La nueva reina de las tardes triunfa en la pequeña pantalla con su programa Y ahora Sonsoles y con su último libro, Las hijas de la criada, con el que ha ganado el Premio Planeta. El galardón más importante de la literatura lo ha recibido con gran ilusión, pero, sin embargo, los comentarios peyorativos de algunos críticos sobre su novela no le quitan las ganas de seguir contando sus propias historias, tal y como nos confirma la propia Sonsoles Ónega en esta entrevista.
En primer lugar, muchas felicidades por Las hijas de la criada, con la que ha recibido el Premio Planeta. ¿Ha podido asimilar lo que significa recibir este galardón?
-Muchas gracias. Todavía estoy orbitando en en el Planeta, tratando de aterrizar poco a poco… Porque es verdad que la potencia de este premio la desconocía y está siendo impresionante. A partir de ahora, los soberanos son los lectores, que son los que deciden si la historia es merecedora de este premio, si les apetece acercarse a esta novela. Y con mucho gusto nos estamos empezando a escuchar en esta gira, que me permite tener más contacto con ellos que una promoción normal.
Este momento tan bonito ha sido algo opacado por algunas críticas demoledoras. ¿Cómo las digiere?
-Yo no escribo para los críticos, escribo para los lectores, para los que se asoman a una novela con la intención de dejar su tiempo en las páginas. Coger un libro ya es un acto de generosidad por parte del lector. A partir de ahora la novela ya no es mía, es de los lectores, como digo. En tiempos de pantallas, quien coge un libro se merece ya todo el respeto.
¿Cree que el hecho de salir en la tele le perjudica en su carrera como escritora a pesar de tratarse ya de su séptima novela?
-Se cumplen 18 años desde que publiqué mi primera novela, con una editorial muy pequeñita, que también ganó un premio, el Premio Letras de Novela Corta. Entonces yo pensaba que tener un libro publicado ya te hacía escritor, pero, en absoluto. Un libro publicado no significa absolutamente nada. Esta es una carrera de fondo y es muy complicada. Nunca he visto la tele como un problema para la literatura, al revés, mis dos carreras han discurrido en paralelo y una se ha alimentado de la otra. Doy gracias a la tele, que me permite entrar en los hogares de muchos españoles cada día, y si eso contribuye a que me conozcan a la hora de elegir un libro, pues bienvenido sea. En mi caso no he llegado a la literatura porque las editoriales hayan tenido interés en mí, sino más bien todo lo contrario. Cuando era una redactora que deambulaba por las calles con su cámara haciendo reportajes y coberturas aunque nadie me hacía ni puñetero caso, ya escribía.
Más tarde ganó el Fernando Lara en 2017 con Después del amor…
-Esa novela fue sin duda la que marcó un punto inflexión en mi carrera literaria, porque no fui consciente de lo que suponía ese premio, ya que tampoco escribes para ganar premios, aunque yo me he presentado todo lo habido y por haber, pero pensando que era una puerta de de entrada en el mundo editorial. Porque el reconocimiento no está en el premio, sino en los lectores. Y eso ha sido lo que me ha movido durante toda la vida. Los que trabajamos en los medios nos debemos a los que nos escuchan o nos ven y ellos son los que deciden si sigues o no sigues, si te nominan y te expulsan, como en Gran Hermano, o si quieren seguir teniéndote en sus casas.
¿Le restan fuerzas esas críticas para seguir escribiendo o retomará la pluma con más ilusión aún si cabe?
-No, no me desaniman, aunque no sería humana si no confesara algo de dolor, porque hay mucho trabajo detrás de esta novela. Las críticas que construyen, bienvenidas sean, porque aprendo mucho, pero las críticas que destruyen, no me interesan nada, porque hacen daño y no son edificantes, sino que guardan algo de rencor y de odio, algo de lo que tenemos que huir como gato mojado.
Precisamente rencor y odio es lo que estamos viendo ahora en las calles…
-Son tiempos en los que se invoca la concordia pero se está creando más discordia que nunca, y la verdad es que es una pena, porque ya nos toca un periodo de estabilidad después de tanta inestabilidad. Vamos a cumplir casi veinte años desde que empezamos a padecer la turbulenta crisis económica y es una pena que no pueda haber un debate político sosegado, de intercambio de ideas, que construya y que no destruya.
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Estos incendios también se provocan en las redes sociales, ¿cómo se lleva con ellas?
-Me entretengo y lo paso bien, pero no son mi única fuente, ni de información ni de construcción de una opinión. Las uso y las frecuento, y habito en ellas porque creo que son una herramienta maravillosa de difusión de conocimiento. Cuando comenzó Twitter, ahora X, era como una gran biblioteca de Alejandría que te llevaba de un sitio a otro y te permitía conocer a gente que tenía algo interesante que decir, pero indudablemente, no me interesan nada los anónimos que están en esas mismas redes. Cuando no reconoces quién te habla o te escribe, no sé por qué hay que prestarle atención. Es como si alguien te para en la calle, pero no lo conoces y además te insulta. En ese caso irías corriendo a poner una denuncia, pero en redes es más difícil, porque no sabemos ni siquiera quién es, así que no me interesan los insultos ni perder el tiempo en debates estériles. Esuna pérdida de tiempo y no tenemos tiempo para perder.
A veces incluso son debates tan superficiales que pueden llegar a provocar una discusión acerca de su peinado…
-Sí, bueno… Hay de todo. Hay cosas que leo y que me hacen reír porque hay gente con mucho ingenio, pero creo que el límite está en el insulto y en saber quién te insulta.
Le gusta contextualizar sus novelas en el pasado, ¿le hubiera gustado vivir en otra época?
-El pasado es un lugar maravilloso en el que sentarse a observar, porque casi todo lo que vivimos, desde el punto de vista emocional, está ya vivido y contado. A mí me encanta buscar en las hemerotecas, porque en los periódicos encuentras absolutamente todo escrito por esos notarios de la realidad que somos nosotros, los periodistas, que tenemos una responsabilidad inmensa a la hora de trasladar a los ciudadanos lo que pasa en el mundo.
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Sin embargo, el pasado era especialmente complicado para las mujeres…
-Era un mundo donde todo estaba por conquistar, por lo que era excitante desde ese punto de vista, por todo lo que había por hacer. En la época en la que se sitúa Las hijas de la criada existía una mujer maravillosa que se llamaba Emilia Pardo Bazán, una de las intelectuales europeas más importantes y la primera que tuvo despacho propio y que habló del derecho de las mujeres a tener destino propio, o sea que ya había destellos luminosos de mujeres que apuntaban maneras, pero era un mundo difícil porque la mujer trabajaba a destajo. En Las hijas de la criada hablo del mar gallego, donde las mujeres eran abnegadas esposas que esperaban a sus maridos, que no siempre llegaban vivos, ni tan siquiera muertos a veces, y ellas trabajaban en las fábricas dejándose las manos limpiando sardinas. Y a todas ellas, de alguna manera, rindo homenaje, porque es de ahí de donde venimos.