Todo empezó el 29 de octubre de 2003 en la cancha de los Sacramento Kings. Aquella noche debutaba en la NBA LeBron Raymone James, el chaval de Akron que sin haber pisado aún una cancha profesional llevaba ya tatuado en su espalda el apodo ‘Chosen 1’ (El Elegido), el muchacho de instituto de 18 años que ya había sido portada de ‘Sports Illustrated’ y cuyos partidos habían sido retransmitidos por ESPN a nivel nacional, algo insólito. Aquella primera noche quizás fuera la última vez que James fue por detrás de todas las expectativas generadas. El Kings Cavaliers retransmitido a todo Estados Unidos por la TNT que le iba a servir como bautismo de guerra tuvo que arrancar con retraso porque el partido anterior de la parrilla televisiva se fue a la prórroga. Tuvo que aguantar un ratito más las “mariposas en el estómago” que dijo estar sintiendo en esos minutos y cuando por fin llegó el momento se embadurnó de polvos de talco sus manos en un gesto que se convertiría en un ritual, saltó a cancha en el quinteto inicial y solo necesitó tres minutos para anotar su primera canasta, un tiro lateral por encima de Brad Miller asistido por Ricky Davis. Aquella noche facturó los primeros 25 puntos de su trayectoria profesional.
Este martes, 19 años, tres meses y seis días después, en la vigésima temporada de su larga, sostenida y exitosa singladura por la NBA, ‘King’ James alcanzó los 38.390 puntos anotados, superando uno de esas plusmarcas que parecían cinceladas en piedra, inabordables, eternas: los 38.387 puntos que convertían al legendario Kareem Abdul-Jabbar, el padre del ‘sky hook’, en el máximo anotador histórico de la NBA. Lo logró enfundado en la camiseta de Los Angeles Lakers que también portó Jabbar, presente en primera fila, en un Crypto.com Arena angelino engalanado para la histórica ocasión y eufórico desde el salto inicial y con los Oklahoma City Thunder como rivales, que se llevaron la victoria por 130-133. El récord cayó a diez segundos del final del tercer cuarto, con un tiro frontal de media distancia con pasito atrás ante Kenrich Williams. Gritó y lo celebró a la carrera, con los dos brazos en alto. La historia quedaba reescrita.
Evidentemente, el encuentro quedó interrumpido para celebrar el hito. LeBron pidió a sus familiares que entraran con él a cancha. En el círculo central, se abrazó con Jabbar, que le entregó el balón del récord en un gesto de enorme simbolismo, también con Adam Silver, comisionado de la NBA, y no pudo reprimir lágrimas de pura emoción. Dedicó un breve discurso de agradecimiento al público, saludó a sus compañeros de instituto que viajaron para asistir a tan especial momento, a Jay Z, a Dwyane Wade y a Magic Johnson, entre otros, y regresó a la acción. Curiosamente, solo metió dos puntos más en el resto de la contienda y acabó el duelo sentado en el banquillo.
Jabbar ostentaba el cetro anotador de la NBA desde que se lo arrebatara a Wilt Chamberlain (lo tuvo en sus manos desde 1966) el 5 de abril de 1984. Con un ‘sky hook’, cómo no. Desde esa lejana fecha, casi nueve meses anterior al nacimiento del propio LeBron, alcanzar al fabuloso pívot, que consiguió alargar su carrera profesional veinte temporadas, parecía misión imposible porque exigía un ejercicio de longevidad y sostenibilidad en la excelencia anotadora difícil de ver. Se quedó corto Michael Jordan (32.292) por sus dos retiradas voluntarias. También Kobe Bryant (33.643) y Karl Malone (36.928), dos depredadores del aro rival.
Lejos de ser un anotador puro
Lo ha acabado consiguiendo un jugador alejado del perfil del anotador puro, un jugador total, un generador de juego (es cuarto en la lista histórica de asistencias) cuyo repertorio ha ido añadiendo registros con el paso de los años. De hecho, James solo ha sido en una ocasión máximo anotador de la temporada (2008), pero ha sido un ejemplo de sostenibilidad sin parangón en la historia de este deporte. Salvo en su temporada de novato (20,9 de media), nunca ha bajado de los 25 puntos anotados por partido. Con 38 años ya cumplidos y en su vigésima campaña, promedia por encima de los 30 puntos por cita. A esa edad, Jabbar metía 23,4 y en su curso número 20 no pasó de 10,1.
La gran virtud de James ha sido saber convivir con los focos, la presión y la exigencia a niveles superlativos desde que era un adolescente, una fortaleza mental añadida a un físico extraordinario y a unos fundamentos que no han dejado jamás de aumentar. Cuatro anillos (dos con Miami, uno con Cleveland y otro con los Lakers), cuatro veces MVP de la NBA, 13 veces elegido en el mejor quinteto de la liga, 19 nominaciones para el All Star, dos oros olímpicos… y la consideración global, salvo ‘haters’ puntuales, de ser el único ser humano que puede discutirle a Michael Jordan la consideración de mejor jugador de la historia.
A esa altura se encuentra la figura histórica de un LeBron James que, de momento, sigue sin mostrar signos de declive en su juego, por lo que la pregunta es tan obvia como pertinente. ¿Hasta dónde será capaz de elevar su leyenda? ¿A qué altura final colocará plusmarcas como la batida ayer martes? Únicamente hay dos cosas que siguen motivando a ‘King’ James: luchar por más anillos y llegar a compartir equipo con su hijo Bronny, aún en el instituto. Para lo primero, mucho tienen que cambiar las cosas en los Lakers, abriendo la incógnita de las decisiones que pueda tomar en verano para satisfacer su hambre competitiva. Para lo segundo, tendría que aguantar en activo, como poco, hasta el ejercicio 2024-25. Si lo consigue manteniendo un rendimiento parecido al actual, podría dejar su registro anotador en cotas estratosféricas, a la altura de su descomunal figura de jugador de leyenda.