TODO sucedió en uno de esos espacios singulares, uno de esos rincones edificados con materiales nobles, un gusto exquisto y retazos de historia. No en vano, el Salón de Grados es uno de los espacios más emblemáticos de la Universidad de Deusto, pues en él se conserva la primera biblioteca de la Universidad diseñada por José María Basterra en 1918. Cientos, sino miles, de libros dispuestos a lo largo de sus tres galerías superpuestas comunicadas en una elegante y disimulada escalera de caracol, acogen a la persona que entra en este espacio, cuyo techo está decorado con un planisferio celeste. Presidiendo su entrada se exponen reproducciones de La caída camino al calvario de Rafael y La visión de San Bernardo de Murillo..
Antes de que prosiga les diré que las primera voz de la mañana que allí se escuchó, más allá de los tejemanejes de ujieres y demás trabajadores que fueron dándole forma a la ceremonia, fue la de Javier María Torres Ripa, el hombre encargado de impartir la lectio titulada El Salón de Grados: inspiración renovada para la Universidad de Deusto, con ocasión de la reapertura del propio Salón, tras completarse su rehabilitación gracias a la colaboración de la Fundación Gondra Barandiarán. Guillermo Barandiarán, con legítimo e indisimulado orgullo, sonreía complaciente. La inmensa mayoría del resto de los asistentes escuchaban con admiración y curiosidad, dos virtudes académicas.
Explicó que se trata de una magnífica obra de carpintería de madera, que cubre los laterales, dejando libre el frente correspondiente a la pared de la fachada del edificio principal. Los ventanales lucen vidrieras con los tradicionales escudos de Loyola, la villa de Bilbao y la Universidad de Deusto. La pared frontal se remata con trabajos de pintura y la cruz de la Compañía de Jesús. En los bordes perimetrales abovedados, aparecen representados grandes padres de la Compañía de Jesús. Entre estos destacados humanistas se encuentra el P. Diego Laínez –quizá el más brillante intelectualmente entre el conjunto de los primeros jesuitas– e Ignacio de Loyola, a quienes el rector José María Guibert dedicó buena parte de su discurso para, según explicó, buscar a partir de sendas figuras una enseñanza para el liderazgo.
Permítanme un par de apuntes más. La Biblioteca fue durante la mayor parte del siglo pasado uno de los ejes de la vida universitaria. Durante la Guerra Civil, al ser incautado el edificio, que fue dedicado a cuartel general, a hospital militar y más tarde a campo de concentración, los jesuitas se vieron obligados a abandonarlo. Con la devolución del inmueble en 1940 las dependencias fueron recuperándose del expolio.
En los años sesenta, regresó un nuevo espíritu de libertad. Tras las famosas revueltas de Mayo del 68 en París, Deusto vivió tiempos convulsos. No era ajena a la vida. En 1989 el Salón revivió acogiendo las conferencias del Forum Deusto.
Mucho se habló de historia pero también se escucharon los siguientes pasos. La ceremonia se redondeó con la la toma de posesión del decano de la Facultad de Ingeniería, Asier Perallos, quien renovó su puesto. Juró su cargo ante el propio José María Guibert y el presidente del Consejo de Gobierno, Javier López Ariztegui. Testigos de todo cuanto les cuento fueron, además de los citados, Stella Solarnau, EugenioViyuela, Rafael Meseguer, Álvaro de la Rica, decano de Deusto Business School; Gema Tomás, decana de la Facultad de Derecho; Andoni Eguíluz, Ignacio Martínez de Salazar, José Cuesta, Ana Barredo, Szilard Kados, Alberto Murillo, Aintzane Conde, Alberto de la Calle, Garbiñe Amuriza, Amaia Méndez, Enrique Onieva, Larraitz Elorriaga, Arantza Mugica, Olat Uko, Rebeca Cortazar, José Luis del Val, Miriam Portell y un buen puñado de académica concurrencia que disfrutó de lo lindo con la cita.