Antes de las cunetas de los Pirineos bañadas por la marea naranja, de aquel éxodo al Tour, de miles de voces animosas arropando, siguiendo y vociferando al Euskaltel-Euskadi, también hubo emociones. El latido de corazón de un equipo distinto, enraizado en el humus de Euskal Herria, que nació como una locura valiente. Maravillosa. La idea de crear un equipo sólo con corredores vascos que aspirara a correr el Tour se gestó, en una visita en 1992 de José Alberto Pradera, por entonces diputado general de Bizkaia, y Miguel Madariaga a la carrera francesa. La decisión se tomó una noche de ese mes de julio en la terraza de una cafetería de Lourdes. El comienzo del milagro. “Volvimos a casa y empezamos a pergeñar lo que luego se configuró como la Fundación Ciclista Euskadi. Miguel y su gente, con apoyos externos, fueron los artífices de estos veinte años de éxito”, reflexionaba José Alberto Pradera. El equipo nació humilde pero con pasión.
“El planteamiento era lo nunca visto: formar un equipo sin patrocinador y apoyado por el público, por los socios. Era una idea muy bonita y romántica”, desgranaba Txomin Perurena, su primer director, recientemente fallecido. En 1997, el equipo estuvo a punto de desaparecer. Euskaltel salvó el proyecto. “Se hicieron socios, miles, pero no se alcanzó el número suficiente para que esto se llevara a cabo como se pensó en un primer momento. Ahí llegó Euskaltel”, rememoraba José Antonio Ardanza, lehendakari ohia.
El desembarco en el Tour llegó en 2001. Una fecha para la historia. Visa para un sueño. Unai Larrea, enviado especial de DEIA, puso memoria a aquel día. “Estuve allí, en Dunkerque, 2001, junto al lehendakari Ibarretxe, cuando Txema del Olmo descendió la rampa para convertirse en el primer ciclista de Euskaltel-Euskadi que tomaba la salida en un Tour. Y luego estaría en Luz Ardiden, donde Laiseka se santiguó para dedicar a los que fueron, a los que somos y a los que serán una victoria enciclopédica. La responsabilidad me impidió disfrutar el momento. Lo paladeé por la noche, en Lourdes”.
A más de uno, el Euskaltel-Euskadi le provocó una felicidad inmensa, de jolgorio y grito con la vena hinchada para animar a los suyos en los Pirineos y otros recovecos del Tour. Epítome del Euskaltel-Euskadi, Roberto Laiseka, el hombre que sólo corrió en el equipo de casa, rememora aquel Tour de 2001. “La etapa que gané en Luz Ardiden en el Tour de 2001 fue un triunfo muy especial, fue impresionante. Nada hubiera sido posible sin el empeño que hubo para echar a rodar un sueño”. Dos cursos después, Mayo y Zubeldia ascienden el Tourmalet junto a Armstrong y Ullrich.
“En aquella subida al Tourmalet llegamos al máximo. Éramos un equipo humilde, pequeño, que se fue haciendo grande y eso era lo más bonito. Era increíble ver cómo animaba la afición. Tuvimos una sensación de emoción, de agradecimiento y euforia. Fueron los mejores años”, rescata Julián Gorospe, director del equipo entonces. En el Tour de 2004 todos miraban a Mayo. Apuntaba al podio. Abandonó. David Etxebarria evitó que el de Igorre se bajara de la bicicleta en un puerto de segunda de los Pirineos. De aquel pasaje, Etxebarria recuerda. “Le dije, a gritos, que él no iba a abandonar porque ese día había 25.000 personas que habían ido allí a animarle y que se merecían un respeto y aunque cayera una minutada tenía que seguir adelante por esa afición. Eso acabó por convencerle”. El impulso continuó con Igor González de Galdeano y Miguel Madariaga en la cúspide (Samuel Sánchez ganó en Luz Ardiden) hasta su separación a finales de 2011. A partir de 2012, con la salida de la Fundación Euskadi del equipo, se precipitó el final.