Vida y estilo

Las mayores cascadas de Europa y los balnearios más lujosos están en esta tierra de leyenda

No existe en el mundo un río que arrastre más leyendas y romanticismo que el Rin en su mitad inicial. El escritor Victor Hugo le llamó “cinturón de imperios” porque, desde que nace en la profundidad de los Alpes suizos hasta que entrega sus aguas en la ba
Cascadas de Schaffhausen. / Cedida

El Rin, además de ser la arteria vital de una de las regiones más industrializadas, posee el exquisito toque pintoresco que le dan los románticos relatos y las encantadoras fábulas que se han ido tejiendo en sus orillas. A uno y otro lado de su trayecto encontramos pequeños pueblos plenos del hechizo que les ha ido proporcionando el paso del tiempo: fascinantes castillos con atractivas torres defensivas, callejuelas de singular belleza, rincones mágicos, tabernas donde se puede saborear un excelente vino blanco casero… No es un cuento de hadas. Posiblemente estemos ante uno de los ríos que más influencia ha tenido en la cultura europea.

Sus 1.320 kilómetros están divididos en dos etapas perfectamente diferenciadas, siendo Koblenz la ciudad que marca las dos grandes diferencias de este recorrido fluvial. Del romanticismo de su primer trazado a la instrumentación como la principal vía de navegación industrial del último. Toda una inmensa aventura geográfica a través de medio continente y de las muchas páginas de Historia que se han escrito sobre su entorno.

Mainz, a orillas del Rin. Cedida

A años luz de las grandes odiseas oceánicas están la intimidad y la belleza de las aldeas y pequeñas ciudades que se encuentran en el tramo comprendido entre la localidad suiza de Schaffhausen, cerca de su nacimiento, y Koblenz, donde la siderurgia de la comarca del Ruhr empieza a teñir las aguas del Rin. Una primera etapa hasta Mainz se puede realizar por las carreteras que siguen el caudal del río a una y otra orilla. Este sistema permite conocer la Selva Negra, uno de los paraísos del suroeste de Alemania, y una zona vitivinícola que no le va a dejar indiferente.

Las mayores cascadas de Europa

El primer atractivo que presenta el Rin está en Schaffhausen, no muy lejos de Zurich. La ciudad, de unos 35.000 habitantes, tiene un pasado que se pierde en los siglos. En 1944 fue portada de los periódicos internacionales cuando en plena II Guerra Mundial aviones norteamericanos la bombardearon confundiéndola con un objetivo alemán. Tras la reconstrucción, la ciudad muestra hoy su estructura medieval, si bien su principal atracción turística radica en las cataratas que forma el río a su paso.

Hay un dicho malicioso, todo un juego de palabras alemanas, que reza Rheinfall ist ein Reinfall (La catarata del Rin es una decepción), pero resulta de difícil creencia y más de un nativo lo atribuye a alguna diferencia vecinal del pasado. Lo cierto es que este fenómeno natural es de obligada visita dada la belleza del entorno. Las cataratas, consideradas las más grandes y espectaculares de Europa, es un inevitable punto de partida para un recorrido inolvidable hasta Mainz.

Catedral de Mainz, una parada en este recorrido. Cedida

Ya en suelo alemán encontramos Friburgo, considerada como la capital de la Selva Negra. Lo que realmente destaca en las colinas de sus alrededores son los viñedos que se benefician del tradicional y agradable clima de la comarca, gracias al cual la ciudad es sede del Instituto para la Ecología y uno de los lugares punteros del mundo universitario germano. Dicen que es el lugar de Alemania que goza de más horas de sol, lo que unido a los viejos yacimientos de plata que antaño la enriquecieron, hacen de Friburgo un paraje ideal para callejear y ver la catedral, cuya torre ha sido calificada como la más bella de la cristiandad. Hago notar el atractivo de los pequeños canales de agua que fluyen por la zona baja y que los nativos denominan Bächle.

Salud y cultura

Recorrer este tramo por las carreteras que bordean el Rin nos permite apartarnos un poco del itinerario para visitar Baden-Baden, localidad declarada Patrimonio de la Humanidad. Debe el doble nombre a sus extraordinarias aguas termales que, según dice la Historia, curaron el reumatismo del emperador romano Caracalla. Merece la pena curiosear el interior del casino más lujoso que jamás haya visto, tanto como perderse en los establecimientos dedicados a sanar el cuerpo, especialmente el Kurhaus, considerado como uno de los balnearios más sobresalientes del continente.

El placer de un buen baño en Baden Baden. Cedida

Durante la II Guerra Mundial, las tropas francesas instalaron aquí su cuartel general y, curiosamente, en este mismo lugar, murió en 1966 el general Dietrich von Choltitz, el militar que, desobedeciendo la orden de Hitler, salvó a París de la destrucción.

Cerca de este lugar, en el corazón de la Selva Negra, se encuentra Pforzheim, la ciudad de oro como se la llegó a llamar antiguamente por su brillante industria relojera. La incluyo en la ruta por su relación con Gernika, con la que está hermanada por destrucción bélica. Muy próxima, pero también apartada de la cuenca del Rin es Heidelberg, ciudad universitaria por antonomasia que fue popularizada por la opereta El príncipe estudiante, cuya versión cinematográfica obtuvo un gran éxito mundial.

