Nos asomamos a los principales medios y a las redes sociales a ver por dónde respira el personal con las polémicas que vive Vinicius en cada partido y nos llevamos la sorpresa (relativa, porque este no es un país de aceptadores de verdades sino de guerreros de trinchera) de que casi nadie es capaz de aceptar a la vez estos dos hechos, sino que solo se queda con uno: 1. Que las aficiones rivales la tienen tomada con él y no le escatiman insultos, pitadas y, según el grado de imbecilidad, hasta epítetos racistas. 2. Que Vinicius es un marrullero, un mal compañero de profesión (sin hacerle ninguna falta, porque no se puede negar que es muy bueno) y tiene un piquito de oro con los rivales y hasta con los árbitros (quienes, de modo sorprendente, hacen oídos sordos a sus insultos). Ayer vimos lo uno y lo otro en El Sadar, pero es ya lo que pasa en todos los partidos del Real Madrid fuera de casa. Y que ahora nos explique alguien cómo se le pone fin a eso.
Osasuna