Callos, manitas de cerdo, ajoarriero o carrilleras al vino tinto. "Nuestra oferta gastronómica es la comida tradicional de Navarra porque, aunque soy de Bolivia, me formé como cocinera en Pamplona y también queremos recuperar los almuerzos de siempre", asegura Gisela Maldonado, la nueva propietaria de La Terraza de Aoiz, que sustituye al bar Bonnaroo, que llevaba con la persiana bajada desde antes de que llegara la pandemia.
El local, situado en la calle Aoiz del Segundo Ensanche pamplonés, se inauguró el pasado sábado y los vecinos no se quisieron perder la reapertura de un establecimiento con medio siglo de historia: "Lleva en el barrio desde hace 50 años y todo el mundo lo conocía. Como había estado tanto tiempo cerrado, se pasaron a ver cómo había quedado. Les ha gustado el cambio y nos han deseado mucha suerte", comenta Gisela.
En concreto, la metamorfosis ha consistido en "actualizar" el establecimiento por completo. "Era muy oscuro y apagado. Le hemos dado una nueva vida y más luz. Hemos cambiado los colores, hemos modernizado la barra poniendo luces LED y hemos modificado las estanterías", subraya.
Por el momento, La Terraza de Aoiz cuenta con dos camareros que atienden en la barra y Gisela en los fogones. Además de la comida tradicional, elabora fritos caseros, platos combinados, hamburguesas y las especialidades: patatas chester, a la boloñesa y a la diabla con pepperoni. Y no se olvida de sus orígenes bolivianos: "De cara a los fines de semana voy a sacar alguna tapa de mi país. Empanadas de carne, unas papas rellenas de picante€", avanza.
En el interior, el aforo es de 40 comensales, aunque, debido a las medidas sanitarias, en la actualidad solo acoge a una veintena.
En la calle, cuenta con una "terracita", que le está dando rendimiento a pesar de las jornadas gélidas de esta última semana. "Estos días también está funcionando. Ya no hay que esperar a la llegada de la primavera o el verano, la gente se ha acostumbrado a estar en la calle. La pandemia ha cambiado las costumbres de los clientes", señala.
Gisela migró desde Bolivia en el verano del 2000. En Pamplona, se formó como cocinera y puso en marcha su primer proyecto personal: el bar El Paso, en la calle Abejeras de Iturrama.
En 2014, traspasó el local "porque tenía los niños muy pequeñitos y no podía compaginar el trabajo de hostelería con el cuidado de mis hijos. Ahora, ocho años después, ya los tengo más creciditos", explica.
El freno de la pandemia
El inicio de esta nueva aventura, confiesa, se ha retrasado debido a la irrupción de la pandemia. "Mi idea era coger este bar a principios de 2020, pero llegó el coronavirus. No me quise arriesgar y frené la apertura", relata.
Casi dos años después, con una sexta ola aún sin controlar, se decide a levantar la persiana "con dudas, miedo e incertidumbre; pero al final tampoco sabemos cuánto va a durar esto", reflexiona finalmente.