Laiseka pintó de naranja el Tour y la afición, de rojo, verde y blanco

“Esto es un sueño hecho realidad... ¡Esto es la leche!”. Así de expresivo se mostraba el corredor de Euskaltel-Euskadi Roberto Laiseka tras su victoria, el 22 de julio de 2001, en la mítica cima de Luz-Ardiden, a la que ascendió arropado por miles de aficionados, que, a falta de alfombra roja, tapizaron el recorrido con el rojo, verde y blanco de las ikurriñas.

Con los brazos en alto, triunfante, como si quisiera devolver el apoyo recibido con un gran abrazo a todos sus seguidores. Así quedó inmortalizado al día siguiente el ciclista en la portada de DEIA, que recogía su gesta bajo el titular “Laiseka pinta de naranja el Tour”. Basta un pasar de páginas, hasta la apertura de la sección Kirolak, para que a uno le venga a la cabeza aquello de que la fama cuesta y hay que pagarla con sudor. En la fotografía, el rostro empapado del vizcaino, el gesto exhausto, los músculos de brazos y piernas en tensión sobre su bicicleta... la viva imagen del esfuerzo. Y del sacrificio, porque sufrió calambres la víspera.

Lo contaba en un artículo de opinión el ciclista David Etxebarria, quien afirmaba que Laiseka había sido “la revelación del Tour de Francia a los 32 años” y que el ciclismo por fin le había “hecho justicia”. Tras poner en valor lo “dificilísimo” que era ganar esa etapa, bromeaba con que “Roberto es un cascarrabias, pero un buen tío”. Además de un “ganador” porque solo un ganador, explicaba, “puede ganar dos etapas de la Vuelta y una del Tour como ha hecho él: escapado, solo y con final en alto”. Lo de solo es un decir, porque miles de vascos lo alentaron desde las cunetas. “Lo del Tourmalet fue impresionante: nunca antes un equipo había arrastrado tanta gente en una etapa. Con ikurriñas, camisetas naranjas... Cuando supe que había ganado me alegré por los miles de aficionados”, comentaba Etxebarria. También Laiseka les agradeció cómo le animaron “a muerte” en la rueda de prensa que ofreció y en la que contó la anécdota que vivió, como aficionado, en Luz-Ardiden en 1990, el año que ganó Indurain. “Estábamos en esa curva cerrada que hay a un kilómetro de meta. Yo llevaba una cámara de fotos, pero se me cayó un yogur encima y se me estropeó”, relataba el día en que fue él el retratado.

En aquella portada de DEIA se informaba asimismo de la desaparición de un montañero donostiarra en Panticosa y se recogían las palabras del entonces portavoz de Elkarri, Víctor Aierdi, quien afirmaba que se podía ayudar a la paz de muchas maneras desde Euskadi y que desde la UE cada vez había “más demanda de solución política y oferta de apoyo” a la misma.

También Vladimir Putin era por aquel entonces protagonista. Por raro que parezca, por una esperanzadora noticia. El presidente de Rusia había acordado con el de Estados Unidos, George W. Bush, lanzar el proceso de las conversaciones sobre el sistema antimisiles y la reducción de armas nucleares ofensivas. Dos décadas después, cada vez que salta a los titulares, el mundo se echa a temblar.