Tres años y cuatro meses en prisión no cambiaron sus ideales. Los acontecimientos solo han variado el modo de afrontar el escenario en el tablero independentista, que prosigue cercenado por la represión. La exconsellera Dolors Bassa (Torroella de Montgrí, Girona, 1959) devoró libros y emprendió un máster en filosofía y mundo contemporáneo para ocupar la mente privada de una libertad que ahora exprime como nunca.
Entre el Supremo y la Fiscalía, la persecución de la Justicia al independentismo no cesa.
Ya no nos sobresalta porque sabemos que el Tribunal Supremo resulta imprevisible. Pero su aplicación del nuevo Código Penal sí que es cuestionable porque, de hecho, no lo aplica como tal. Han hecho como si no existiera ningún cambio. Ni siquiera con la malversación. No esperaba que nos quitaran toda la condena pero la arbitrariedad que han demostrado sí que creía que sería menor.
¿Es una forma de amedrentarles?
Supongo que entienden que cuantos menos resistamos y estemos más callados, la gente estará más apaciguada. Dejar a Oriol Junqueras, que se halla aún en primera línea, inhabilitado por los mismos años es su forma de aplacar al independentismo. Lo que busca es calma en la calle.
¿Cómo vislumbra que se desarrollará este escenario judicial?
No creo que el Supremo cambie ya nada. Confío más en el Constitucional, donde ya ha existido algún voto discrepante, y sobre todo, en Europa. Allí sí que pueden percatarse de esta arbitrariedad con la que tratan al movimiento independentista, y de esta imprevisibilidad. A mí me para gente por la calle y me dicen: ¿cómo es posible que te pongan la misma condena de 12 años de inhabilitación, que es lo que tenía, 4.380 días, cuando ellos mismos dicen que no existe el delito de sedición? Se están vulnerando nuestros derechos cada vez que acudimos al Supremo.
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Buena parte del foco vira hacia ERC. Muchos pueden preguntarse para qué ha servido acordar con el Estado la reforma del Código Penal.
Sí que ha servido. Por un lado, los compañeros que solo tenían condena por sedición, se han liberado de ella. Por ejemplo, Forcadell, Rull y Forn. Y, sobre todo, sirve para la próxima generación, para los que vengan por detrás. Ahora no podrá haber nadie que sea condenado por sedición, y esto es importantísimo. Otra cosa es lo que a nivel personal nos repercuta o no. Y otra cosa de esta sentencia, más concretamente esta interlocutoria, a la que no se ha dado tanta relevancia es que dice claramente que los delitos de sedición a los que nos condenaron no son equiparables a los desórdenes agravados si no hay violencia. Además, cuando encuentro a alguien que me pueda echar en cara para qué ha servido esto, yo le preguntaría: entonces, ¿qué hay qué hacer? ¿Quedarse sentado en el sofá haciendo tuits para señalar que todo está mal? Lo esencial en política es poder ir avanzando y, aunque no desjudicialicemos, el conflicto, sí que podemos ir aclarando la situación. La interpretación de los jueces no podemos controlar porque responden a familias políticas. Es decir, ¿cómo es posible que un juez diga que si quitamos la sedición tendremos problemas con la unidad de España?
Fiarse del Gobierno español parece un ejercicio de voluntarismo.
Más que pactar es considerar que, cuando nos necesiten para algo, hay que apretar para avanzar hacia más democracia para tratar de conseguir una república catalana y librarnos de la venganza y la represión del Estado español. Por supuesto que no me fío de nada de lo haga el PSOE. Cualquier avance que haga el Partido Socialista es fruto de que nosotros apretemos, porque se ven forzados, no por una voluntad ni convencimiento propio, de ahí declaraciones como la del ministro Félix Bolaños asegurando eso de que ya decíamos que el 1-O es delito.
Tanto Pedro Sánchez como varios de sus ministros no dejan de alardear de que el ‘procés’ ya no existe.
Es el mensaje que tratan de vender. Ellos no se van a mover de su estatus quo si no es por necesidad. La derecha les puede y son cobardes en cualquier cambio: no se meten con los oligopolios ni con los altos estamentos de la Justicia. Al margen del mensaje que busquen trasladar, yo respaldo la estrategia de Esquerra porque nos permite avanzar y estoy convencida de que con el tiempo se verán sus frutos aún sabiendo que los jueces harán lo que puedan poniendo obstáculos.
Jueces que se equivocan hasta en la redacción de las resoluciones.
(ríe). Ahora reconocen que se equivocaron cuando me pusieron como consellera de Educación en vez de Trabajo. Pero ponen que es un error técnico, como sin importancia.
La inhabilitación, además, no afecta solo a realizar una tarea política.
Por ejemplo, en mi caso, yo no he podido volver a trabajar en Educación porque no podemos entrar en el mundo de las universidades. Ahora he hecho un proyecto para un máster de intermediación laboral, y lo hago sin cobrar porque aunque sea una fundación de la Universidad, es dinero público. Es más, no me he podido jubilar. Yo trabajaba en una escuela concertada donde era jefa de estudios. Tras perder la plaza por culpa de la condena, necesitaba seis años para la jubilación anticipada y no lo he podido hacer. Incluso si iría a la televisión de tertuliana tampoco podría cobrar. De hecho, tenemos una inhabilitación total que no tiene todo el mundo. Yo en la cárcel veía gente que salía con inhabilitación pero nunca total.
