La magia del carnaval llegó el sábado a Lekunberri. Y es que en este pueblo les gusta tanto meterse en la piel de otros personajes que adelantan las celebraciones para poder continuar de fiesta el próximo fin de semana en otras localidades. Lo cierto es que las calles de Lekunberri eran un derroche de color y humor, un mundo en el que toda era posible. Así, la reina Isabel II resucitó camino de la Abadía de Westminster, con el féretro tirado por marines y los sonidos de la gaita. Pero poco después de que Carlos III firmase su proclamación, no sin probar diferentes plumas, la reina apareció con ganas de marcha en un divertido teatrillo que ganó el concurso de disfraces.
Así, la cuadrilla de Juana Mari Hernandorena se llevó los 200 euros del premio, que podrán canjear en compras en cualquier establecimiento de Lekunberri. Al igual que el segundo premio, 150 euros, que fue para Gure Zirkua, un circo familiar con magos, forzudos, gimnastas, payasos y otros artistas. Era la misma cantidad que recibió una cuadrilla de amigas, las chicas de DBH 2, que ganó en la modalidad infantil con una coreografía de Saturday Night a la que se unieron numerosas personas del público. En total se presentaron diez grupos.
Ya desde la mañana se notaba que había ganas de fiesta. Para calentar motores, 67 personas almorzaron en la sidrería Toki Alai, que después se unieron a la kalejira que se dirigió a la plaza, la zona cero de la fiesta, poblada de mejicanos, vaqueros con su cárcel, bebés en la guardería, emoticonos, toreros, barbies, vikingos, cervezas, los niños de San Ildefonso, punkis o medusas por citar algunos de los personajes que convivieron ayer. Hasta la familia Adams, que era un poco especial, se unió a la fiesta.
Después de una comida que reunió a 152 comensales en el frontón, las celebraciones continuaron por la tarde, con una mirada al pasado rural. Así, los sonidos purificadores de los cencerros del Zanpanzar de Iskidi-Orritz encabezaron una kalejira en la que también participaron sus personajes mitológicos. Finalizó en la plaza, donde se quemó a Attezarko en una hoguera alrededor de la cual no faltaron los bailes.