La Fundación Sabino Arana ha puesto el foco en la actividad que realiza la asociación sin ánimo de lucro Euskal Artzainak Ameriketan, que se dedica desde 2006 a poner en valor el legado de estos pastores vascos. Recopilan vidas, historias, fotografías, documentación, escritos y material audiovisual de los pastores que emigraron desde Euskal Herria. De esta forma, la Fundación destaca que “ellos y ellas escribieron, y sus descendientes siguen escribiendo, con sacrificios y esfuerzo, una parte importante de la historia de nuestro pueblo, convirtiéndose en la correa de transmisión de la cultura y del idioma vasco en América”.
En primer lugar, zorionak. ¿Qué supone recibir este premio de la Fundación Sabino Arana?
Estamos encantados. Supone un reconocimiento a nivel institucional de la labor que llevamos desarrollando desde el año 2005. Somos muchas personas las que, aparte de nuestros trabajos, dedicamos muchísimo tiempo a intentar recopilar y poner en valor a nuestros padres. El que por fin haya llegado un reconocimiento de este tipo nos alegra, porque una de mis reivindicaciones siempre ha sido que este tipo de inmigración es la que ha demostrado en EEUU que somos un pueblo con una misma lengua, costumbres, y cultura. Es algo que nos ha unido en el exterior. Y el premio es una manera de volver a reconocerlo.
¿Cree que servirá para visibilizar la labor de la asociación?
Sí. Todos los años organizamos una fiesta y siempre tiene repercusión, pero es importante que se vea que no solo es una fiesta anual, que detrás de eso hay muchísimo trabajo. Hay trabajo de recopilación de datos, hemos puesto dos museos en marcha, heos ayudado a las personas que se ponen en contacto con nosotros para buscar datos de antepasados que saben que han emigrado... Trabajamos con distintos historiadores, universidades, Gobierno de Navarra y vasco... Es una labor que hemos venido desarrollando bastante silenciosamente y es una manera de darle visibilidad.
¿De dónde nace la idea de crear Euskal Artzainak Ameriketan?
En 2005 Artzain Mundua contactó con mi padre. Yo sabía quiénes eran, porque en aquella época yo estaba en el Ayuntamiento de Lesaka y nos habían invitado a unirnos a esa red. Por eso, le dije a mi aita de ir a Arantzazu. Allí reunieron a muchos pastores, entre ellos cuatro navarros, además de mi aita. Y a uno de los organizadores le dije: ¿Cómo tienes el dato de mi padre? Me dijo que hacía años le hicieron un homenaje en Legazpi en el Artzain Eguna, pero me preguntó a ver si es que había más. Y le dije: Pero, ¿cómo si hay más? ¡Que en Lesaka de todos los caseríos fue alguno! (risas). Y en el caso de mi aita además fueron los tres hermanos. Al ver eso me comprometí a recopilar datos de los pastores que emigraron desde Lesaka, fue el primer paso.
¿Cómo ha sido ese camino?
Mi aita sabía quiénes habían ido con él a América, y luego empezaron a hablar de la decisión, la dureza, lo que supuso... Y pensé: siendo hija de un pastor no conocía todo esto, pero hay que ponerlo en valor. Ese año hicimos una fiesta con pastores , y de ahí surgió la idea de hacer un libro. Posteriormente, en 2006, hicimos una fiesta en el ámbito de Navarra e Iparralde, y han seguido viniendo todos los años. Fue duro porque dos semanas antes murió mi aita, pero mi ama me dijo que en homenaje a mi padre había que seguir con ello. Al tiempo vi que tenía mucho material, y otras expectativas y que había que fundar la asociación. Invité a pastores y varias hijas y en 2011 creamos la asociación. En los últimos años hemos puesto en marcha el museo en Elgorriaga, en Malerreka, y otro en Orbaitzeta
La Fundación ha destacado que se convirtieron en la correa de transmisión de la cultura y del idioma vasco en América.
Exactamente. Allí fueron reconocidos enseguida como basque sheperd, los pastores vascos, fueran de Iparralde, Navarra… y empezaron a crear las primeras euskal etxeas, nafar etxeak, los picnics vascos, donde no faltaban la pelota, herri kirolak, aizkolaris... Hasta cuartas y quintas generaciones de vascos que siguen hablando euskera. Estar lejos de sus casas les unió, y en cualquier trabajo si decías que eras vasco tenías las puertas abiertas, porque era gente trabajadora, que cumplía la palabra y gente leal. Son los mejores embajadores que ha tenido esta tierra. Gracias a ellos somos conocidos los vascos como somos. Incluso en los bancos les daban crédito sin avalista, porque sabían que lo devolverían.
¿Qué suponen para el legado histórico de Euskal Herria?
Cuando fueron, mi padre decía que aquí no había dinero, solo tenían habas para comer. Pero fueron allí y en poco tiempo hacían muchísimo dinero, podían comprar caserios, quitar deuda... Y empezaron a traer maquinaria, los primeros tractores fueron de gente que estaba en EEUU. Y socialmente también tuvo impacto. Mi ama decía que ella iba a los picnics vascos y veía a los hombres cambiar pañales, iban juntos a centros comerciales... Eso aquí era impensable. Era otro mundo. Tenían luz eléctrica, agua de grifo, pañales... Eran cosas que no había aqui.
Han puesto en marcha dos museos, pero también la publicación de varios libros que recogen la experiencia de estos pastores. Tendrán cientos de archivos después de todo este tiempo.
Sí, y además ahora todo irá a nuestra base de datos. Tenemos un convenio con la Universidad de Navarra para que de esa forma los datos se vuelquen en un archivo, y esté disponible para que lo pueda leer todo el mundo.
Por mucho que llevaran allí décadas, ¿la identidad vasca ha perdurado? De hecho, usted es hija de un pastor que trabajó en América.
Gracias a la labor de la asociación me he encontrado con mucha gente que me ha dado las gracias, y me ha dicho que gracias a mí han aprendido cosas sobre sus padres que no sabían, y a sentirse orgullosas. Ha sido importante ponerlo en valor, tanto para las familias como para la gente que viene de fuera.
¿Todo esto es un homenaje a todos los hombres y mujeres que emigraron?
Eso es, es un reconocimiento a lo que ellos sin darse cuenta supusieron en la historia tanto del oeste americano como en la historia de sus propios pueblos. Gracias a ello salieron adelante muchas casas de nuestros valles.
¿Con qué se queda de los cientos de testimonios recibidos?
Hay uno que me llega siempre al corazón; un pastor de Iribarri. Cuando organizamos un viaje en 2013 con pastores a EEUU. que luego emitió EITB y fue presentado por mi hermano Iulian, al hombre le había dado un ictus, no se acordaba de nombres, le costaba hablar... Pero uno de los destinos que íbamos a visitar era donde él había estado viviendo, y dijo que quería acudir. Su familia al principio le dijo que no, porque el neurólogo había dicho que no estaba en condiciones. Pero al final cambiaron de idea y lo que pasó allí fue alucinante: empezó a recordar cosas de su etapa allí, nombres, historias…. De hecho, Iulian incluso le pudo hacer una entrevista. Y cuando volvimos su mujer me decía que le había venido genial el viaje, para mejorar el habla, la memoria... todo. Fue muy especial. Y desde entonces tenemos una relación especial, y con la hija también. Ver lo que ha supuesto todo este camino para una persona son las cosas que le dan sentido a tu labor. Y es que para ellos ha sido importante, sabían el esfuerzo que les había supuesto pero nunca nadie se lo había valorado. Y esto es un reconocimiento para todos ellos.