Una sola noche “de pesadilla en la que el paisaje de un Sur desértico y cruel, tan real como mítico, se funde con demonios, brujas y bebedores de sangre”. Esta breve introducción, como poco inquietante, viene a ser la carta de presentación de Romancero, la serie de terror con la que debuta en la ficción televisiva Tomás Peña.
El realizador, director hasta ahora de vídeos musicales de artistas tan diversos como Rosalía, C. Tangana o Katy Perry, ha dado el salto al mundo de las series para contar una historia basada en las tradiciones.
Con guion de Fernando Navarro (Verónica, Venus), Peña asegura que pretende dar una perspectiva nueva al audiovisual español y al género de terror particularmente con una historia que, reconoce, bebe de fuentes tan diversas como el cómic, la literatura gótica, los relatos de brujas, fantasmas y criaturas, la poesía de Federico García Lorca, o el esoterismo. Todo eso mezclado en la misma coctelera da como resultado Romancero, rodada para Prime Video pero aún sin fecha de estreno cercana en el horizonte.
Criaturas desamparadas
En seis capítulos, Romancero se centra en Cornelia, una niña a la que han robado su infancia, y Jordán, que está a medias entre niño y hombre. Son dos criaturas desamparadas que no sólo escapan de las fuerzas de la ley y de criaturas sobrenaturales, sino también de sí mismos.
Sasha Cócola (Los hombres de Paco), define su personaje de Jordán como “un chaval que ha nacido un poco perdido y no encaja en el sitio en el que está. Se ve atrapado en un mundo violento del que quiere escapar”. Mientras que Elena Matic, joven actriz de origen serbio y debutante con esta serie, apunta sobre el suyo que es una niña “tímida y desconfiada” que solamente se apoya en Tábata (Alba Flores), una mujer que le augura una vida en libertad pero que al mismo tiempo, será su condena.
Junto a estos actores jóvenes, dos intérpretes consagrados como son Belén Cuesta (La trinchera infinita) y Ricardo Gómez (Cuéntame cómo pasó). Cuesta se deshace en elogios hacía el guion de la serie afirmando que “da gusto cuando te llegan proyectos como este porque está todo muy bien hilado. Tiene una parte de fantasía que se mezcla con el trasfondo social que es muy fuerte”.
Por su parte, Gómez, que interpreta a un guardia civil que ejerce la violencia contra los más desfavorecidos, recuerda que “hubo escenas muy fuertes de rodar porque las hicimos con inmigrantes y gente autóctona, y tenían que representar tramas que ellos viven diariamente, en las que los agentes de la ley les maltratan. Fue muy incómodo y muy sensible”.
Escenarios como El Ejido o el desierto de Tabernas con acequias, carreteras solitarias y edificaciones en ruinas, se convierten en un protagonista más de la ficción.