Las Escuelas Infantiles del Ayuntamiento de Pamplona arrancaron este miércoles el nuevo curso en 11 de los 12 centros que componen la red municipal. La EI de Mendillorri, donde dio comienzo el curso de forma oficial, cuenta con un total de 112 niños y niñas inscritos de entre 0 y 3 años .
Cristina Martínez Dawe, directora de Educación, Igualdad y Diversidad Cultural, pone el acento la apuesta por “una educación pública, de calidad y para todas las familias de la ciudad. Además, apostamos por unos modelos lingüísticos —castellano, euskera, castellano e inglés y euskera e inglés— que respetan la demanda real”. Pone en valor el modelo de inclusión del centro de Mendillorri, así como el huerto que fomenta la sostenibilidad y “ayudará al desarrollo de los niños durante este curso que se inicia”.
Para el Ayuntamiento de Pamplona, uno de los puntos de mejora a los que se enfrenta este año es la Escuela Infantil Donibane (en el barrio de San Juan). “Nuestro plan es mejorar todos los centros, ya sea con reformas integrales o con lo que sea necesario en cada momento”, añade.
Algunos niños apuntados del año pasado pasaron ayer por las aulas, pero el punto central fueron las entrevistas de nueva incorporación. Cecilia Orta Aguado, directora del centro de Mendillorri, explica que las entrevistas son de especial relevancia “porque las educadoras deben conocer a los niños que van a venir para poder determinar cómo hacer el tiempo de acogida”. Los padres deben estar con los niños para que den indicaciones sobre los horarios de sueño, datos o comidas. “De hecho, ver a los padres con los hijos nos da pistas sobre cómo se relacionan”.
Las instrucciones que se le dan a los padres sobre el proceso de acogida son sencillas: calma. “Es un cambio para todos y la incorporación a un grupo social distinto de la familia no siempre es sencilla. Por eso, si los padres no muestran tranquilidad, lo que transmiten a los críos es más bien angustia. Nosotros, en cuanto a los más pequeños, les damos acompañamiento. Necesitan tiempo para saber que sus padres van a volver y también para generar vínculos con las educadoras. Los niños son los que nos tienen que marcar los tiempos”, declara Cecilia Orta.
Por otro lado, Nahia Izuriaga, una de las educadoras del centro, cuenta el inicio de curso: “No hay muchos niños porque van volviendo según las necesidades que tienen las familias. El proceso es paulatino porque después de mes y medio les toca, por ejemplo, volver a madrugar, así que nos toca tratar a cada uno según sus necesidades”.
El tiempo de adaptación está diseñado de forma individual para cada niño: “No podemos decir una fecha de fin del periodo de adaptación porque queremos adecuarnos al tiempo que necesitan los niños como consecuencia de la etapa en la que están (lactantes, caminantes y mayores); lo más importante para nosotras es cómo se encuentren ellos”, señala.
La Escuela Infantil de Mendillorri, además, cuenta con el espacio de un huerto que se integra dentro del proyecto educativo Cultivando los sentidos. El objetivo es que las nuevas generaciones conozcan desde muy pronto las distintas formas de sostenibilidad. Los tres niños mayores plantan lechugas y zanahorias con la ayuda de Nahia. “La huerta se instaló ya el año pasado y a los niños les gusta mucho ver cómo crecen los alimentos. De esta manera pueden ver el ciclo de las cosas y descubrir que los alimentos no aparecen de la nada”, comenta.
Este espacio se alimenta del compostaje extraído del centro. Cada sector de menores lleva sus residuos del almuerzo a un cubo marrón, añaden el estructurante y remueven. “Luego hacen el proceso cíclico entero: lo plantan, siembran, cuidan, recolectan y vuelta a empezar. Disfrutan mucho de esto; incluso, se sorprenden con los semilleros que ponemos en las aulas porque ven cómo crecen las plantas”, añade Cecilia.
Yelfani, madre de Alaia, va a dejar a su hija en el centro. “Es su segundo año; ella está acostumbrada, pero a mí me cuesta porque me hace falta en casa. Por suerte, cuando esté en el trabajo no estaré pensando en cómo está mi hija. Desde luego que yo lloro mucho más que ella”, ríe Yelfani con su hija en brazos. Alaia, de un año y medio, asiente cuando su madre le pregunta si tiene ganas de volver: “Me gusta ver a mis amigos”.