Desde que era “bien pequeñita” a la barakaldarra Itziar Rodríguez Angel (20/05/1991) le gusta todo lo relacionado con las manualidades y la naturaleza. De hecho, disfrutaba muchísimo de la asignatura de plástica y de cualquier cosa que pudiera crear con sus manos y su imaginación. Además, su hermano y su padre siempre han dibujado muy bien y ella quería hacer lo mismo.
Rodríguez cada vez tenía más claro que quería estudiar Bellas Artes, por lo que una vez que estuvo ya en la universidad, tocó todas las ramas que ofrecían. Hoy en día, sigue queriendo experimentar todas las técnicas posibles. Comenzó con la fotografía y el vídeo, y estuvo varios años realizando reportajes fotográficos y videográficos para familias, bodas e incluso vídeos musicales.
Sin embargo, no fue hasta después del nacimiento de su hija y del paso de la pandemia que hubo un cambio. “Sentí la necesidad de volver a crear con las manos y dejar de lado las pantallas. El arte me conecta mucho con la naturaleza, con lo primitivo, tanto uno como la otra forman parte de mi vida y son esenciales. Quizás de algún modo la maternidad despertó lo que durante un tiempo estuvo apagado dentro de mí y renació”, explica la creadora barakaldarra sobre el comienzo de Basotar.

Los proyectos de Basotar se realizan con técnicas muy diferentes.
Delantales bordados para su heladería favorita
Para Itziar Rodríguez, elegir la creación de la que más orgullosa se siente es una respuesta difícil, porque cada proyecto que tiene entre manos lo gesta con mucho mimo y delicadeza, ya que “cada pieza es especial”. Además, cuenta que las primeras ventas siempre se hacen con mucha ilusión, tanto por Instagram como en mercados. Aunque si tuviese que mencionar una, la artista está muy orgullosa de un regalo que le hizo a un buen amigo por su cumpleaños, cuyo diseño está basado en diferentes flores con su respectiva simbología y en el centro del bastidor se encuentra escrito “larga vida”.

