Con la baqueta en mano a modo de batuta, Garikoitz Mendizabal dibuja una curva suave en el aire y se lleva el txistu a la boca. Al instante, sus cuatro compañeros, algunos armados con este instrumento de aire y otros con instrumentos de percusión, le acompañan en Saldua, la canción con la que inauguran su pequeño concierto en el centro de la calle Diputación. Poco a poco, los curiosos comienzan a llenar los bancos y se observan menos mesas libres en las terrazas cercanas. Para cuando la Banda Municipal de Txistularis termina la interpretación del primer tema, los que ya eran seguidores del género han comenzado a bailar y los que se han acercado como curiosos se han convertido en fans.
Para la segunda canción, los vecinos ya se han asomado a las ventanas y la zona, que hasta hace menos de cinco minutos no era más que un lugar de tránsito, se ha convertido en un punto de encuentro en el que se respira un ambiente casi festivo. Todos llevan mascarilla, pero no cabe ninguna duda de que detrás de cada uno de estos cubrebocas de tela se esconde una sonrisa que revela que el cuerpo humano, del mismo modo que necesita agua y comida, requiere desconectar y pasar un buen rato para su adecuado funcionamiento.
Cerca de los músicos, bailando unos pasos muy fácilmente reconocibles como danzas tradicionales vascas, se encuentra Txema Isasi, quien está animando a su hija mayor a bailar como él. "No sabíamos que había un concierto. Estábamos sentados lejos y nos hemos acercado porque nos ha gustado mucho la interpretación, nos gustaría que hubiese más cosas así, se agradece mucho oír música en directo en la calle y la verdad es que lo echábamos de menos", explica. Por otro lado, su mujer, Carmen Saratxaga, destaca el nivel del grupo: "Están tocando muy bien, se nota que van a diferentes voces y que no se trata de un grupo de amigos. Se ve que son profesionales, la música vale tanto para bailar como para escuchar sentado".
Melancolía
Al otro lado de la calle, en la terraza de el restaurante La Olla, Josune Olabarria saborea su pincho de jamón y una copa de vino mientras disfruta de la música. "Yo me he sentado en este sitio para poder verlos de frente, me gusta mucho cómo tocan. La verdad es que hace mucho que no escucho música en directo, antes era muy común en los pueblos y en las verbenas, pero desde la pandemia no se ha celebrado nada", comparte Olabarria. Del mismo modo, considera que aunque todas precauciones son pocas, echa de menos la alegría de la música, por lo que el concierto la ha hecho sentir melancólica.
A María también le ha gustado la actuación, pero reconoce que no ha estado del todo tranquila en el concierto. "Por un lado nos mandan mensajes de que no nos juntemos demasiados, pero por otro lado el Ayuntamiento organiza esto y las probabilidades de que haya una concentración son grandes, porque estamos todos con ganas", apunta. Sin embargo, admite que la música ha estado a un nivel muy alto: "Es un grupo muy bueno, son todos unos fenómenos, para mi es la mejor banda de txistularis".
Respecto a la situación del sector, Garikoitz Mendizabal, el director del grupo, explica que tocar en la calle todavía no es algo que se haga con normalidad. "No hemos parado de tocar, pero no hemos podido hacer actuaciones en las que te vas moviendo como las que hacíamos por el Casco Viejo", comparte. Así, sus recientes conciertos en Moyua o el Teatro Arriaga han tenido que ser estáticos, permitiendo ser rodeados a una distancia prudencial.
En cuanto a la audiencia, Mendizabal asegura que la gente está necesitada de cultura. "El txistu es un instrumento que a muchos les hace recordar buenos momentos. Como músicos echamos de menos las kalejiras, que es donde la gente se anima más, pero todo llegará", concluye.
Josune Olabarria cuenta desde un bar que aunque todas las medidas son pocas, se siente melancólica y echa de menos las verbenas
Los músicos todavía no pueden tocar en la calle con normalidad, pero han dado varios conciertos en la vía pública sin desplazarse