En respuesta a una pregunta parlamentaria presentada por Jon Hernández, de Elkarrekin Podemos-IU, la consejería de Igualdad, Justicia y Políticas Sociales ha dado cuenta de las medidas que se están tomando para dignificar la memoria de aquellos que fueron fusilados por las tropas franquistas y enterrados en una fosa común al lado de la carretera en Labastida.
Señala el documento del Gobierno Vasco que el 21 de enero, responsables del Instituto Gogora se reunieron con la alcaldesa de Labastida y, tras visitar el lugar donde se encuentra la fosa, se valoró la posible adecuación del lugar (en coordinación con el servicio de Seguridad Vial de la Diputación Foral de Araba). Asimismo, se contactó con el Gobierno de La Rioja.
Tras las consultas ya mencionadas se concretó un plan de adecuación, consistente en colocar un poste con un código QR y un panel informativo de lo ocurrido con el objetivo de dignificar el lugar.
Por último, se confirma que se ha previsto un acto institucional de homenaje en noviembre de 2022, coincidiendo con el 86 aniversario de tan fatídico acontecimiento.
Gogora-Instituto Vasco de la Memoria y los Derechos Humanos fue quien envió al Parlamento Vasco los datos de una de las primeras exhumaciones que se realizaron de fosas comunes, concretamente la realizada en Labastida con fondos privados en los años 70-80.
La información detalla que entre el 3 y el 6 de noviembre de 1936 fueron ejecutados y enterrados en las proximidades de Labastida varios vecinos de los pueblos riojanos de San Asensio, Anguciana, Rodezno, San Vicente de la Sonsierra y Haro. En concreto, Vicente Rojas Carboneras y Felices del Campo Ábalos, de San Asensio; Félix Urrecho Ruiz e Ismenio Moneo Tordomar, de Haro; Nicolás Martínez de Sojo, de Anguciana; Braulio Antón García, de Rodezno; y Juan Martínez Ábalos y Martín Ramírez Apinález, de San Vicente de la Sonsierra. Tras su ejecución, sus restos fueron depositados en una fosa ubicada cerca de la carretera de Rivas de Tereso, aproximadamente a 1,5 kilómetros de Labastida.
Allí estuvieron hasta su exhumación, que tuvo lugar en el año 1979. Se realizó sin ningún tipo de ayuda oficial y con carácter privado a cargo de Francisco Lekuona, con la colaboración de varios vecinos de Labastida (Felipe Barrio, Pedro Harinas e Ignacio Martínez) y en presencia del forense de Haro Sáez Ameyugo.
Los restos fueron trasladados al municipio riojano de San Vicente de la Sonsierra, donde fueron inicialmente depositados en el Ayuntamiento y posteriormente llevados al cementerio de la localidad, donde se encuentran enterrados en un panteón junto a otros ejecutados.