El regalo que Itziar Rodríguez le hizo a un amigo suyo por su cumpleaños.
Cree fervientemente que se sintió “realmente libre y cómoda al hacerlo, y eso se nota”. En otra ocasión, nos relata que su heladería favorita en Laredo, El Cántabro, que en sus palabras tiene “unos helados veganos riquísimos”, le pidió unos delantales bordados por ella con su logo y, desde luego, no pudo hacerle más ilusión. Como anécdota, destaca que es curioso que alguna persona que le sigue desde hace tiempo ha visto su recorrido y confía en ella para crear piezas especiales, pues tiene tanto un vídeo de boda como un bordado suyo.
Crear, una verdadera terapia
Si Itziar Rodríguez tuviera que darle un consejo a alguna persona que quisiera empezar en este mundillo, le diría que “no se lo piense más y que empiece con lo que sea”. En su opinión, crear es maravilloso, nos apaga el ruido mental y nos concentramos en la tarea o en el proyecto que tenemos entre manos, por lo que se vuelve una terapia. Aunque, a veces, también es frustrante, como todo... Le recomienda empezar con pequeños proyectos acudiendo a clases presenciales, por ejemplo en 221b artesanía, un espacio creativo muy especial ubicado en Barakaldo.
En caso de no tener una economía suficiente, considera que tenemos la opción de tirar de plataformas de internet o de patrones a la venta o gratuitos. “Lo importante es que intentemos sacar un ratito al día o a la semana para nosotras, para crear y sumergirnos en ello, que, en definitiva, es lo más difícil con el ritmo de vida que llevamos”, enfatiza.
A pesar de que le hubiera venido bien saber que todo requiere tiempo y constancia, que no tenemos que compararnos y que no tenemos que buscar la perfección, porque no existe..., nos recuerda que lo imperfecto ya es perfecto por el hecho de ser único. “Supongo que ya lo sabía pero no quería verlo...”, puntualiza.
Si quieres participar en esta sección, escribe a igandeaplus@ntm.eus
Itziar Rodríguez encara el futuro proponiéndose a sí misma dibujar más. Seguirá bordando, pero necesita retomar lo que tan feliz le hacía en aquellos años de carrera: lápices, pinceles, dibujar, colorear, dar forma... “El cuerpo me lo pide, veremos a dónde me lleva...”, destaca. Además, seguirá intentando crear desde la sostenibilidad, pues no lo concibe de otra manera y, como siempre, cuidando el proceso. “Lento, cuidado y con mucho amor”, aclara.
En definitiva, la creadora llega a una conclusión: “Lo que está claro es que crear, sea lo que sea y de la forma que sea, formará parte de mi estilo de vida siempre. Al igual que la naturaleza, el arte es un bálsamo para mí. Me ayudan a calmar la mente y a sentirme plena”.
Las redes sociales en la artesanía, las dos caras de una misma moneda
Itziar Rodríguez sueña con poder tener algún día su propio local con tienda y taller para Basotar
Itziar Rodríguez considera que las redes sociales “absolutamente sí” le han ayudado a dar a conocer su trabajo, pues piensa que a día de hoy son perfectas para dar visibilidad a sus proyectos. Pese a que no es una experta manejándolas, en sus palabras, cree que como le gusta la fotografía sabe cuidar bastante toda la estética de su muro. De todas formas, valora que podría hacerlo mejor subiendo reels o mostrándose más, pero es algo con lo que no se siente cómoda, ya que prefiere mantener su esencia.
No obstante, también opina que las redes sociales, sobre todo Instagram y Pinterest, pueden volverse en nuestra contra, aún más si sufrimos del síndrome del impostor, ya que “nos impulsan a compararnos constantemente, haciéndonos sentir peores, fijándonos objetivos difíciles de alcanzar y generándonos así mucha ansiedad”. Por eso, de vez en cuando, intenta desconectar un poco de estas y “resetearse”.
Por otra parte, la artista explica que si no tuviera redes sociales sería difícil para ella dar a conocer su trabajo y conocer el de los demás, pero intentaría acudir a más mercados artesanales, que le encantan, ya que ha ido a unos cuantos... “O si pudiera, tal vez algún día, tendría mi propio local con tienda y taller. ¡Soñar es gratis!”, añade con ilusión.
Según Rodríguez, cree sinceramente que no tiene muchos seguidores, pues no llega a 2.000, aunque no es algo que le haya agobiado, ni mucho menos... Al final, los pedidos le siguen llegando y, si se hacen con mimo y amor, la gente acaba repitiendo. No sabe cuál será la clave, aunque cree que “seguro que existe”, pero piensa que ganar seguidores es una consecuencia de exponerse más. “Entonces, supongo que nunca voy a triunfar”, sonríe. Por último, considera que focalizarse en una disciplina también puede ayudar pero, al final, “tampoco es su caso”.
Bordados con material de la mercería de su barrio
Una vez finalizó el Grado en Arte, Itziar Rodríguez ha sido autodidacta, a la vez que se ha ido formando con pequeños cursos o tutoriales en todas las técnicas que ha querido ir probando (fotografía, dibujo, bordado...). Hoy en día, con todas las plataformas y redes sociales que existen, considera que tenemos la oportunidad de aprender mucho sin hacer grandes inversiones. “Un día vi un bordado de Miss Katiuska, me compré el patrón y ahí comenzó la gran aventura que me acompaña hasta hoy”, cuenta.

El bordado le abrió las puertas del arte a Rodríguez.
El bordado le abrió las puertas a poder dedicar una parte de su tiempo a lo que le gustaba y eso le llevó a querer aprender o retomar más técnicas como el macramé, la costura, la cerámica... Incluso ahora también está empezando a hacer sus primeros dibujos por encargo a lápiz. “No me canso de aprender y mi mente y cuerpo necesitan nuevos retos y aprendizajes”, explica. Respecto al tiempo que invierte con cada creación, para Rodríguez es difícil de calcular, ya que se pone “a ratos” y cuando siente que es el momento. No se fuerza con horarios, pues “no funciona bien así”. Diría que cada creación puede llevarle mínimo 10 horas, pero depende de la elaboración de la pieza o de si hay que corregir algo que no ha salido como esperaba, ya que en ese caso es “bastante exigente”.