Es imposible recitar sus logros sin parar a coger aire. En 2018 fue 4ª mejor sommelier de las Américas, un año después le nombraron Mejor Sommelier de Argentina –título que se le escapó por poco en 2012 y 2017, cuando quedó segunda– y Personaje del Año y Referente Sub-35 de la revistas argentinas Gente y La Nación, respectivamente. El pasado año fue Sommelier of the Year en el Women in Wine & Spirits Award, mejor Sumiller-Talento Joven de los Premios Gastro Navarra y Best Sommelier of the Americas. Este último galardón le permitió participar este mes en el Concurso Internacional de Sommeliers. Una cita que congregó en París a los 68 mejores profesionales del mundo y en la que fue 6ª. Una barbaridad.
Valeria Gamper cambió Buenos Aires, su ciudad natal, por el pueblo de Noáin: “Me encanta. Vengo de una ciudad muy grande y esta tranquilidad al principio costaba, por todo lo de la pandemia más que por el lugar. Aquí se vive distinto”, expresa. En Argentina convivió 10 años con su pareja Alberto, “de Barañáin de toda la vida”, y cuando nació su hija “pensamos qué hacíamos, si veníamos o no. Ella estaba creciendo, así que era el momento”. Valeria, Alberto y la pequeña Nerea, que entonces tenía 4 años, llegaron a Noáin el 13 de enero de 2020, justo un día antes del confinamiento.
En Argentina estudió Administración y Organización Hotelera y trabajó en un 5 estrellas en el que hizo “un curso de bartender básico. Fue el puntapié de inicio a las bebidas”. Decidió trabajar en servicio “porque para la gente que viaja, la manera de experimentar la cultura es comiendo y bebiendo”. Con una extensa carta, “necesitaba saber más. Teníamos 20 malbec y decía, ‘no pueden ser todos iguales’. Ahí estudio para sumiller”.
En 2012 se presentó al primer concurso. “Argentina es un país enorme, hermoso, divino... Pero las certificaciones internacionales no llegan, tienes que viajar para hacerlas. El concurso era un punto para seguir estudiando, capacitándome. También para medirme y ver hasta dónde puedo llegar”.
¿Cómo es un concurso?
En su país el concurso se divide en dos fases. Una semifinal con “un examen muy complejo” al que le sigue una cata de vinos y el reconocimiento de bebidas, “que pueden ser destilados, licores, sakes, cervezas, bebida sin alcohol... cualquier cosa distinta a vino”. Por último, una prueba de maridaje y servicio. Los mejores pasan a la final “y hacen lo que se ve en vivo, situaciones de restaurante, correcciones de carta errónea, etc”.
Los concursos, sobre todo los internacionales, tienen “un nivel de complejidad enorme. No solamente tienes que saber los vinos de tu país y de todo el mundo, tienes que saber de cafés, trufa, té, queso, chocolate, sake, coctelería... todo lo que puede aparecer en un restaurante. Y las demás pruebas también, porque te ponen un vino de cualquier parte del mundo y te dan muy pocos minutos para describirlo. Ni siquiera puedes racionalizar lo que estás haciendo, tienes que sacarlo de dentro”. Las pruebas son tan exigentes que “hay gente que viaja con masajistas, coach o que hace meditación para canalizar el estrés. La prueba dura un día, pero en tres minutos te puede salir algo mal y pierdes una preparación de seis meses”.
Ella se reconoce “muy feliz” tras finalizar 6ª en el Campeonato del Mundo “porque hay pruebas muy difíciles, muy poco tiempo par pensar y te están evaluando los mejores someliers del mundo”. Pero se le quedó la sensación de que “no di todo de mí, que podría haber sido mejor”. En una de las pruebas le dieron a catar cinco bebidas sin alcohol, “kombucha o un café elaborado con un método de filtrado específico. Tenías que decir qué era y hacer un menú vegano para esas bebidas. Me bloqueé y no pude seguir. Quedar 6ª con esas dificultades tal vez no está mal”, destaca.
“ ”
Su profesión tampoco es fácil para el bolsillo. “Fui a entrenar a París con un somelier, y por suerte recibí la ayuda de la Asociación Argentina de Someliers. Y muchas bodegas me mandaron muestras, porque si tienes que probar vinos de todos lados es imposible autofinanciarse. Es un camino muy personal pero que jamás se transita con éxito solo. El apoyo de un montón de gente es fundamental. Muchas personas me dedicaron su tiempo para hacer clases particulares de té, café o coctelería. Fue muy valioso”. Precisamente por eso, opina que quizá su mayor virtud como sumiller sea que “me apoyó mucha gente”.
Objetivo en mente
Valeria es autónoma y se dedica a formaciones, cursos o catas. De la tierra que le acogió hace tres años destaca “las garnachas y todo lo que se hace con variedad autóctona. Es muy auténtico y tendría que potenciarse sin duda. Garnachas blancas, viuras, he probado malvasías increíbles... ahí está el futuro de Navarra. Cabernet Sauvignon están muy bien, pero se hacen en todos lados y Burdeos queda muy cerca”. Por último, cuenta que su objetivo es montar su propia vinoteca en Pamplona “con mi espacio de catas y esa forma lúdica de enfrentar el vino”.