El Rin a su paso por Worms. Cedida

Érase una vez…

En Worms entramos plenamente en el terreno de las leyendas. Aquí nació El cantar de los nibelungos, posiblemente la gran epopeya alemana de todos los tiempos. En ella se basó Richard Wagner para componer su célebre tetralogía operística El anillo del nibelungo, cuyo pasaje más conocido tal vez sea la Cabalgata de las walkirias, que utilizó Francis Ford Coppola en su película Apocalypse Now.

Ilustración de la leyenda de los nibelungos. Cedida

La fábula original habla de la remota existencia de los nibelungos, una especie de gnomos malignos poseedores de un gran tesoro que custodiaba un enorme dragón. Sigfrido, el intrépido protagonista, acabó eliminándolo con certera maestría. El relato no deja de ser una alegoría en la que simbólicamente la ambición del poder y la riqueza es vencida por el amor.

Worms se enorgullece del afamado vino que produce y hay uno que lo vende con el curioso nombre de Liebfraumilch. La palabra, traducida literalmente, significa Leche de Nuestra Señora y obedece al hecho de que la iglesia de Nuestra Señora se encuentra en medio de uno de los mayores viñedos de la zona. En esta ciudad hubo antiguamente una gran colonia judía que controlaba los impuestos de peaje de una orilla a otra del Rin desde el castillete que aún subsiste en un viejo puente.

La majestuosidad de la catedral de Worms. Cedida

Déjese llevar por la corriente

La etapa comprendida entre Mainz y Koblenz merece ser cubierta desde cualquiera de los ferrys para saborear en todo su esplendor la suave brisa que acaricia al Rin. De esa forma, desde el centro del río y visualmente, saboreará mejor la esencia de las dos orillas, sobre todo en primavera. Contemplar el espectáculo que componen las laderas llenas de viñedos de las montañas del Hunsrück por un lado y las del Taunus por el otro es algo que nunca olvidará, sobre todo si lo hace catando a bordo alguno de los vinos de la zona o probando cualquier Apfelwein de entre las exquisitas sidras que se elaboran en las inmediatas Treveris y Taunus.

Se van atravesando valles de empinados bancales con viñedos y bosques de pinos guardados por castillos y altas peñas que forman parte de conocidas fábulas.

Todo el tipismo de los pueblos de las orillas. Cedida

Las cámaras de fotos se muestran hiperactivas cuando, a partir de Bingen, empiezan a aparecer las siluetas de torreones que otrora salvaguardaron el tráfico y los terrenos del Rin: castillos como los de Rheinstein, Sooneck y Hohneck, la fortaleza Stahleck sobre Bacharach, un pueblo maravilloso con preciosas casas con entramado de madera y calles llenas de bares que rivalizan en calidad de vino…

Dos fortificaciones del recorrido fluvial tienen una gran aceptación entre los visitantes, tal vez por la originalidad de sus nombres por los que son conocidos: El gato y El ratón. Dice la tradición que el primero fue construido en un altozano por un noble para demostrar su poderío sobre su eterno enemigo, el obispo de Trier, que tenía su palacete aguas abajo y al que despectivamente se refería llamándole El ratón.

Roca desde donde Lorelei tienta a los navegantes según la leyenda. Cedida

El gran momento

El ferry aminora la marcha. Cesa el ruido de las máquinas y se deja oír una melodía, la Canción de Lorelei. Todos callan. A una gran mayoría les suena la tonada y otros evocan los bonitos versos que le puso el gran poeta alemán Heinrich Heine: “Me hiciste creer que estábamos destinados para siempre. Realmente pensé que mi corazón estaría a salvo en tus manos. ¿Qué clase de tonto era yo? Porque creí en cada palabra que dijiste y ahora me pregunto por qué”.

Lorelei, según la leyenda. Cedida

Es el lamento de un enamorado de Lorelei, la sirena que ha encandilado a tantos navegantes del Rin según se cuenta en St. Goarshausen al amparo del patrono de los navegantes y taberneros. Dicen que aquí se produce el atardecer más bonito del mundo y algo de verdad debe de haber, ya que la UNESCO lo ha calificado como Patrimonio de la Humanidad.

¿Quién fue Lorelei?

Lorelei, protagonista de muchas leyendas renanas, sólo existió en las mentes calenturientas de algunos patronos de barcazas que transportaban mercancías por el Rin y no hacían caso de las advertencias de que, al pie de un gran peñasco de 120 metros de altura, había muchas rocas de difícil localización que podían destrozar los fondos de las embarcaciones. Lo sensato era alejarse lo más posible del pie del peñasco aunque ello implicara un mayor recorrido.

Ellos argumentaban que en lo alto del risco habían visto a una sirena desnuda que peinaba sus rubios cabellos y les había embrujado con su imagen y su seductora canción. Ante tal aparición, habían acercado sus barcazas al peñasco para ver mejor el espectáculo, cayendo en la trampa y provocando el hundimiento de las embarcaciones.

Seis kilómetros antes de llegar a Koblenz está Stolzenfels, donde Federico Guillermo IV de Prusia, en la cumbre del movimiento romántico alemán, reconstruyó un castillo del siglo XIV dejando vía libre a los arquitectos para que lo dotaran de torretas, almenas, rosetones y un largo etcétera a fin de que parezca extraído de un cuento de hadas.

El viaje aprovecha la proximidad de Rhens, en la misma orilla, con viejas tradiciones imperiales y casas góticas de madera. El ayuntamiento y la Casa de los Caballeros Teutones, son dos magníficas muestras arquitectónicas que hablan de su pasado ilustre, cuando aquí se elegía al Sacro Romano Emperador.

23/02/2025