Huérfana la Vuelta de Roglic, un velo de melancolía cubre la carrera, que suena apenada, en estado depresivo, porque el esloveno, que es más grande que su imponente palmarés, representaba la esperanza de un mañana mejor o al menos distinto. Roglic es un generador de la emoción, un ciclista pasional, ilusionante, conmovedor su empeño. A la Vuelta le falta el alma, esa reverberación de un campeón a dos tintas. Blanco o negro. Todo o nada. Roglic fue a por todo y, objetivamente, en cuanto a la cuenta de resultados, se quedó en nada. Sin embargo, gestos como el suyo convierten cualquier derrota en el mejor de los triunfos. El factor humano le otorgó mayor dimensión.
Así se construyen los mitos. Alguien dijo que las victorias de los vencidos son las más bellas, las mejores. La Vuelta echaba de menos a Roglic, que cerró su participación con el cuerpo molido a golpes, la piel hecha jirones y la sangre recorriéndole la arteria de la memoria. Tuvo que dejar la Vuelta. Solo una caída podía apartar a Roglic, todo corazón. El legado que dejó su ataque fue el de la sensación de que el esloveno, valiente, iba a poner contra las cuerdas a Evenepoel, el líder. Imaginación al poder.
Campeón de la carrera en tres ocasiones, su ausencia como consecuencia de la fea y cruel caída del martes en Tomares, cuando trató de voltear la Vuelta, reivindicar su nombre y lanzarse a por el trono que ocupa Remco Evenepoel, generó malestar en las expectativas de asistir a una revuelta contra el belga. Solo el esloveno, un campeón de punta a punta, mostró el colmillo y el deseo necesarios para desestabilizar al líder. Sin Roglic, la Vuelta lo es menos.
ABANDONO POR LA CAÍDA
El agujero de pena se agigantó después de que se supiera que abandonaba la carrera. La retirada del esloveno sacudió a la Vuelta, deshilachada sin el ascendente de Roglic, una figura que transciende a la carrera. El esloveno, tantas veces caído en desgracia, más veces aún en pie, daba vida a la carrera. Esa pulsión se apagó sin la ferocidad del esloveno. “Que ser valiente no salga tan caro, que ser cobarde no valga la pena”, canta Joaquín Sabina. A Roglic no le pudo costar más cara la valentía, siempre inflacionista. Esta por ver si la cobardía, el cálculo y la cicatería tienen premio. Mas trató de emular a Roglic, pero un viaje lunar les separa.
Se arrugó la carrera, empequeñecida sin el esloveno. Mas no es Roglic, aunque ocupe su plaza en la general. Son opuestos. El mallorquín quiso captar el espíritu del esloveno. Trató de arañar a Evenepoel en la ascensión al Monasterio de Tentudía, que estrenó Rigoberto Urán desde la fuga. El belga apagó a Mas en cuanto se encendió. Dominó la escena silbando. Recuperado el resuello.
ENRIC MAS LO INTENTA
Nada de jadeos. El líder vuelve a tener la respiración pausada, acompasada y rítmica, esa que le aceleraba el esloveno, dispuesto a electrocutar al belga a base de descargas eléctricas desde cualquier ángulo. Eso es un ejercicio de ciencia ficción. Una utopía. Desprendido de esa carga psicológica, del miedo, el líder respondió con suficiencia y un punto de indiferencia a la propuesta de Mas, lánguida, escasa de filo. Dientes de leche. Nada que dañe al líder de la manada de lobos.
Dispone Evenepoel de 2:01 respecto a Mas. Un mundo. Juan Ayuso, tercero, a 4:51 del belga, también se revolvió. El ímpetu de la juventud. Una travesura. No se alteró el líder, otro joven, que le tiró de las orejas en cuanto se movió. Evenepoel pasó revista en la subida. Se giró varias veces. Tal vez para comprobar que su pesadilla no estaba allí. Que un monstruo no iba a visitarle.
Comprobado que Roglic, efectivamente, había abandonado. El líder, tranquilo, se dedicó a gestionar la subida sin estridencias después del triunfo de Urán. Pura rutina para el belga, repantingado en la hamaca del sosiego. Se meció en un puerto de bajo relieve. En silencio. Camino del Monasterio de Tentudía.
VELOCIDAD Y FUGA
El día nació como queriendo olvidar cuanto antes la desgracia de Roglic. Buscaba el cielo a través del templo, un lugar para el recogimiento, para la oración y los milagros. Qué sería del ser humano sin los milagros y del ciclismo sin las fugas. Tardó en forjarse la avanzadilla con Champoussin, Jungels, Mäder, Wright, Herrada, Urán, Pacher, De Marchi, Craddock, Elissonde, Soler, Gesbert y Guglielmi que quería descubrir la cumbre a Vuelta. La carrera es un Doctor Livingstone explorando el territorio. Evenepoel, desprendido de la amenaza de Roglic, era feliz con esa configuración, aunque en la salida dijo estar triste sin la presencia del esloveno.
En la fuga, bien avenidos abrieron un boquete tremendo. Una perforadora a relevos. Se jugarían la victoria en el puerto. Apagada la estrella de Roglic, el líder accedió a la subida con más calma aunque en la aproximación los nervios garabatean el estado de ánimo bajo el sol crepitante en carreteras secundarias y paisajes decadentes. En el puerto, árido, Craddock disponía de un ramo de segundos. Dispuesto a deshojar la victoria. Champoussin, Urán, Soler, Pacher y Herrada le rastreaban.
URÁN LOGRA EL TRIUNFO
A Craddock, las opciones se le mitigaron a falta de un kilómetro, cuando el resto inició el cortejo por el triunfo, cada uno a su manera. Se movió Soler, se abalanzó Herrada y se encorajinó Urán, presente en todos los zarandeos. Por detrás, Evenepoel no perdía la compostura. El líder desmoralizó al resto de favoritos, cautelosos. La tercera semana es fatiga y una calculadora que sirve para conservar lo logrado. Mas trató de hacer palanca en dos ocasiones. En vano. Evenepoel no le concedió ni un palmo. Le tocó el hombro. Le miró. Paz en un lugar sagrado. El líder ató la carrera en corto.
El que se desató fue Urán. Midió los tiempos. Sabio, manejó con destreza los hilos del final. Dejó que se quemara Herrada, el más rápido, pero derrochón. Pacher tardó demasiado. Eso le dejó sin las vistas desde el podio. Lo tomó al asalto Urán, que se acodó en la barandilla de la experiencia para eliminar a sus oponentes y agarrar un trozo de cielo. Gloria. Urán descubrió el Monasterio de Tentudía para la Vuelta, huérfana, triste y en silencio sin la presencia del esloveno. La Vuelta sin Roglic es menos Vuelta.