promociones, descuentos, rebajas, ofertas... Los anzuelos ya están lanzados. Llevan tiempo sobrevolando las cabezas de miles de personas –niños incluidos– en forma de anuncios en soportes tradicionales y de mensajes en redes sociales. Y hoy, día consagrado al consumismo más voraz que se esconde bajo la piel del Black Friday, son muchas las ONG, plataformas ciudadanas y personas anónimas que advierten sobre los vicios ocultos que hay detrás de buena parte de los objetos que se compran; no solo durante estas fechas, si no a diario. Una de las voces más respetadas e incansable en la denuncia de las huellas sociales (precariedad, contaminación, desigualdad...) que libera el consumismo desaforado y particularmente el low cost es la de Miguel Conde Lobato, alma máter de la Fundación Knowcosters.
Lleva años empeñado en hacer ver a la ciudadanía la necesidad de saber el coste real de cada prenda de ropa o de cada gadget electrónico que es adquirido; por impulso o no. Pero para eso es necesaria la complicidad de la empresa, de la firma productora, de la cadena de distribución y de todos los agentes comercializadores de ese objeto. Y de los compradores. Lo resume en dos etiquetas invisibles todavía que, a su juicio, deberían estar junto a la que indica el precio de venta al público. A saber: el coste Planeta y el coste Estado de bienestar. Ambos sellos y el tradicional PVP configurarían lo que él llama "el triple marcaje del precio".
"La consciencia de lo que estás decidiendo sería mucho más completa", subraya Conde Lobato. Y abre su particular interrogatorio: "¿Debería costar lo mismo un producto que respete las aguas que otro que no lo hace? ¿Y uno que durante su producción haya generado más cantidad de CO₂ que otro?". Las dudas no acaban ahí y lanza más interrogantes a la espera de una reflexión: "¿Es lo mismo optar por un producto cuyos empleados tengan unos derechos o no? ¿Es lo mismo que reinviertan sus beneficios en tu comunidad o que lo hagan en otra?".