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Las dos caras de los pisos compartidos

Vivir en un piso con más convivientes es una de las soluciones ante el constante encarecimiento, aunque hace depender tanto del propietario como de tus compañeros
La habitación de Annie Lapuente.

Los precios suben, también en el alquiler de viviendas.

Así, algunos propietarios están aprovechando la situación para alquilar en forma de pisos compartidos. En concreto, son los jóvenes los que se decantan especialmente por esta opción. Según la página web de Fotocasa, en el conjunto del país hay un 3% de particulares mayores de 18 años que ha alquilado una habitación en un piso compartido en los últimos doce meses. Según las estadísticas, siete de cada diez demandantes de habitación en piso compartido tienen menos de 35 años.

Sin embargo, es necesario distinguir entre alquilar un piso en el que, posteriormente, el inquilino decide alquilar habitaciones a viviendas que alquilan habitaciones convirtiéndose el lugar en un piso compartido. Además, cuando se alquilan habitaciones, el propietario puede acceder a la vivienda según lo establecido en el contrato, mientras que al alquilar el lugar, el propietario pierde ese derecho.

Los contratos que se suelen realizar en este tipo de viviendas tienen una duración que ronda los seis o nueve meses. Una vez transcurrido este tiempo, los dueños pueden subir los precios como crean conveniente. El Gobierno aprobó el año pasado un límite extraordinario a las actualizaciones anuales de la renta del alquiler de viviendas y topar las subidas al 2% anual, pero este tipo de pisos no están sujetos a ese límite del 2 % decretado hasta el 31 de diciembre de 2023. Así, a diferencia de los contratos de vivienda habitual, en los que los inquilinos están protegidos por la Ley de Arrendamientos Urbanos (LAU), el alquiler de habitaciones se sigue rigiendo por el Código Civil y los contratos dependen de la voluntad de las partes.

LA EXPERIENCIA DE HAMZA

Alguien que lleva cuatro años acogiéndose a la opción de vivir en un piso compartido es Hamza.

En enero de este mismo año se cambió de vivienda, tras una experiencia un tanto “extraña” en el piso en el que residía anteriormente, donde llegó a estar cerca de 3 años. “Por las subidas de precio me tuve que ir de mi otro apartamento”, señala.

Según afirma, en su anterior vivienda las normas eran muy estrictas. La propietaria no alquilaba la casa en su totalidad, sino por habitaciones, por lo que “podía compartir piso con alguien y al día siguiente con otra persona totalmente diferente”, aclara disgustado Hamza. La dueña ni siquiera preguntaba a los inquilinos qué perfil de compañero les convenía más o con qué personas les resultaría más sencilla la convivencia, lo que podía provocar roces en cuanto a limpieza y orden, entre otros aspectos.

Otro ejemplo de las normas bajo las que tenían que convivir en aquella vivienda consistía en que no podían recibir ningún tipo de visita, el propietario no permitía invitados, “ni siquiera podíamos subir a nadie a comer. Yo tenía compañeros de piso con pareja que no podían subir a casa. Y si subías a alguien lo tenías que hacer a escondidas, como si fuese contrabando, como si estuviésemos haciendo algo malo”.

Ahora bien, esas condiciones tan estrictas no son algo regulado dentro de los pisos compartidos, las reglas varían dependiendo del propietario. Tal diferencia entre alquileres se puede apreciar en los gastos. Hamza explica cómo “en la casa del año pasado entraban dentro del contrato los gastos de luz, agua y calefacción, pero, por ejemplo, donde estoy viviendo ahora mismo, pagamos solamente el alquiler y los distintos gastos nos los repartimos entre nosotros”.

Sin embargo, esta variable en el contrato no es algo negativo per se, pues, a diferencia de la mencionada regla que sufrió Hamza sobre los invitados, el hecho de pagar tú mismo las facturas de cosas como la luz o el gas, permite administrar su uso de cara a economizar gastos. Pues, en una casa donde se incluyan estos servicios dentro del alquiler, haga frío o calor, el coste será el mismo.

