Probablemente las mandarinas son las protagonistas de los anuncios que pretenden animar a los más jóvenes de la casa a consumir fruta. Y no es de extrañar, son fáciles de pelar, son dulces y jugosas, tienen un profundo y característico aroma y su tamaño las hace ideales para ser un postre o una merienda aceptada sin remilgos.
Ahora, durante el invierno, los cítricos de temporada y de cercanía inundan las estanterías de supermercados y tiendas especializadas. Naranjas, limones lucen sus brillantes colores tentando a los compradores, pero son las mandarinas las más deseadas para acabar en los fruteros de los hogares. Pero de entre ellas, elegir las mejores suele presentar dificultades. En esto se parece a los melones, que hasta que no las abres no se sabe cómo están.
En qué se fijan las abuelas
Las compradoras más experimentadas, nuestras abuelas hace tiempo que aprendieron cómo distinguir en la tienda las que van a triunfar en la mesa por su calidad.
1. Observar las hojas. En el caso de que no vengan completamente limpias, que suele ser el caso, fijarse en las hojas que llevan. De entrada, si tiene hojas y estas son de un color verde intenso es que son frescas y han sido recoectadas hace poco. Cuanto más grisáceo se vea el verde más tiempo llevarán en la cesta. Por este motivo muchas veces les quitan las hojas y el tallo.
2. Que pese. Si la coges con la mano, debidamente enguantada por higiene, debe pesar, no debe ser ligera. Es señal de que hay agua, que hay jugo. Serán más dulces.
3. Evaluar el tamaño. Parte de este aspecto depende de la variedad, pero comparando entre las que haya en la cesta, su tamaño será un indicador de calidad. Las más grandes habrán estado en el árbol más tiempo madurando y creciendo, almacenando más nutrientes.
4. Ceder un poco al presionarla. Una buena mandarina debe de estar ligeramente blanda al presionarla con suavidad. Esto significa que está en su momento optimo de maduración. Si está dura y firme es que no ha madurado lo suficiente, mientras que si está muy blanda pide ser que se haya pasado de madurez o que este seca y un poco hueca.
5. Examinar la piel. La cáscara de la mandarina debe ser fina y lisa, además de pegadas a los gajos. En parte depende de la variedad, por lo que debe evaluarse este aspecto en unión a los anteriores. Además, no debe tener ni manchas ni cortes o agujeros.
6. El olor. Debe ser reconocible. Cuanto la mandarina más huela a mandarina, mejor será su calidad, más en su punto su madurez. Debe ser profundo y fragante.
7. La fecha. La mandarina es una fruta de invierno, por lo que su temporada empieza a alrededor del mes de noviembre y se alarga hasta marzo, aunque cada variedad tiene su propios tiempos. Antes y después significa que su calidad va bajando o que viene importada desde el invierno de otras latitudes.
8. Dejar en la cesta las que no estén maduras. Una vez recolectada, las mandarinas no siguen madurando como otras frutas, como la manzana, las peras o el plátano. Esto se debe a que es una fruta no climatérica, es decir que una vez retirada de árbol se queda en ese punto de madurez.
Clases de mandarinas
Como en la mayor parte de las frutas y vegetales en general, las mandarinas no son de un único tipo, se cultivan numerosas variedades con sus propias características que las diferencian. Estos son los grupo más importantes atendiendo a criterios comerciales.
Las mandarinas satsuma
Estas mandarinas son originarias de Japón y en España son mayoritarias. Son las más resistentes al frío.
Son las de maduración más temprana y se caracterizan porque el contenido en ácidos del fruto desciende rápidamente una vez alcanza este punto, lo que las hace menos apetecibles que otras. Preceden en el mercado a las populares clementinas. En esta familia destacan la owari, la clausellina y la okitsu wase.
Mandarinas clementinas
Directamente conocidas como clementinas, son las más populares. Su tamaño es pequeño o mediano. Tienen una característica muy particular, su alternancia en la productividad, un año el mandarino proporciona una fuerte producción de frutos, pero son pequeños, mientras que al siguiente el numero de frutos es menor pero su tamaño es mayor. De entre sus familias destacan las arrufatinas, las clementubi, las clemenules (que se consideran las mejores) y las orri, las más grandes de todas.
Mandarinas comunes
Aquí entras todas las de origen mediterráneo y por lo general se cultivan en pequeñas explotaciones familiares. Son muy sabrosas y aromáticas, pero tiene la mayor pega de una mandarina, conservan sus pepitas. Además, su periodo de conservación es bajo.
Otras mandarinas
Son aquellas que se han obtenido del cruce entre especies y tienen características muy diversas, aunque es común que tengan la piel muy pegada a la pulpa. Además son variedades muy tardías