En el ciclismo de la alta tecnología, los vatios como medida de potencia, el potenciómetro a modo de Biblia, la búsqueda incesante de los marginal gains como el Vellocino de Oro, el biga data elevado a los altares como si se tratara de un oráculo y los cálculos que se asemejan a uno de esos enigmas matemáticos irresolubles, Alberto Bettiol no cayó en la cuenta de que su victoria y su desaforado y extasiado festejo, no servía para nada.
El italiano se entusiasmó tras derrotar en el esprint a Matthews. Gritó su alegría Bettiol, feliz, dichoso. Una charanga tocándole a la algarabía a los cuatro vientos. Todo era dicha en su burbuja, en su mundo de luz y de color. El italiano era ajeno a la realidad. Gesticulaba su logro y braceaba. Alzaba el puño.
Entonces, tiempo después, le dijeron que no había ganado. ¿Cómo? No puede ser. Bettiol no entendía nada de todo aquello. Él fue el primero en el esprint. No hubo dudas. Matteo Trentin, vacilón, le abrazó y le levantó los brazos. Trentin y todos en el pelotón, salvo Bettiol, conocían la verdad de lo sucedido. En realidad nadie pudo con él en el esprint, pero el debate de la velocidad llegaba con más de medio minuto de retraso respecto a la resolución de la etapa.
LA VICTORIA VERDADERA
Andreas Leknessund, el mejor de la fuga, había conquistado la segunda jornada del Tour de Suiza. La victoria verdadera fue la suya. El noruego logró su primer laurel en el WorldTour. Bramó en tres ocasiones antes de agarrarse con las manos de la incredulidad el casco. Esa misma sensación recorrió el espinazo de Bettiol, que escondió la cabeza entre los hombros cuando supo de su no victoria.
La escena, con el deje de Van Aert en el Dauphiné o Alaphilippe en Lieja, quedará impresa en la memoria del ciclismo. No solo por el error, sino por el modo en el que se produjo y la efusividad de Bettiol, desatado desde que atravesó la línea de meta€ segundo a 38 segundos. Además, la reacción de Trentin, bromista, produjo una imagen desternillante para el público y desconcertante para Bettiol.
Con esa secuencia, antes de la ceremonia del podio, al que subió Leknessund como vencedor de la jornada, y Williams luciendo aún el liderato, se finiquitó la segunda etapa del Tour de Suiza, donde la fuga, coronada por el noruego cuando dejó a sus compañeros de fatigas en la ascensión a Challpass, pudo con el empuje del pelotón. Después se originó el sainete. Leknessund confunde al despistado Bettiol.