Poner Internet en la vivienda con un WiFi puede rondar los 30 euros mensuales, a lo que habría que sumarle el gasto de la electricidad, que puede situarse alrededor de los 40-50 euros mensuales. Pero, tampoco hay que olvidarse de la calefacción, que en invierno y con el gas siendo cada vez más un bien muy preciado, puede ascender hasta los 100 euros cada mes. Por último, dentro de los servicios básicos queda el agua o incluso la recogida de basuras, que entre ambos puede suponer entre 20 y 30 euros al mes. Es decir, aunque tener todo incluido puede ser más sencillo, ello te impide recortar gastos en tiempos de necesidad, como puede ser bajando la tarifa de Internet.

Y, entrando ya en el tema de los gastos, la subida de precios en los alquileres ha estado condicionada por eventos globales como la pandemia y la inflación aunque también pueden estar sujetas a la voluntad de los propietarios. Justo cuando los pisos compartidos son una opción a la que se acude por la burbuja inmobiliaria y el alto coste de una hipoteca.

Decepcionado por la constante subida de precios que lleva viviendo ya un tiempo, Hamza reconoce que un piso solo para una persona suele tener unos 40 metros cuadrados y los precios rondan, como mínimo, los 600 euros. En este sentido, formula que “la vida poco a poco se va encareciendo cada vez más. La realidad es que tienes dos opciones: o vives solo para pagar un piso y comer y entonces el dinero se convierte en un problema serio, o tienes que compartir vivienda con otras personas. Si yo viviese solo, estaría asfixiado con el dinero”.

LA EXPERIENCIA DE ANNIE

Otro ejemplo de persona que se decanta por el alquiler de habitaciones es Annie Lapuente, que lleva 11 años viviendo en varios pisos compartidos. “Obviamente me gustaría vivir sola, pero la situación económica tampoco me está dejando. Vivir sola ahora no es sostenible en el tiempo”, reconoce. En estos momentos no se encuentra en una situación ideal, pues su compañera de piso se marchó, dejando una habitación vacía y un problema para ella, ya que nadie aportará los 350 euros que cuesta una habitación en dicha vivienda y que son necesarios para el alquiler.

A pesar de que en esos 11 años, a diferencia de Hamza, no ha sufrido ninguna subida de alquiler destacable que le impidiera seguir viviendo en su apartamento, ha tenido que ir variando su estilo de vida conforme iba conviviendo con nuevos compañeros. En este sentido, Annie asume que ha tenido que vivir con una gran variedad de personas y en muy diferentes condiciones: “He estado tanto con amigos como con pareja, con desconocidos que a veces se hacen conocidos pero también con otros que no he vuelto a ver después de que dejáramos de compartir piso”.

No obstante, después de haber experimentado la vida compartida en situaciones tan distintas, ha terminado comprendiendo cual es su fórmula personal para vivir en un entorno saludable. Reconoce que lo más recomendable para que la convivencia sea buena es tener algo de vida común. “Lo importante es compartir espacios pero que cada uno mantenga su propio universo”, puntualiza.

Lo importante es compartir espacios pero que cada uno mantenga su propio universo

Annie Lapuente - Inquilina

En cuanto a los gastos comunes, como la luz, el agua o la calefacción, “lo mejor es que todas las partes vayan poniendo un dinero periódicamente, además de pagar el alquiler general de la vivienda”, señala. A pesar de ello, añade que lo más cómodo es compartir todo a medias, como por ejemplo en productos como el aceite.

Por otra parte, después de haber estado tantos años viviendo en pisos compartidos, ahora Annie expresa que se encuentra en una situación “peculiar”, ya que comparte vivienda pero está buscando un compañero. “Llevo en esta casa cuatro años. Tengo febrero cubierto, pero a partir de marzo tendré problemas”, confirma. Si no encuentra pronto alguien que ocupe esa segunda plaza en el piso, tendrá que pagar ella esa otra parte.

