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El primer ensayo de acercamiento entre el Gobierno vasco y EH Bildu en la legislatura de Imanol Pradales ha desembocado en una ruptura presupuestaria. Y, cada vez con mayor claridad, el PNV pone en duda que la voluntad real de la oposición fuera alcanzar un acuerdo, que su objetivo fuera ese y no otro puramente táctico y de búsqueda de protagonismo, en vista del rumbo que tomarían después las declaraciones públicas de EH Bildu.
Los contactos comenzaron en noviembre, en principio con buenas palabras por ambas partes y con la filtración de la propuesta negociadora de la coalición abertzale. Destacaba una inversión de 350 millones, para que la administración pública comprara toda la vivienda de protección oficial que se convirtiera en libre en 2025 y la destinara al alquiler social. EH Bildu hacía una estimación de 2.342 pisos. Este es un movimiento habitual al comienzo de las negociaciones, donde cada una de las partes marca el perímetro del diálogo en público. A partir de ahí, cuando el PP y Sumar se descolgaron de este diálogo y todo quedó entre EH Bildu y el Gobierno vasco, se entró en una fase de discreción o, más bien, de aparente discreción.
Es cierto que la coalición abertzale no filtró sus contraofertas posteriores. Solo se supo que había dejado fuera de ellas la fiscalidad y los cuidados, que se había centrado en el salario mínimo vasco y la vivienda y, si se conoció que había reformulado en 90 millones la compra de vivienda, fue porque ese dato estaba al alcance de cualquiera que consultara las iniciativas registradas en el Parlamento Vasco, ya que constaba en sus enmiendas parciales. Esas enmiendas incluían otros 5 millones para que los ayuntamientos aplicaran el decreto de vivienda vacía. No hubo filtraciones sobre los documentos posteriores, pero no dejó de organizar ruedas de prensa y conceder entrevistas en las que parecía jugar al despiste especulando con supuestas alternativas para acordar un salario mínimo vasco, hipotéticas reformas del Estatuto de los Trabajadores en el Congreso de los Diputados de las que nadie tenía constancia, y eventuales acercamientos al Gobierno vasco que fueron desmentidos por fuentes socialistas del departamento de Trabajo.
Y Arnaldo Otegi comparó el parque de vivienda vasco con unas cifras de Viena que quitaban el hipo (más de 400.000 casas de alquiler público y asequible), obviando que es un modelo que comenzó a labrarse hace casi un siglo. Ahí pudo comenzar la construcción de un relato que podía servir a EH Bildu para presentarse como un grupo inasequible al desaliento, para insinuar que era capaz de llegar hasta donde el Gobierno vasco no querría hacerlo. De manera significativa, precisamente muy pocos días antes, se había publicado una entrega del Sociómetro que reflejaba que la preocupación de la ciudadanía vasca por la vivienda se había disparado hacia la segunda posición, solo por detrás del mercado laboral. Eran los dos ejes del discurso de EH Bildu.
Poco después, el lehendakari Pradales dejaba caer de manera críptica que le había sorprendido que la coalición se centrara en esos dos puntos, en lugar de hablar de otros debates estratégicos como el euskera o la transición energética (el Gobierno vasco anterior y EH Bildu venían de pactar la ley sobre el cambio climático en los últimos compases de la legislatura previa). Pradales pidió que aclarase si quería acordar o solo aparentar. EH Bildu negó que hubiera trampa ni cartón en su propuesta, y trató de dar la vuelta al argumento asegurando que su propuesta inicial incluía otros puntos que se cayeron porque el Gobierno alegó su falta de competencias.
El final de la negociación
El Ejecutivo de PNV y PSE, que tiene una mayoría absoluta suficiente para sacar adelante sus medidas, ha sondeado las opciones de un acuerdo con siete reuniones y cinco ofertas diferentes a EH Bildu. La negociación ha terminado sin acuerdo, pero sin palabras gruesas del consejero d’Anjou y sin renunciar a los pactos de país que sugiere el lehendakari. Tampoco renuncia el PNV. Pero ya hay un matiz. El portavoz parlamentario de los jeltzales, Joseba Díez Antxustegi, ha dejado caer que, cuando alguien quiere el acuerdo, no lanza las acusaciones que ha lanzado Bildu, y ha aclarado que no hay que obsesionarse con pactar, que el Gobierno tiene que gobernar y sacar adelante el país. ¿Quiere decir que en el futuro no se va a dar margen a Bildu para estirar tanto el proceso? ¿Se ha llegado a la conclusión de que ha utilizado la negociación a su favor y ha habido más imagen que contenido?
En el transcurso de estos días, Pello Otxandiano sí ha proclamado el “fracaso” del modelo de vivienda y ha dicho que la “retórica” del Gobierno no casa con su política real. Con estos ánimos se llegó al jueves, la votación del dictamen presupuestario en comisión como paso previo a la aprobación definitiva el viernes que viene. Y ahí dio la sensación de que Bildu esperaba un final que le permitiera llevar la iniciativa y obligar al Gobierno a apoyar o rechazar sus dos enmiendas de vivienda. Otxandiano denunció la filtración de la última oferta del Gobierno, 100 millones plurianuales en esa materia. El foco volvía a situarse en que el Ejecutivo, sin necesidad de hacerlo, le había planteado otra oferta y era Bildu quien la rechazaba. A las 20.00 del día anterior, Nerea Kortajarena había intentado que fuera a la inversa y retaba al Gobierno a apoyar o rechazar sus dos enmiendas.