumir de que la vida me va fenomenal. Lo más difícil ha sido tratar de conciliar esta nueva situación en casa. He tenido que organizarme y adaptarme, es el efecto colateral que tiene la irrupción de mi falta de movilidad en casa, en mi trabajo, con mis amigos… es quizás lo que más complejidad tiene, porque depende también de la capacidad psicoemocional de los demás de aterrizar sobre lo que te ha pasado.
El autocompadecerse suele ser muy humano. ¿Qué propone para no ensimismarse en el propio problema?
Normalmente esos juicios de valoración se hacen a posteriori. Uno mira para atrás y piensa: qué decisión más equivocada tomé. Eso no tiene sentido, porque uno cuando es su mejor versión hace las cosas pensando que es lo que tiene que hacer. El entorno cambia, cambiamos todos los días, hacemos microcambios y parece que no cambiamos nada, pero sí que lo hacemos. Al final, intentar valorar con perspectiva si lo que hiciste estaba bien o estaba mal no tiene ningún sentido, porque lo hiciste sabiendo que lo hacías. Y seguramente con las herramientas que tenías para tomar esa decisión, por eso juzgarla no tiene sentido. Lo que hay que hacer es tomar nota, y si lo hiciste mal saber qué aprendizaje debes de tener en cuenta para que la siguiente vez que te ocurra.
La sociedad, cuando ve a una persona en silla de ruedas, o con otras discapacidades, suele tender a la conmiseración. ¿Ayuda esto en algo?
Es verdad que mi actitud es de ir un poco echado para adelante, pero no noto en la gente esta actitud. Además, es que no lo pretendo porque me encuentro muy bien, estoy con mucha voluntad de recuperar el ritmo que tenía antes. Por supuesto que tendré cosas que corregir y habrá otras que incluso no pueda hacer, pero intento expresar que estoy muy bien, muy optimista y de que voy a seguir adelante.
En ningún caso es un modelo de resignación, sino todo lo contrario.
La resignación no ayuda; es un freno importante que te acerca mucho a una situación emocional que no es la adecuada para remontar. La resignación es una mala amiga.
La gente que tiene un accidente como el suyo. ¿Qué debe de hacer para superar la frustración?
Te diría que lo que es fundamental es no culparse. Las cosas que nos pasan en la vida pienso que tienen una cierta programación. Cuando uno echa la vista atrás y ve lo que le ha estado pasando, le puede ver cierto sentido. Veo que estoy donde estoy por todo lo que he hecho antes; en este sentido, me ha ayudado mucho no sentirme culpable ni buscar culpables en lo que haya pasado. La culpa y el perdón son frenos, uno se enroca y es difícil avanzar. Pienso que lo fundamental es no darle más vueltas a lo que te ha sucedido y asumir que ha venido para quedarse. Además, como no tiene solución hay que adaptarse al nuevo entorno.
Hemos compartido momentos con personas que han vivido con muletas varios meses, pero tenían las expectativas de que no era para siempre. ¿Qué pasa con la cabeza cuando sabes que lo tuyo es para siempre?
Recuerdo perfectamente cuando sucedió el impacto; en ese momento tuve un duelo muy cortito de unos 7 u 8 segundos que fue muy profundo y muy duro. No sé muy bien cómo se produce el cambio. He estado preguntando a especialistas en neurociencia y me dicen que no es un tema químico, sino muy mío, de mi forma de ser, de que soy una persona muy echada para adelante, que le va el cambio, la incertidumbre. Y esto no es más que digerir que tienes un cambio y lo es para siempre. Cuando identificas que lo que te ha sucedido es para siempre, esto deja de molestar. Es evidente que la lesión es muy grave y definitiva. Lo que hay que hacer es ser muy realista con el alcance de la lesión y encajar tu nueva situación. En cuanto la aceptas, todo es mucho más llevadero y más sencillo.
¿Las calles están preparadas para la accesibilidad; las ciudades son hostiles hacia personas en su situación?
Soy un poco especial. Vivo en Madrid y si me preguntas si la ciudad está adaptada te tengo que decir que no me he encontrado ningún impedimento cuando he querido hacer algo. ¿Es perfecta? No. No lo es. También por su orografía, las cuestas con las sillas de ruedas son complicadas. Pero sí es importante resaltar la voluntad que se ve en los ciudadanos y de los políticos por adaptar las cosas. Lo que ocurre es que no todo es adaptable al cien por cien. Yo me conformo con esa voluntad y esa conciencia, porque entiendo perfectamente que hay cosas que no se pueden idoneizar para la silla. Pero, en general, no me he encontrado impedimentos absolutos. Y si los hay pido ayuda, y la gente es muy voluntariosa.