burgos – Contiene la Vuelta a España un efecto sanador y purificador. Un alivio de luto. Al menos para Primoz Roglic, que ha encontrado en la carrera española la redención ante los desgarros del Tour. El pasado curso, el esloveno se repuso con su segundo triunfo en la Vuelta del impacto de la Grande Boucle, despellejado por Pogacar en la celebérrima contrarreloj de La Planche des Belles Filles. Donde otros se hubieran lamentado, incluso agarrado al discurso del victimismo para sobresalir como mártir, como un ciclista atormentado por una derrota cruel, Roglic eligió el camino de la superación, alérgico como es a las coartadas y a la excusas. El esloveno se repuso del Tour celebrando la Vuelta en un final agónico, perseguido por el iracundo Carapaz, para alcanzar la paz interior. De algún modo, Roglic inició su resurrección en el mismo momento en el que asistió, atónito, con la mirada perdida, sentado en el suelo de la incomprensión, la pérdida del Tour. La Vuelta de la pandemia cicatrizó sus heridas.
El esloveno, competidor voraz, campeón irreductible, acude a la Vuelta de las catedrales –la carrera comienza hoy en la de Burgos con una crono fugaz y se cierra el 5 de septiembre en la de Santiago con otro examen, este más largo, de más de 30 kilómetros bajo la mirada del reloj– después de otro Tour doliente. Roglic fue víctima del caos, la locura y las caídas que deletrearon la primera semana de la carrera francesa. Derribado en la tercera jornada, el esloveno, vendado el costado izquierdo como una momia, continuó en la ruta hasta que decidió abandonar debido a los dolores. Otra vez rehuyó Roglic de la misericordia y de las quejas. Se armó para los Juegos Olímpicos y se colgó el oro en la modalidad de contrarreloj. Su actuación, meteórica, anunció la segunda resurrección del esloveno. Roglic se encuentra con la Vuelta tras transitar otra vez por el infierno. Renacido entre cenizas. Ave fénix. Roglic, que persigue la marca de Tony Rominger, es el máximo favorito para conquistar la carrera.
Mikel Landa entiende la biografía de Roglic. El de Murgia comparte el dolor de las caídas. Como la del Giro, que le arrancó de la Corsa rosa y le dejó en el arcén durante más de 80 días. Lejos de la competición tras romperse la clavícula izquierda y varias costillas. "Lo he pasado mal, sobre todo, en el aspecto mental", rememora Landa, que vio el resto del Giro por televisión. El sofá fue su sillín también en el Tour y en los Juegos Olímpicos. Landa regresó en la Clásica de San Sebastián. Se colocó un dorsal y no miró para atrás. Arrancó el retrovisor. Prefirió elevar la vista. Le atraen las alturas. Las montañas. Allí se logran las mejores vistas. En la cumbre de las Lagunas de Neila, donde logró su primera victoria profesional una década antes, Landa festejó el triunfo en la Vuelta a Burgos. Resistió y venció. Elevó el puño izquierdo. En ese gesto concentró un triunfo "inesperado" pero que le sirve para alimentar su ambición por la carrera. Landa quiere el podio. Pelear con los mejores. "La primera semana me dirá dónde estoy. Si la paso bien, la idea es el podio", expone el de Murgia, que entiende que la ascensión al Picón Blanco será el test que servirá como metro patrón de su estado de forma y senda para el resto de la Vuelta.
Esa montaña, venerada desde su descubrimiento en la carrera burgalesa y que se estrena en la Vuelta, la rastreó Egan Bernal, el colombiano que pretende plegar la Vuelta en el armario en el que reposan el Tour de 2019 y el Giro del presente curso. El colombiano es otro ciclista que se mide a la carrera después de un largo proceso de penuria, atenazado por el dolor que le dobló la espalda. La carrera italiana le alejó del calvario, del sufrimiento de muchas lunas encerrado a solas con el padecimiento y la incertidumbre. No existe peor sensación. Bernal se rebeló. Volteó su destino. Su maltrecha espalda, que achicó la talla de campeón que adquirió en el Tour de 2019, le apagó el pasado curso. Bernal es otro. Revivido. Bernal, obligado a gatear por el dolor, ha sabido ponerse en pie para ser quién fue tras bucear hasta el alma. Recuperado y feliz tras el rosa que eliminó el color negro que le vistió, el colombiano es otro de los grandes opositores al reinado de Roglic.
En ese grupo se encuentra el insaciable Richard Carapaz, segundo en la pasada edición de la carrera, flamante campeón olímpico en ruta y que se sitúa al lado de Bernal para poder combatir a Roglic, al que arropará un gran equipo. El ecuatoriano, tercero en el Tour que dominó por aplastamiento Pogacar, es la otra gran referencia del Ineos, que alinea una escuadra repleta de luminarias. Thomas Pidcock, campeón olímpico de mountain bike, y Adam Yates son otros dorsales que harán palanca con la idea de voltear a Roglic, bicampeón de la carrera. Pidcock es el próximo proyecto de Brailsford para acabar con la tiranía eslovena que representan Pogacar y Roglic. Otro inglés, Hugh Carthy, que hizo cima en el Angliru en la edición de 2020 y que cerró la Vuelta a Burgos elevando los brazos en las Lagunas de Neila, buscará, al menos, repetir el podio conseguido el pasado año. Cerca de la huella de Carthy se posarán Enric Mas, la apuesta del Movistar junto a Miguel Ángel López, o Vlasov, que comandará el Astana.
MANDA LA MONTAÑA. Todos ellos se batirán en duelo en un recorrido aserrado, con porciones de montañas suficientes para medirse palmo a palmo y que contará con dos cronos. La primera, de apenas siete kilómetros, servirá para izar la Vuelta en Burgos y la última enmarcará al campeón en Santiago después de un ejercicio contra el reloj de 33,8 kilómetros. Entre ambos juicios bajo el yugo de las manecillas, la Vuelta dispondrá de siete jornadas de montaña. Sobresale en la primera semana el encuentro con el Picón Blanco, en Espinosa de los Monteros. La montaña se bautiza en la Vuelta después de ensayarse en la Vuelta a Burgos. Servirá como termómetro inicial de los favoritos. El Alto de Velifique, de categoría especial, será el remate del primer tramo de la carrera, otro punto para que se midan los mejores. Más tarde asomará la ascensión a Pico Villuercas, una durísima e inédita rampa, de esas que tanto entusiasma a la organización de la Vuelta. En la semana definitiva, la carrera entrará en el descuento con las jornadas asturianas como juezas de la competición con la mítica subida a los Lagos de Covadonga y el descubrimiento el Altu d'El Gamoniteiru. Después, la crono de Santiago de Compostela confirmará al campeón de la Vuelta. Territorio Roglic. Landa quiere amenazarlo.