EL corazón de Mauri Imaz Bengoa y de tanta gente como le acompaña y le rodea es pura entrega. Hoy, mejor dicho que nunca, hasta la médula. Bombea con la fuerza de un sifón o de un géiser natural, boxeándole dentro del pecho, no por sus capacidades físicas sino por la idea que lo propulsa. "Esto no es deporte, es concienciación. La gente debe ser consciente de lo importante que es la donación de médula y hay que seguir", aseguró ayer, cuando la fábrica de cervezas La Salve, con Eduardo Saiz ayer al frente (no por nada es amigo personal de Mauri y arrimó el hombro...), abrió su puertas como punto de encuentro del movimiento Tourkiola 365 que busca sensibilizar en el duro camino de la donación de médula.
Lleva mucho rodado. No en vano, Mauri es el impulsor de esta iniciativa que consiste en subir al santuario de Urkiola en bicicleta 365 días seguidos en un intento de hacer visible el problema de la falta de donantes de médula. Imaz Bengoa ha culminado 227 jornadas de este reto, dos de ellas ya con un brazo escayolado, pero aun con todas, inasequible al desaliento; le faltan 138 para cumplir su objetivo.
La cita en la fábrica fue un guiño de gratitud y de esperanza, un reconocimiento social y una muestra de agradecimiento a los más de cincuenta donantes que ya se han sumado, así como un soplo de ánimo a que muchas más personas se conviertan en donantes de médula con el objetivo de que no se quede nadie en la cuneta.
La tarde, ya de por sí cargada con la electricidad de la emoción, vivió un encuentro que puso los pelos de punta a la concurrencia. Allí se conocieron Jesús Zuazo y Arkaitz Santamaría. Jesús conoció a Mauri en el camino y le mostró su admiración por el proyecto. Hacía una década había donado médula para una mujer estadounidense y ahora ha vuelto a hacerlo. Arkaitz contactó con el corazón de león a través de Instagram y le elogió la entrega y el empuje. No por nada, él era un posible receptor. Sin aspavientos ni medallas que colgarse, el encuentro de los tres fue, para quienes conocían los porqués, la ilustración de una hermosa historia.
A Mauri le acompaña un coche en su ascensión diaria y el hombre narraba ayer cómo "surgió como un reto. Soy un anuncio que sube Urkiola todos los días, ya que tengo el teléfono en mi espalda. Con que llame una personas para donar médula me basta", dijo. Han sido medio centenar y queda ruta por delante.
Uno diría que Jorge Luis Borges escribió este pensamiento para Mauri, por mucho que uno intuya que no le gusta que le regalen los oídos. "Cualquier destino, por largo y complicado que sea, consta en realidad de un solo momento: el momento en el que el hombre sabe para siempre quién es". Y quién es Mauri lo sabían todos los ayer presentes en la fábrica de La Salve. Allí se encontraban Kepa Amantegi, Javier Maguregi, Txus Lambarri, acompañado por su hija, Osane Oscoz; familiares del receptor como su hermana, Nagore Santamaría, y su madre, Esther Larizgoitia; la profesora de baile Andrea Martínez, Karla González, Ramón Escalante, Jorge Marcos, Eneko Jauregi, jugador del UCAM Murcia que llegó a jugar una temporada en el Asteras Tripolis F. C. tras su paso por el Cádiz; Jon Zambrano, Araceli Ojeda, Unai Atela, Paule Sánchez, Iker Berasaluze, Borja Díez, Carlos Urgoiti y un puñadito de amigos de la fábrica, de Mauri y de los dos protagonistas de la historia.
Para la ocasión Mauri ha abierto un perfil en Instagram, Urkiola 365, al que subirá fotos diarias de sus subidas a Urkiola y donde espera que la gente le apoye y dé fuerzas para cumplir su reto solidario. No puede, no debe, avanzar en solitario, así que si ustedes tienen salud no hay otra manera de caminar a su lado que convirtiéndose en donante y dándole un alegrón.
La Salve abrió sus puertas como punto de encuentro del movimiento Tourkiola 365 que busca sensibilizar en la donación de médula
Mauri Imaz impulsa la iniciativa de subir al santuario de Urkiola en bicicleta 365 días seguidos para visibilizar la falta de donantes