Rusia celebra del 15 al 17 de marzo las octavas elecciones presidenciales de su historia, unos comicios en los que el actual jefe del Kremlin, Vladímir Putin, busca la reelección para un quinto mandato:
Putin, favorito por aclamación
Putin, que llegó al poder el 31 de diciembre de 1999, ha ejercido cuatro mandatos presidenciales con un paréntesis de cuatro años como primer ministro (2008-2012).
Ante la imposibilidad de ejercer más de dos mandatos presidenciales consecutivos, reformó en 2020 la Constitución aprovechando la confusión creada por la pandemia del coronavirus. Ahora podrá presentarse a la reelección este domingo y en 2030.
Putin, de 71 años, no solo es el gran favorito a la victoria, sino que podría lograr su mayor victoria electoral con más del 80 % de los votos, según los sondeos.
Soldados y anexionados sin pasaporte
Más de 112 millones de rusos -1,89 millones en el extranjero- están llamados a las urnas. Por primera vez en las presidenciales votarán los habitantes de las zonas ocupadas por el ejército ruso en las cuatro regiones anexionadas (Donetsk, Lugansk, Jersón y Zaporiyia).
Según el censo electoral, se trata de unos 4,5 millones de votantes, que podrán ejercer el derecho al sufragio incluso aunque carezcan de pasaporte ruso.
Además, también votarán en territorio ucraniano los más de 600.000 soldados desplegados en la zona de la llamada operación militar especial.
Sin oposición ni candidatos por la paz
Además de Putin, sólo tres candidatos concurrirán a las elecciones. El comunista Nikolái Jaritónov, el ultranacionalista Leonid Slutski y el presunto liberal Vladislav Davankov, cuya intención de voto no supera el 6 %.
El único aspirante opositor, Boris Nadezhdin, no fue registrado, pese a recolectar el doble de las firmas necesarias -100.000-, por defectos de forma.
Según la prensa independiente, la Administración presidencial vetó a Nadezhdin, conocido como el candidato por la paz, por ser el único aspirante que se oponía a la guerra en Ucrania.
En ausencia de Navalni
Las elecciones transcurrirán un mes después de la muerte del principal enemigo del Kremlin, Alexéi Navalni, que falleció súbitamente entre rejas, de lo que la familia, sus correligionarios y Occidente acusan directamente a Putin.
Las autoridades penitenciarias le enviaron a una prisión en el círculo polar ártico después de que el líder ruso presentara su candidatura y de que el opositor anunciara una campaña contra la reelección del presidente.
Los funerales del opositor en Moscú, a los que asistieron decenas de miles de personas, se convirtieron en el acto más destacado de toda la campaña electoral rusa.
Un tercio de votantes electrónicos
Por primera vez, un tercio de los electores rusos -unos 38 millones- podrán votar electrónicamente. Los observadores independientes consideran que el voto electrónico es, en realidad, un instrumento de fraude oficialista debido a la opacidad del escrutinio, como ya ocurrió en los comicios municipales de 2021.
A este se suma la posibilidad de votar durante tres días, opción que la oposición al Kremlin cree que fomenta el empleo masivo del recurso administrativo para obligar a los rusos que trabajan para el Estado a votar a favor de Putin.
Sin observadores occidentales
Rusia celebra los comicios a espaldas de Occidente. El país ha invitado a cerca de 1.000 observadores internacionales, pero a ninguna de las organizaciones europeas que supervisan la limpieza de las elecciones en el continente.
Moscú no ha invitado a la Organización para la Seguridad y Cooperación en Europa (OSCE), a lo que hay que sumar la ausencia de los observadores del Consejo de Europa, organismo al que ya no pertenece Rusia.
Todo ello eleva el riesgo de que Occidente no reconozca los resultados de estas elecciones, en línea con los llamamientos realizados por las viudas de Navalni y del exespía ruso Alexandr Litvinenko, asesinado en 2006 en el Reino Unido por los servicios secretos rusos.