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Usted se erige como la líder soberanista del discurso pragmático.
No me arrepiento de lo que se hizo el 1-O pero ahora lo haría de otra manera y no como se hizo entonces, pero porque conozco las reacciones y las consecuencias. Si volviera a pasar sin saber lo que vino después, seguro que haría lo mismo porque estaba convencida de nuestro propósito. Y hoy en día sigo convencida de que teníamos que probar. Decidimos seguir adelante y es lo que teníamos que hacer. El cambio de estrategia que se ha hecho en Esquerra es algo que se ha debatido mucho y creo que es la acertada porque no podemos darnos contra la pared. Hay que contar con una base mucho más amplia y en eso estamos trabajando. Por eso soy pragmática. Mis convicciones y forma de pensar son las mismas. Yo estoy segura de que con una república catalana independiente la gente en Catalunya viviría mucho mejor. Como consellera ves las cosas que puedes hacer, y como responsable de Trabajo veía que había cosas que me gustaría implementar y no podemos.
¿No esperaban una reacción tan beligerante por parte del Estado?
Yo siempre pensé que acabaríamos pactando, por ejemplo, con las cartas que enviaba el president Puigdemont al presidente Rajoy. Pero como no hubo nadie al otro lado, hubo que hacer lo que hicimos. Ahora sería de tontos tropezar en la misma piedra. Hay que buscar otras vías.
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Esa división estratégica en el independentismo alcanza ya incluso a las entidades civiles, caso de la ANC. ¿Cómo se recompone este puzzle?
Yo sé que hay gente que se desilusiona cuando toca pasar al pragmatismo, y luego hay otra que aún cree en los discursos mágicos. Creo que deberían bajar al suelo. Siempre que oigo reproches a la actual estrategia de ERC digo eso: ¿qué otra solución hay? Si a mí me planteas una solución para mañana ser independiente, yo me apunto. ¿Pero dónde están esas soluciones? ¿Solo confrontar? Insisto: a mí no me interesa el discurso de quien se queda en su casa haciendo tuits. Esa solución no la tiene nadie, ni los compañeros de Junts a los que quiero muchísimo. ¿Que ERC lo puede hacer mejor? ¡Seguro! Pero la única manera de avanzar en este momento, poco a poco y ojalá todos juntos. Sí, lo admito, me molesta que no podamos ir todos juntos.
¿Se ha desaprovechado la fortaleza de la llamada legislatura del 52%?
Yo creo que todo lo que ha pasado en el independentismo son también derivadas de la represión. Pero la gente independentista sigue siéndolo, seas del partido que seas. Otra cosa es ir juntos. La verdad es que nunca hemos estado juntos. Cuando hay un objetivo común como fue el referéndum del 1-O, trabajamos juntos. Pero en las votaciones en el Parlament no votaba lo mismo quien venía de la antigua Convergència, o de Esquerra, o de la CUP, porque los proyectos sociales y políticos son distintos. Y en este momento no hay un objetivo inmediato como fue el 1-O, es un objetivo a más largo plazo por la independencia. Por eso, el president Aragonès presentó el acuerdo de claridad para ver si, con un proyecto más cercano, podía unirnos a todos. Pero nadie ha dejado de ser independentista y creo que ese 52% sigue estando. Otra cosa es que no esté en el resultado tangible del día a día, pero tampoco estaba antes.
El contexto electoral facilita que se le acuse a ERC de tejer un nuevo tripartito con el PSC.
El PSC tiene un problema: moverse en los temas nacionales y sociales de su posición fija. Todo lo que han pedido con los Presupuestos son proyectos del siglo pasado. Y al final tienes que decir que sí porque les necesitas para sacar las Cuentas. En el PSC solo han quedado los orgánicos y los más cercanos al PSOE. Todos los demás, con otro sentimiento nacional, ya se marcharon antes.
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En lo personal, ¿cómo recuerda su paso por la cárcel?
Yo estaba en una cárcel con pocas mujeres, y de este grupo era quien tenía la sentencia más alta. Es muy duro pero he sabido darle la vuelta y apreciar lo que es la libertad: estar en casa y abrir una puerta, ir donde quieras, coger un libro... cosas insignificantes... Los olores. No conocía nada del sistema penitenciario y creo que hay que conocerlo, al igual que hacemos con el sistema de Salud o de Educación. Hay gente que está en la cárcel a consecuencia de una situación de vulnerabilidad anterior, especialmente las mujeres. Lo he pasado mal pero no quería que este episodio me amargara una vez en la calle.
Fue un periodo que nos sirvió para conocer a otra persona, a su hermana Montserrat Bassa.
Montse siempre ha sido hermana y amiga, y mi tiempo en prisión nos unió mucho más. Fue mi voz, mis ojos, de cara a la sociedad. Pena que ahora, cuando va a hablar en el Congreso, tenga que oír por parte de los de siempre lo de “la hermana de la sediciosa” (sonríe).