El auge de los pagos con tarjeta y otros medios telemáticos está poniendo contra las cuerdas a las monedas, que se suelen reservar para las pequeñas compras habituales en los comercios o establecimientos de toda la vida.
Paralelamente la inflación y el redondeo en los precios ha hecho que las monedas denominadas popularmente "de cobre", las de 1, 2 y 5 céntimos, estén desapareciendo paulatimente de la circulación por su falta de uso, sobre todo las dos primeras, que son despreciadas por muchos consumidores.
Estas monedas en circulación desde el año 2002 en realidad son de acero recubierto de una fina capa de cobre, y debido al notable incremento de las materias primas, de los costes de fabricación y de su cada vez menor utilización en muchos países de Europa y en las instituciones comunitarias de Bruselas ya hay un debate abierto sobre su supresión debido a su alto coste y escasa eficacia.
Las piezas de un céntimo, con un un borde liso, tienen un diámetro de 16,25 milímetros, un grosor de 1,67 milímetros y un peso de 2,30 gramos. Todas tienen una cara común y una cara nacional específica de cada país.
Sin embargo, su paulatina desaparición y las características específicas que pueden tener algunas de las monedas de menor valor de sistema financiero europeo está haciendo que en el mercado del coleccionismo y la numismática haya piezas que puedan alcanzar un valor inusitado.
Su rareza, un defecto de acuñación, o alguna característica singular hace que se lleguen a pagar auténticos dinerales por algunas piezas concretas, que acaban convirtiéndose en un auténtico tesoro. Especialmente por los coleccionistas más agresivos que quieren revalorizar el mercado numismático.
Es el caso de las las monedas de un céntimo diseñadas por el arquitecto germano de la Baja Sajonia Rolf Lederbogen, fallecido en 2012, de las que fueron acuñadas en Alemania menos piezas de las habituales. Con poco más de dos décadas en circulación el apetito de los coleccionistas han aumentado su valor en el mercado notablemente y merece la pena que revises tus bolsillos o monederos por si tienes alguna de estas pequeñas piezas en tu poder.
Su excepcionalidad y escaso número de piezas en circulación han hecho que llegaran a pagar hasta 50.000 euros en una subasta, gracias a que cuenta con unas hojas de roble dibujadas en su reverso y está fabricada con un tipo de acero especial, por lo que su color es ligeramente diferente al resto de monedas de un céntimo.
Otro moneda de un céntimo que ha alcanzado altos precios es la que muestra, debido a un error de acuñación la imagen de la Mole Antonelliana de Turín en lugar de la representación correcta de Castel del Monte en Puglia. Estas piezas se retiraron en su mayoría, pero se cree que hay circulando un centenar, con un valor entre los coleccionistas de unos 3.000 euros, aunque en algunas subastas hayan alcanzado los 6.000 euros.