Juan Díaz de Cerio es un apasionado del senderismo y todos los domingos sale al monte con su hijo Jon, que sufre una discapacidad intelectual severa sin diagnóstico. “Vamos juntos, de la mano, y le sienta genial”, confiesa Juan. Un día, Juan se acordó de los ciudadanos con movilidad reducida que no pueden disfrutar de la naturaleza y encontró la solución en Joelette, una silla de ruedas todoterreno que permite a estas personas realizar actividades al aire libre. “La silla es muy cara así que pregunté a la Federación Navarra de Montaña si podían comprarla”, señala. Tras meses de gestión, la Federación consiguió una subvención europea, adquirió la silla y el 22 de agosto cinco usuarios del Centro Integral de Atención a la Discapacidad Las Hayas de Sarriguren estrenaron Joelette. “Los chavales disfrutaron un montón con las vueltillas que les dimos. Estamos agradecidos infinitamente a la Federación de Montaña”, relata Juan, miembro de la Asociación de familiares Las Hayas.
“Tenían dos horas asignadas para esta actividad. Salíamos un día a la tarde y paseábamos por el entorno urbano de Sarriguren y subíamos por la pista de tierra a Badostáin”, describe Juan. Las Hayas dispone de dos camionetas y propuse que saliéramos a realizar excursiones a 10 km del centro. Así, los chavales andaban en el campo, en un entorno rural”, indica.
Las Hayas aceptó su propuesta y Juan organiza una veintena de excursiones por los valles de Egüés y Aranguren que previamente ha inspeccionado. “Andamos por caminos que he constatado que son fáciles para los chavales. Siempre busco rutas limpias, con senderos anchos, que varias personas podamos ir juntos de la mano. El suelo tampoco debe tener muchas piedras grandes o ramas con las que se puedan tropezar”, señala.
Las rutas son circulares, de una hora y media de duración, de cinco kilómetros de longitud y con desniveles relativamente suaves: Olloki, Egüés, Alzuza, de Sagaseta a Egulbati o la ascensión al monte Tangorri desde Ardanaz. “Es una pista ancha. Un poco más adelante de la cima, hay una cabaña de cazadores que tiene una pequeña cubierta y una mesa con bancos. Allí descansamos, bebemos agua y merendamos”, indica Juan. Este año, intentar subir al castillo de Irulegi.
El contacto directo con la naturaleza tiene muchos efectos positivos para los chicos y chicas del Centro Integral de Atención a la Discapacidad Las Hayas. “A los chavales les relaja mucho andar entre hierbas altas, oler los pinos o encontrarse con unas yeguas de frente. Están muy contentos y disfrutan mucho”, insiste.
Tres voluntarios acompañan a los cuidadores, Josu y Marta, que son quienes llevan el motor de la actividad. “Yo preparo las rutas y las verifico, y luego les acompaño”, explica Juan. “Salimos un día a la semana desde septiembre y hasta junio. Da igual que llueva o nieve. Todos tenemos un aronak, unas botas y unos paraguas. No salimos si hace mucho frío o está cayendo una manta de agua”, apunta.
Los usuarios del centro Las Hayas, cuidadores y voluntarios han hecho piña gracias a las excursiones por el monte. “Cuando voy al centro a buscar a mi hijo, los chavales me dicen ‘a andar, a andar, a andar’. Se les ha quedado súper grabado y ya están con ganas de empezar de nuevo y repetir”, comenta.
Silla Joelette
Hay un grupo que anda un poco más despacio y optaron por hacer una separación para que todo el mundo pudiera ir más cómodo. Luego, el 22 de agosto, los voluntarios, personal de Las Hayas y usuarios conocieron a Joelette. “La silla la probaron seis personas con diferentes capacidades y físicamente distintas. El objetivo era ver si la silla se adaptaba a cada uno de ellos y pulir su manejo”, informa. En un principio, cuatro personas se encargarán de transportar a Joelette por el campo: “Uno tracciona por delante, otro empuja por detrás y otras dos personas sujetan en los laterales para dar seguridad y estabilidad”.