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Las dos Españas de la caja tonta

Tirios y troyanos; Barça o Real Madrid; a mamá o a papá; con cebolla o sin ella, a la opinión pública española la someten constantemente a elecciones imposibles -salvo la del antagonismo de helenos a un lado y otro de los Dardanelos, que se la trae al pairo a todo el mundo-. Ahora les toca elegir entre Broncano y Motos porque, a juzgar por el tiempo y el espacio digital y físico que dedican los opinadores al fenómeno televisivo, lo que han venido disputando las izquierdas líquidas y las derechas espesas en términos de desgarro social lo van a lograr las ocurrencias proyectadas en 16:9.

El primero ofrece contraculturalidad descarada acorde a estos tiempos en los que el talante desenfadado y transgresor crea más emblemas que el talento desaforado y transmisor. Puro entretenimiento, al fin y al cabo, que es de lo que van las audiencias y los consumos en la era de la autoedición digital en la que cada teléfono móvil es un canal privado de comunicación. El segundo ha sido el rey del espectáculo televisivo más convencional. Estrellas internacionales de portada de revista y alfombra roja le subieron a un púlpito y él se vistió la casulla de apostolar como prescriptor de una percepción de realidad politizada y defensora de un modelo de pensamiento nacional español que le ha hecho rico.

A lo mejor Broncano no es el emblema de la modernidad apolítica -desde luego progresía social no es- ni Motos el del clasicismo rancio -pongan ahí clasismo, si les apetece- pero las dos Españas esas que argumentan los desencuentros cainitas se abrazan a ambos como si les fuera la salvación en ello. La resistencia pop nació cuando comercializó la primera camiseta con la cara del Che; la contrarreforma esencialista se apaciguó a base de hacer negocio vendiendo esas camisetas. Personalmente no tiene uno edad para que le vendan nuevas motos o nuevos broncanos.

23/09/2024