No obstante, salvo por la mencionada circunstancia, reconoce que su vivienda actual “está bien”. Por su habitación paga mensualmente 350 euros, con los gastos de luz, agua y gas cubiertos.

ANÉCDOTAS

Como cualquier cosa en la vida, compartir vivienda tiene sus puntos a favor y sus puntos en contra, y son muchas las anécdotas que Annie puede narrar.

“Incluso he llegado a tener de compañero de piso al sobrino de la propietaria de la casa. Cada uno tenía su propia habitación con su correspondiente llave, y dentro de la suya había baño y cocina. También había otro chico y un día vi cómo entraba en el cuarto de este con una tarjeta. La verdad es que fue una situación bastante extraña”, recuerda.

Con otra compañera que tuvo hace tiempo, encajó bien e incluso llegaron a hacerse amigas, aunque más tarde la relación se volvió complicada. “Si una se levantaba antes, le dejaba a la otra el desayuno hecho. Aunque finalmente no acabamos bien, la relación se rompió de repente, de la noche a la mañana. Así que supongo que tan amigas no seríamos, no hubo comunicación”, expresa.

Pero, sin duda, entre las peores experiencias por las que alguien puede pasar al residir en un piso compartido es la de que te dejen tirado. “Eso es lo peor que me ha pasado. Se fueron de la casa sin decir me nada”, recuerda Annie con tristeza. Vivir con más personas en un piso debe implicar un compromiso en cuanto al contrato de alquiler, pues la situación económica de más de una persona puede depender de tener todas las habitaciones con compañeros o no.

En cuanto a la selección de los convivientes, la opción favorita de Annie son las páginas web. “Vas conociendo a los candidatos y les entrevistas para ver si sería compatible vivir con ellos”, detalla. En este sentido, distingue la experiencia como trabajadora y como estudiante, porque, cuando estudias y eres más joven, “vives con cualquiera, pero ahora he terminado siendo yo la que entrevista a los inquilinos”.

Las diferencias entre alquilar un piso y compartirlo, y arrendar habitaciones

Vivir en un piso compartido se puede hacer de dos maneras distintas, a veces confundidas: o bien alquilando un piso uno mismo y subarrendando las habitaciones restantes, o bien alquilando directamente una habitación al propietario. Ahora bien, cada una tiene sus propias implicaciones.

Por ejemplo, siguiendo a Fotocasa, el alquiler de una habitación suele tener los servicios (agua, luz, WiFi, etc.) cubiertos y el pago es el mismo, estén todos los cuartos del piso llenos o no. En este sentido, la marcha de un compañero o compañera no afecta al coste, a diferencia de alquilar un piso y subarrendar las habitaciones, donde si alguien se marcha, el alquilado tiene que pagar la totalidad de la factura.

Ahora bien, son estas “ventajas” de estar cubierto tanto ante la salida de compañeros como de los servicios en el caso del alquiler de habitaciones, lo que supone un gasto mayor. En este sentido, alquilar un piso sale más barato que su contraparte. Asimismo, el tener el control de servicios como el agua o la luz permiten administrarlos para intentar un mayor ahorro en la factura mensual. 

Otro factor a destacar es la elección de los convivientes, ya que al alquilar una habitación, es decisión del propietario y no del alquilado, quién puede vivir en la vivienda, mientras que al alquilar un piso y subarrendar las habitaciones, es posible elegir entre los candidatos más compatibles o te da la posibilidad de vivir tanto con tu pareja como con amigos. 

En conclusión, mientras que alquilar una habitación otorga una estabilidad y seguridad al alquilado, lo hace a costa de un mayor precio. Mientras que alquilar un piso, aún siendo más arriesgado ya que dependes de otros, permite un mayor ahorro. 

20/02/2023