El legendario humorista vuelve a las librerías, sumergiéndonos de nuevo en el thriller mezclado con tintes sobrenaturales para traernos Los crímenes del carrusel, una historia en la que conoceremos cómo la primera novela de Sebastian Walker guarda extrañas similitudes con el hallazgo de dos cadáveres pertenecientes a unos niños desaparecidos hace décadas en Massachusetts.
Irene Roberts, una entusiasta periodista cultural, será la primera en comprender que realidad y ficción se entremezclan de forma sorprendente en la obra de Walker. ¿Se inspiró en ese caso para construir su historia? ¿Es posible que él tenga la clave del crimen? ¿Podría ser el asesino?
Es cómico, escritor, presentador, actor... ¿Cómo se compaginan tantas disciplinas y se llega al final del día sin desfallecer?
Toda la vida he hecho un montón de cosas, y estoy como compartimentado en tareas. La de cómico sí es una mitad de mi cerebro, la que se dedica a hacer reír. Pero cuando me pongo a escribir novela policiaca, la comedia se queda a un lado. Yo soy la persona que soy, soy más o menos simpático, pero cuando escribo novela policiaca la comedia no está. A lo mejor ese toque de ironía está ahí, pero siempre he tenido un problema y es que escribía novela policiaca, iba a las entrevistas y me decían: “Bueno, pero eres cómico. ¿Por qué no nos haces un fragmento de...?”. No, no tocaba. Pero es difícil, porque esta es una sociedad que funciona con etiquetas.
De todas formas, como ser humano, narrar hechos tan cruentos no tiene que ser fácil.
Esto te va a parecer una moñada, pero yo me siento muy cercano al personaje de Sebastian. Yo no tengo sus problemas, pero me ha acompañado durante años. Y hay dos puntos concretos en la novela que siempre se me hacen bola.
Sebastian a lo largo de la novela lo dice: los escritores tienen diferentes fuentes de inspiración. ¿Cuáles diría que son las suyas propias?
Las mismas que las de Sebastian, porque ahí estaba dando altavoz a lo que me inspira a mí. Yo he escrito una novela que era una muerte improvisada que la soñé. Soñé que yo era el asesino de esa novela y venía la Policía a interrogarme. Yo no era consciente de haber cometido el crimen. Fue una pesadilla tan vívida que me desperté y todavía seguía ahí. Tomé nota y de ahí surgió la novela. He escrito cosas que luego por desgracia o por suerte se han acabado cumpliendo de una forma más o menos parecida. Para El hombre sin brazos necesitaba un accidente de tren, y hablé con un conductor de Renfe, un ferroviario, y me explicó cuál era el peor accidente que podía suceder. Esa novela se editó, se publicó, y una semana antes de salir al mercado ocurrió el accidente de Santiago de Compostela.
Corríjame si me equivoco, pero en esta novela hay elementos que nos pueden traer a la memoria a Stephen King, con esa atmósfera única. ¿Es uno de sus ídolos?
A mí Stephen King me gusta mucho. Stephen King, que ha estado muy mal visto por la crítica hasta que ha dejado de estarlo. Stephen King tiene un libro muy pequeñito, Mientras escribo, y es la Biblia de la escritura. Yo en ningún momento quiero parecerme a Stephen King, pero sí que es verdad que esa atmósfera de los pueblos pequeños él la ha sabido transmitir de lujo. Yo soy, eso sí, más de grandes historias que de grandes escritores.
Además de en estas atmósferas de los pueblos pequeños también nos sumerge en los entresijos de la tele, qué vende, qué no... Si pudiera enseñarle a Irene algo de su propia experiencia en la tele, ¿qué le diría?
Dedícate a otra cosa. Pero lo digo en serio. La tele es tan machacante... Yo he estado en un canal pequeño que se tenía que preocupar poco de las audiencias, como Paramount Comedy, ahora Comedy Central, pero la presión que había para hacer un late night era insoportable. Además lo presentaba y lo dirigía. Es la época más feliz en cuanto a logros, sin duda, pero también en la que más he sufrido, sin duda. ¿Me gustaría pasar por eso ahora? No. Nada mejor que hacer una cosa semanal, una colaboración... Ese es el gran problema que tiene la televisión. Los profesionales de la tele se pasan media vida luchando para conseguir sus sueños y luego otra media vida para que esos sueños no los destruyan. Es una vida muy dura, así que le diría a Irene que con lo que ha hecho está bien, que escriba libros, haga algún reportaje de vez en cuando, pero que no asuma demasiada responsabilidad porque es machacante. Ya te digo que lo mío era un canal pequeño. La famosa guerra que estamos viendo entre El Hormiguero y La revuelta..., no me quiero imaginar lo que son esas redacciones. Por mucho que la imagen que se ve de fuera sea de algo despreocupado, no quiero ni imaginarlo.