Las tecnologías: ¿beneficio o perjuicio en las aulas?

El mundo de las tecnologías evoluciona constantemente, y casi cada semana hay avances en una u otra dirección que hacen de nuestro día a día una rutina más cómoda. Seguramente, nuestras tareas diarias ocuparían una mayor parte de nuestro tiempo de no ser por las lavadoras y secadoras, los robots de cocina, las aspiradoras autónomas o los microondas. ¿Y qué decir de los móviles que nos acercan a quienes están lejos con un solo clic?

Por supuesto, todos estos avances se han visto reflejados en absolutamente todas las esferas de la sociedad, desde el ámbito profesional, al social, al del autocuidado y también al académico. Pero es precisamente este último campo el que provoca preocupación, y el debate sobre el papel de las tecnologías ha vuelto a las aulas ahora con el surgimiento de ChatGPT, el chatbot lanzado por la empresa OpenAI en noviembre del pasado año, capaz de interactuar como si fuera un humano.

Tal fue el impacto que produjo en su lanzamiento esta inteligencia artificial que, a principios de año, Nueva York prohibió el uso de esta herramienta en las escuelas. ¿El motivo? El posible riesgo de que los alumnos utilizasen esta inteligencia artificial para que les confeccionara los trabajos académicos, completara sus deberes, etc.

El ingeniero de telecomunicaciones y nominado al Global Teacher Prize -equivalente al nobel en materia de educación- David Calle ha querido hablar con ON para explicar los beneficios que pueden tener las tecnologías en el universo académico, siempre y cuando estas se usen correctamente. Él mismo tiene una academia y da clases también a través de YouTube desde hace ya doce años, una forma diferente de enseñar que se ha vuelto más importante si cabe desde la irrupción de la pandemia, cuando de la noche a la mañana escuelas, institutos y universidades tuvieron que adaptarse a la situación y trasladar su guía de estudios al universo virtual. “En nuestro caso nos vino bien para que de alguna manera se reconociera la labor que llevábamos haciendo durante muchos años. Los vídeos que yo grabo están ahí como píldoras para que los chavales puedan aprender a hacer ejercicios”, recuerda, al tiempo que añade que el confinamiento vino muy bien para que muchos profesores “se pusieran las pilas en ese sentido a base de esfuerzo personal”. Eso sí, recuerda que aunque se cambiaron muchas cosas, “se cometió el error de intentar hacer lo mismo de siempre pero a través de una pantalla”.

Porque explica que dar clases online no significa hacer lo mismo que se ha hecho siempre pero haciendo uso de las tecnologías -que en este caso dieron la oportunidad de seguir con el curso aunque fuese en la distancia-, sino que había que cambiar la dinámica con la que se trabaja con los alumnos, “y tratar de cambiar las cosas. Y se ha quedado ahí. Están más preparados, de alguna manera se han tomado medidas, pero si vuelve a ocurrir lo mismo dentro de dos años nos pasará exactamente igual”, reflexiona, porque aunque se ha mejorado, “no se ha aprovechado esto para construir algo mejor”. Y es que considera que era un buen momento para plantearse “ya no solo qué enseñamos sino cómo lo enseñamos”, al tiempo que reconoce que “no es culpa de los profesores. Ellos cumplen el programa formativo que les exigen”.

El papel de ChatGPT

Y aquí entra en juego también ChatGPT, que junto al resto de las tecnologías han venido para hacer de nuestro día a día un proceso más cómodo. Y es precisamente eso lo que preocupa a gobiernos, escuelas y universidades. Al fin y al cabo, esta herramienta permite chatear en multitud de idiomas con un sistema de inteligencia artificial (IA) capaz de mantener con mucha naturalidad conversaciones sobre casi cualquier tema, de responder a infinidad de preguntas y de crear contenidos casi a la carta.

Hay quienes ya lo catalogan como el invento revolucionario del siglo, pero la preocupación está patente. “Yo siempre digo que la tecnología no es mala. Lo malo es el uso que hacemos de ella”, recuerda Calle, que explica que todo gran avance ofrece “muchísimas oportunidades para ser mejor. Evidentemente, mal utilizada, ofrece muchas oportunidades también para ser exactamente lo contrario”.

Pero él solo le ve ventajas a estos avances, aunque matiza que eso será así “siempre y cuando enseñemos a los alumnos la ética, la filosofía y la educación necesaria como para que sean capaces de utilizar estas herramientas de la mejor forma posible. No para que les haga los deberes, sino para que les ayude a hacer mejores deberes y les ayude a ser mejores”. Ahí está definitivamente la clave, en la palabra ayudar, en crear sinergias entre alumno y tecnología para que este conozca mejor el funcionamiento de la misma y al tiempo que aprende, también desarrolle sus tareas didácticas adquiriendo nuevas competencias. “Hay que esforzarse por hacer las cosas, y cuanto más te esfuerces más vas a poder aprender, y vas a ser mejor. Y la próxima vez te va a costar incluso menos”, explica este ingeniero.

Afirma que se encuentra en una “fase de fascinación” con ChatGPT, está sorprendido. Lleva ya más de un mes interactuando con él, y asegura que en algunos casos “ofrece respuestas realmente fascinantes”. Y respecto al posible uso que le pueden dar los estudiantes, él también aporta la reflexión de que “tal vez hay que replantearse el tipo de trabajos que mandamos a los alumnos. Si copian o plagian ese tipo de trabajos, planteémonos que hagan otro tipo de trabajos. Porque les estamos entrenando para que sean ¿qué? ¿Algoritmos? Entrenémosles para que sean otras cosas. Empecemos a evaluar y valorar también si son capaces de trabajar en equipo, filtrar información, hablar en público, etc.”. Porque asegura que a lo mejor ChatGPT “les da a los que mandan la necesidad o el mensaje de Vamos a cambiar el sistema educativo de una vez por todas”. En ese sentido, Calle invita finalmente a aprovechar la tecnología para cambiar las cosas “a nuestro favor”.