En Donostia, el servicio público de alquiler de bicicletas cuenta con 347 vehículos mecánicos frente a 120 eléctricos. Aún así, cada mes se usan 10.000 veces más las segundas. Para conocer el motivo por el que son tan solicitadas, al menor esfuerzo físico que suponen hay que sumarle el elevado peso de las tradicionales, que ahuyentan a más de un usuario de Dbizi en caso de no tener ninguna disponible. “Las eléctricas están mucho más demandadas y a veces cuesta hasta encontrarlas”, afirman varios habituales ciclistas.
La imagen más común cualquier mediodía en la estación de Dbizi situada junto al Ayuntamiento, la más usada en toda la ciudad, suele ser la misma: una bicicleta eléctrica libre por cada más o menos ocho mecánicas. Los datos de los dos últimos años revelan una clara preferencia por las dos ruedas con motor, al suponer más del 60% de los viajes realizados. “Son las más cómodas. En mi caso, si veo que no hay una libre prefiero coger el autobús”, cuenta Francisco, uno de los habituales usuarios del servicio.
En lo que va de 2022, en todos los meses el uso de las bicicletas eléctricas ha superado en más de 10.000 al de las mecánicas. No importa que sea en pleno invierno –en febrero se realizaron 17.339 viajes en bici tradicional y 30.361 en eléctrica– o con la llegada del verano –en junio la diferencia entre ambas incluso superó los 20.000–, los donostiarras y visitantes están mucho más interesados por el vehículo motorizado. Esta tendencia se ha ido incrementando con el final de la pandemia, ya que el pasado curso, por ejemplo, la distancia llegó a estar más reducida, con su punto mínimo en las 5.000 bicicletas entre los dos modelos en enero de 2021.
“Utilizo las eléctricas porque son más cómodas, pero cuando no hay ninguna libre no tengo problemas en coger las otras”, cuenta Julen, un joven que afirma hacer más uso de las bicicletas públicas que del autobús. “La cojo para ir a la ikastola y para quedar con los amigos. Funcionan bastante bien y no suelen tener problemas”, añade segundos después de devolver uno de estos vehículos.
A lo largo de la ciudad hay 47 estaciones, entre las que se reparten las más de 400 bicicletas que se ofrecen en el servicio. Siendo socio de Dbizi se puede usar cualquiera de los dos modelos, aunque la tarifa es diferente: el coste de la mecánica durante la primera media hora es de 22 céntimos, mientras que para la eléctrica el precio asciende hasta los 45 céntimos. A partir de los 30 minutos la diferencia pasa a 65 céntimos para las primeras y a 1,35 euros para las segundas, mientras que la hora está fijada en los 6,30 euros y los 6,60 euros, respectivamente.
Esta diferencia en los precios tampoco aleja a los usuarios, tal y como responde Elisabet, que no tiene problema en “pagar un poco más” para ir más cómoda. “El servicio funciona muy bien y no suele haber excesivos problemas con el número. A alguna le puede faltar una parte del manillar o la cesta puede estar rota, pero no son cosas de las que preocuparse”, asegura esta mujer que afirma preferir las eléctricas aunque no le hace ascos a las mecánicas: “Es verdad que son más pesadas, pero en mi caso no tengo que subir tantas cuestas”.
“Todos preferimos nuestras bicis porque son más cómodas, pero estas tampoco están tan mal”, comenta, por su parte, Amaia, otra usuaria del servicio, que confiesa coger estos vehículos del Ayuntamiento cuando no quiere dejar en cualquier lugar su bicicleta candada. “Cojo además la mecánica, para obligarme a darme más caña”, afirma entre risas.
Diferencia entre estaciones
En líneas generales, el servicio es muy bien valorado por los usuarios, cuya única exigencia es que el número de bicicletas eléctricas se vaya incrementando a la par que su demanda. “Hay muchas diferencias entre las estaciones. Si te acercas a media mañana al Antiguo, encuentras allí todas las eléctricas de la ciudad que han sido usadas por los universitarios”, afirma Julen, quien, por el contrario, revela que al final del día es “imposible” dar con una en las situadas en el Boulevard.
Por lo demás, todos destacan el cuidado y la calidad de los velocípedos. “Yo solo uso mecánicas y nunca tengo problemas. La gente las respeta y, por lo general, no suelen estar en malas condiciones”, apunta otro donostiarra, Aitor. Cada usuario puede además avisar cuando uno de los vehículos se encuentra en mal estado con simplemente pulsar el botón correspondiente a la hora de dejarlo, lo que, por otra parte, lleva a que algunos “gamberros” bloqueen las bicicletas a pesar de estar en buen estado.
No obstante, no deja de ser una excepción a un servicio que va “perfectamente”. “Lo utilizo todos los días para ir a trabajar y desplazarme y nunca he tenido un solo problema”, indica Eñaut, a punto de coger una mecánica, la que más utiliza. Es uno de los, aparentes, poco fieles al modelo tradicional, porque los datos, así como el número de cada una de los modelos en las estaciones, parecen dejar bien claro que en Donostia las bicicletas se prefieren eléctricas.