TVE ha cogido las sillas que los de La Voz tiran a la basura cuando dejan de girar y, tras un tapizado en gris, han sentado allí a los M&M’s de los jurados de la tele, Mónica Naranjo y Miguel Bosé, que ya estuvieron juntos en El número 1 de Antena 3 (otro talent musical olvidado, donde descubrimos a Amaia antes de tener edad para ir a Operación Triunfo) junto a otros dos (esta vez Chanel y Juan Magán), le han puesto al programa un nombre impronunciable por el público habitual de La 1, Cover Night, y se han lanzado a convertirlo en otro formato olvidable como fue Dúos increíbles, El gran reto musical, Hit-La canción y otros programas del montón (perdón por la rima fácil).
Da la sensación de que alguien en TVE tiene en su poder una de esas linternitas que usaban los Men in black y de vez en cuando nos pegan un fogonazo para que olvidemos los programas que fracasan por allí, que son cada vez más desde que se dedican a copiar/imitar las mecánicas que les funcionan a las teles privadas pero fracasan en la pública (como ese sonrojante Plan de tarde de Toñi Moreno que parece una conexión con Tele 5).
Cover Night es una cosa demasiado parecida a La Voz en la que los asientos no giran así que cuando el jurado pulsa el botón encienden un semáforo de dos focos (¿se acuerdan de El Semáforo de Ibáñez-Serrador?, pues tal cual), si la mayoría es roja, el concursante se va a casa, si es verde, le cuelgan, como un trofeo de caza, en la pared del plató en uno de las nueve cuadros que ellos llaman cabinas y que no tiene mucho más espacio que en la que se quedó atrapado José Luis López Vázquez hace un trillón de años y que, oh sorpresa, les dejan decorar a su gusto poniendo una triste fotocopia o colgando un sombrero con la excusa de que cuando les larguen tengan que meter sus cosas en una caja de cartón como cuando echan a una currela en una peli americana.
Como en La Voz, reciben también a cada candidato con una historia lacrimógena a la que ponen musiquilla de cortarse las venas (demasiadas veces sin motivo) y que usan para alargar innecesariamente el programa para que haya más drama y menos música, lo de menos es que canten bien sino que den penica. Y, como en La Voz también, dos concursantes se tienen que enfrentar en duelos aunque por lo que vimos en el estreno aquí cada uno canta lo que le viene en gana, en concreto la misma canción que antes.
¿Y para qué quiere ver alguien un programa que se parece tanto a La Voz, donde van los mismos tipos que irían a La Voz a cantar las mismas canciones que en La Voz para que el jurado le diga las mismas cosas que en La Voz si el programa ni siquiera iguala ni mejora el original que emite Antena 3? Pues es una pregunta que solo TVE sabrá responder.
La única aportación del programa consiste en que, al igual que su jurado, el elenco de presentadores son todos jóvenes cantantes. Al frente está una contenida Ruth Lorenzo, que sorprendió más cantando que presentando (le faltó sacar su personalidad), y en el bakstage una correcta Ana Guerra y un Abraham Mateo-sin Ana Mena, vestido de rotulador fluorescente que solo repite frases hechas.
En el estreno, cuando nos secuestraron el sueño innecesariamente hasta la una y media de la madrugada, ni siquiera se preocuparon en contarnos la mecánica del concurso y tuvimos que esperar al final para adivinar que cada semana echarán a un inquilino de su cabina colgante y meterán a otro, sin que sepamos todavía muy bien qué harán el resto del programa hasta la una y media de la madrugada. En TVE deben pensar que dormir está sobrevalorado.