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Polideportivo

Landa sonríe en el show de Pogacar

El alavés, segundo en la general, recupera las buenas sensaciones en una Volta dominada tiránicamente por el esloveno, coronado en Barcelona, donde vence
Pogacar vence en Barcelona.
Pogacar vence en Barcelona. / Volta a Catalunya

A Mikel Landa le cuelga una media sonrisa en la balconada de su rostro. El trazo tiene algo de enigma y mucho de sabiduría, relativismo e inteligencia. Es indescifrable el alavés. Tal vez ese misterio genera fascinación. Nadie sabe qué hay detrás de la media luna. La parte oscura, la luminosa. En la Volta a Catalunya de Tadej Pogacar, el intocable, el hombre que esprinta hacia la leyenda después de una actuación soberbia en la carrera, a años luz del resto, Landa sonrió abiertamente. En el podio, de plata, por detrás de Pogacar, pero por delante de Bernal, Landa se mostró feliz.

El mismo gesto que alumbró un luminoso 2015, cuando se lanzó hacia la jerarquía del ciclismo después de un Giro soberbio, donde alcanzó el podio. Tiró de recuerdos, del tomavistas de la vida. La imaginación es la memoria fermentada. En la Volta sintió el arrebato de entonces, esa energía y frescura. Esa sensación pretérita le reconforta. Lejos de la nostalgia rejuvenece el de Murgia, alegre y combativo. Una década después, su ciclismo continúa plenamente vigente. Al menos entre los humanos, los mortales. Fue Landa el mejor de los hombres.

Pogacar, el todopoderoso, cerró la Volta con otra victoria en el grupo de los mejores. Póker. Mano ganadora. Mostró cuatro dedos. La mímica del cuarto triunfo en territorio catalán. Nadie como él. Rey en Montjuïc, emperador de la Volta. Para calcular los logros de su biografía necesita una calculadora. Llegó a 69. Tiene 25 años. Los números resumen a Pogacar pero no lo explican.

No alcanzan a entender semejante fenómeno. Es un elegido. La victoria irrefutable en la Volta concede al esloveno otro argumento más en su debate dialéctico con Vingegaard, que pretende responder en la Itzulia dentro de una semana. Son vasos comunicantes que confluirán en el Tour del desempate.

Gran Volta de Landa

En la categoría de los dioses emerge Pogacar, un ciclista de otra galaxia. Sólo Vingegaard, su némesis en el Tour, se equipara a él en pruebas de aliento largo. Debajo de ellos, sobresale la figura del escalador de Murgia. El pasado curso Landa fue quien más se aproximó al danés en la Itzulia. En la Volta del esloveno fue el único que pudo ver de cerca al fenómeno durante unos instantes.

La fugacidad para Landa. La eternidad para el esloveno. Eso es lo que dejó el dominio tiránico de Pogacar, el mejor desde el prólogo hasta el epílogo. Posó en solitario en las tres cumbres de la Volta. Cordillera eslovena. Desde las alturas, se entronizó en el Castillo de Montjuïc. A sus pies, Barcelona. Coleccionista de cromos, laureles y montañas. Su palmarés, museístico, es un caleidoscopio de triunfos de todas las formas y colores.

La colección de un ciclista infinito. Imperial en la Volta, Pogacar es predecible por su capacidad y garantía para vencer. Representa lo que se espera de un campeón enorme. Refractario al aburrimiento y el tedio, el esloveno, carismático, siempre conectado con el público, ha honrado la carrera con un espectáculo magnífico en cada fotograma de la carrera.

Pogacar festeja su cuarta victoria de etapa en la Volta.

Pogacar festeja su cuarta victoria de etapa en la Volta. Volta a Catalunya

Implacable Pogacar

“El plan no era que ganara yo. Lo intentó Soler, luego Almeida, pero no pudieron, así que tuve que ganar yo”, resumió sonriente después de acumular su cuarto laurel en siete días de competición. Además, fue segundo en la primera etapa, la que se le escapó por un par de metros. Es insaciable el esloveno. Siempre hambriento. Caníbal.

Tal vez podría haberse camuflado en el cálculo y la prudencia después de hacer cumbre en Vallter 2000, donde sentenció la carrera, pero eso no le estimula. Sería traicionar su naturaleza. Valiente y descarado, fortísimo, prefirió mostrar su verdadera naturaleza con unas cabalgadas formidables. Llanero solitario.

Con ese espíritu de muchacho travieso, el pizpireto Pogacar agitó la subida a Montjuïc en el penúltimo giro. Bernal, de regreso desde el más allá, se tachonó al esloveno. El zarandeo fragmentó el pelotón de cara al último chasquido de la Volta, al respingo definitivo de los mejores en la montaña mágica. Sonó la campana. Sonido celestial. Llamada a la misa pagana sobre el cielo de Barcelona, donde habita el esloveno. El reino de los cielos le pertenece. Landa sonríe en el show de Pogacar.

Séptima y última etapa

1º Tadej Pogacar (UAE) 3h 15:23

2º Dorian Godon (Agr2) m.t.

3º Guillaume Martin (Cofidis) m.t.

4º Stephen Williams (Israel) m.t.

General

1º Tadej Pogacar (UAE) 28h 21:29

Mikel Landa (Soudal) a 3:41

3º Egan Bernal (Ineos) a 5:03

4º Aleksandr Vlasov (Bora) a 5:56

5º Enric Mas (Movistar) a 6:01

2024-03-25T13:29:09+01:00
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