La Universidad de Deusto celebra el acto de bienvenida a estudiantes internacionales

pOR un momento, el pequeño vestíbulo que da acceso al paraninfo de la Universidad de Deusto pareció uno de los pasillos de la sede la ONU en Manhattan. Era mediodía. Se acreditaban estudiantes de todos los tonos de piel, texturas de cabello y aspectos posibles. Cabía la sospecha de que se tratara de una selección de meritoriaje para las Naciones Unidas. O de un casting para la próxima campaña de Benetton.

Pero ni una cosa ni la otra. Era el preámbulo al acto de bienvenida a estudiantes internacionales. Concretamente a quienes se han matriculado en los cursos de grado o posgrado que comienzan este semestre en el reconocido campus bilbaino. Más de 300 jóvenes procedentes de 5o países. Entre ellos algunos tan distantes como Bangladesh, Bielorrusia, Brasil, Corea del Sur, Etiopía, Filipinas, Finlandia, Japón, Venezuela, Vietnam o Zimbabwe.

Sonaba por todas partes un inglés pasado por el tamiz de decenas de acentos dispares. La lengua franca que sirve hoy de argamasa para la reconstrucción de la Torre de Babel. En otro tiempo lo fue el latín. En ese idioma aparece, bordada en dorado, la divisa de la Universidad de Deusto que ilustra el centro del enorme pendón de terciopelo granate que queda frente a la puerta del paraninfo: Sapientia melior auro. El conocimiento es mejor que el oro.

En busca de esa sustancia tan valiosa llegaron los germanos Julius Kloss e Ivonne Gronemeier, las italianas Bárbara Polinelli, Veronica Pegatti y Giorgia Purjoelli o las holandesas Millie Jonkers, Brenne Buter, Esther van Midderkoop, Esmee van Dijk.

Desde el otro lado del Atlántico se matricularon las colombianas Gabriela Barraz, Paula Andrea Camacho, Isabella Chávez y Sara Rojas, así como las chilenas Sofía González, Ivania Herrera y Macarena Martínez, las mexicanas Zuheia Peña y Adriana González, el californiano Aaron Kim y las también estadounidenses Julia Zima y Abby Schultz. Por su parte, Dana Nurgazinova y Aruzhan Amankeldi se desplazaron desde Kazajstán.

Ocuparon sus asientos, muy formales, en el historiado paraninfo. El futuro se sentaba expectante entre las imágenes de San Agustín y San Francisco Javier. Todos observados por el Santo Tomás de Aquino que protagoniza el gran óleo que preside la sala. A los pies del gran pensador escolástico, san Ignacio de Loiola, gran viajero él mismo, mira de reojo las butacas, como satisfecho del éxito global de su Compañía.

Una vez todo en su lugar, abrió el acto de bienvenida, recurriendo a la lengua de Shakespeare, Alex Rayón, vicerrector de relaciones internacionales y transformación digital de Universidad de Deusto.

Pronunciaron breves discursos, asimismo, Juan José Etxeberria, vicerrector de comunidad universitaria y agenda 2030 de la Universidad de Deusto; Amaia Arregi, teniente de alcalde del Ayuntamiento de Bilbao y Begoña de Ibarra, directora general de cultura de la Diputación Foral de Bizkaia.

El eminente carácter internacional del evento casaba con la presencia en lugar destacado de buena parte del cuerpo consular acreditado en Bilbao. Era el caso de Carmenza Naranjo Trujillo, cónsul de Colombia; Sylvie Lagneaux-Bonelli, cónsul de Bélgica; Carmen Uriarte, cónsul honoraria de Turquía; Javier Font, cónsul honorario de Suecia, acompañado por su asistente, María Martín; Yann Batterfort, cónsul general de Francia; o Michael John Voss, cónsul de Alemania. También habían confirmaron presencia Susana Palomino, cónsul honoraria de Filipinas y José Miguel Zaldo, cónsul honorario de Marruecos.

Un buen número de responsables académicos acudieron a la presentación. Cabe citar, entre otros, al doctor en derecho Emilio Armaza, el doctor en filosofía y letras Asier Altuna, o el doctor en psicología, Óscar Martínez