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Tiene el ciclismo la rara habilidad de danzar siempre en la cuerda floja y hacer contorsionismo con las palabras, los conceptos o su propia historia. La búsqueda constante de la mejoría se adentra demasiado a menudo en zonas grises, próximas a la ilegalidad. Siempre en la frontera. Esa cultura prevalece aún.
Fue famoso el doctor Ferrari, prescriptor de la EPO, médico de cabecera de Lance Armstrong y muchos más, con aquel racionamiento que aún se mantiene vigente. “La EPO no es peligrosa, es el abuso lo que es peligroso, como lo es beber diez litros de zumo de naranja”.
Lo dijo en 1994 al diario L’Equipe porque lo pensaba. Tres décadas después de aquellos años salvajes, el debate giró alrededor del uso de la inhalación de monóxido de carbono, que sombreó el Tour, cuando se conoció que varios equipos, UAE, Visma e Israel, hacían uso de la sustancia, que al principio nadie conocía hasta que la web Escape Collective dio la voz de alarma.
“Escape Collective puede revelar que varios equipos del Tour de Francia usan la controvertida y potencialmente peligrosa técnica de inhalar el mortífero monóxido de carbono (CO) para optimizar el entrenamiento en altura de sus ciclistas”.
Polémica en el Tour
La polémica se instaló de inmediato en el corazón del Tour. Cogió a Tadej Pogacar, dominador de la carrera, con el pie cambiado. La primera vez que le preguntaron no supo qué contestar. Al día siguiente comentó que no había entendido la pregunta, y explicó que “lo usamos para un test que nos hacemos en las concentraciones en altura, para ver cómo está respondiendo tu cuerpo a la altitud. Lo haces una vez al principio de la concentración para medir la masa de hemoglobina que hay en tu cuerpo, y lo repites dos semanas más tarde. No es que nos pasemos el día respirando el aire de los tubos de escape; sólo aspiramos un minuto de un globo de monóxido de carbono”.
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La misma cuestión apuntó a Jonas Vingegaard, campeón del Tour en 2022 y 2023. “Un test de monóxido de carbono es como fumarse un cigarro. Nosotros lo utilizamos para medir la hemoglobina en sangre, aunque dicen que usado de forma perversa puede ser un sustituto para el entrenamiento en altura y ser dañino para la salud”.
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Ese posible uso perverso es el que generó controversia y más preguntas. Desde los equipos explicaron que las inhalaciones de monóxido de carbono se empleaban para medir la masa total de hemoglobina y el volumen sanguíneo de los atletas, especialmente en entrenamientos de altura, puesto que facilita la evaluación de la eficacia de estas sesiones. Esa teoría es cierta y su uso no es novedoso en los deportes de resistencia.
Mejoría de rendimiento
Ocurre que las inhalaciones repetidas de CO pueden ofrecer una mejora rápida en el rendimiento de los ciclistas sin la necesidad de verse obligados a realizar entrenamientos en altura según los expertos. La escala de grises aumenta. De ahí surge el posicionamiento de la UCI.
De hecho, varios científicos exponían en una serie de estudios que inhalar monóxido de carbono regularmente podría mejorar distintos parámetros del cuerpo humano que supondrían una mejoría en su rendimiento.
Cuando se conoció su uso en el Tour, el ala francesa del pelotón opinó sobre el empleo de la controvertida técnica. Jean-René Bernaudeau, mánager del equipo TotalEnergies, señaló directamente a Pogacar en una entrevista: “Él es muy simpático, pero que inhale monóxido de carbono es malísimo para la reputación de nuestro deporte”.
Decisión de la UCI
Ante esa situación, la UCI planteó un estudio profundo para decidir respecto al uso de las inhalaciones de monóxido de carbono. El ente rector del ciclismo ha decidido finalmente prohibir su empleo “para proteger la salud de los ciclistas”.
“El Comité de Dirección de la UCI aprobó la prohibición de la inhalación repetida de monóxido de carbono CO. La prohibición entrará en vigor el 10 de febrero de 2025 la posesión de sistemas de reinhalación de CO fuera de un contexto médico, aunque sigue permitiendo su uso en instalaciones médicas bajo la supervisión de profesionales capacitados”, dice la UCI.
La inhalación repetida del CO puede provocar problemas de salud agudos y crónicos que pueden ir desde “dolores de cabeza, letargo, náuseas, mareos y confusión. Estos síntomas pueden empeorar en cualquier momento y derivar en problemas de ritmo cardíaco, convulsiones, parálisis y pérdida de conciencia”. El nuevo reglamento “prohíbe la posesión, fuera de un centro médico, de sistemas de respiración artificial de CO”. La UCI cierra la llave del gas.