“Lo primero es escucharlas, tenerlas en cuenta, ellas son las protagonistas de su proceso y nadie más”. Sandra, trabajadora social de Gizarterako, asociación dedicada a la acogida, atención y orientación de mujeres en contextos de prostitución, explica a DIARIO NOTICIAS DE ÁLAVA la realidad y las necesidades que detecta de primera mano cuando visita los clubes y pisos en los que decenas de mujeres prestan servicios sexuales a cambio dinero, inmersas en la invisibilidad.
A juicio de Gizarterako, a la sociedad le llega una imagen del mundo de la prostitución ligada a la esclavitud, “caricaturizada”, que hace que estas mujeres no se sientan identificadas y a veces, por eso, incluso no tengan conciencia de ser víctimas. “No veo esa imagen de esclavitud que se vende tanto, no es tan visual, es todo bastante mas sutil, con otros factores, no es tener a una mujer encerrada con un candado y que vayan pasando clientes, es todo más sutil de lo que parece y es un peligro porque no lo ven ni ellas ni la sociedad”, afirma Sandra.
Esto no quiere decir que, a pesar de que “físicamente están bien alimentadas, con buen color y estética”, no vivan situaciones terribles, que les marcan a nivel psicológico. “En la prostitución se hace todo más crudo, pero está en su disco duro, no en unos grilletes, es un proceso emocional y psicológico muy complicado”. Así, se trata de mujeres que vienen de países muy deprimidos, que “crecen ya con un sentimiento de deuda porque saben que por sí solas no van a conseguir nada”, que provienen de entornos donde la violencia machista y los feminicidios están a la orden del día, y por ello “tienen normalizadas ciertas conductas que son violentas”.
Cuando llegan a Álava se ven solas en pisos, cada vez con más rotación, lo que impide que tejan redes sociales a las que puedan pedir ayuda y las hace más invisibles para Gizarterako, para la Policía, para los servicios sociales y para la sociedad en general. Carecen de una vivienda digna, de un lugar de descanso, su día a día transcurre con una copa en la mano en un club, “con el reguetón a tope”; o tomando cocaína en una habitación a petición de sus clientes, y en muchos casos ejercen para mantener a una familia que está muy lejos. “Son mujeres destruidas, no porque sean víctimas de trata, sino por todo lo que supone dejar a tus hijos con dos años en el país de origen y no verlos en cuatro años, o exponerte a servicios sexuales con más o menos sufrimiento”.
Asistencia psicológica
Por ello, Sandra reivindica una atención integral para estas mujeres en la que el tratamiento psicológico debe ser primordial. “Se habla de cambiar la Ley de Extranjería, de darles dinero, pero una mujer con esos niveles de estrés en los que están necesita que les asistan psicológicamente”. Eso sí, también precisan de otros tipos de ayuda. “Necesitan recursos, pero recursos eficaces y eficientes, no cheques de 200 euros, sino estabilidad, y para tener estabilidad hace falta acceso a vivienda, y para tener acceso a vivienda se necesitan viviendas municipales, alquileres sociales, una partida importante de dinero”, afirma Sandra. De hecho, muchas veces, ya con su deuda saldada, estás mujeres siguen ejerciendo hasta poder tener el dinero suficiente para acceder a una vivienda y su correspondiente volante de empadronamiento, lo que les abre las puertas de los servicios sociales y les permite, por fin, volver a reunirse con sus hijos. “Su sueño es traérselos”, asegura.
En la actualidad, explica Sandra, ninguna institución atiende específicamente a las mujeres que ejercen la prostitución, todo el trabajo recae en las ONG, que sin recursos suficientes realizan “una observación sistemática y continua de la realidad” para no perderse en un mundo que está cambiando, ya desde antes de la pandemia, y ahora más. “Las redes siempre van a ir muy por delante de nosotras”, asegura Sandra. Ahora, además de en los pisos, la prostitución está en Internet, “deslocalizada”. En torno a esas páginas web ha surgido todo un ecosistema de “fotógrafos, publicistas, relaciones públicas, un montón de nuevos actores que antes no encontrábamos”.
No todo es trata
En esa simplificación sobre el fenómeno de la prostitución que se traslada a la sociedad se habla de que la mayoría de las mujeres son víctimas de trata, pero según Gizarterako eso no es así e, incluso, trasladar ese mensaje eclipsa otros delitos que se producen en ese mundo. “La trata siempre supone captación, y a lo mejor hay mujeres que han venido a ejercer la prostitución y son víctimas de una red de explotación sexual, porque no ejercen en las condiciones en las que se les dijo que iban a ejercer”. O son víctimas de prostitución coactiva, que “se da mucho en relaciones de pareja, en mujeres del este, de Rumanía, el propio hombre la coacciona para que ejerza la prostitución”, explica Sandra. “Además –añade–, si una mujer quiere ser identificada como víctima de trata tiene que denunciar, con lo que eso supone de peligro para su familia en el país de origen”.
Pisos sin proxenetas
Ahora, como señaló el pasado lunes la asociación Araba Abolizionista en las Juntas Generales, la prostitución se desarrolla cada vez más en viviendas particulares o de alquiler vacacional. “Hay más pisos y más movimientos de mujeres que hacen salidas a domicilios, pisos que se abren y se cierran con mayor rapidez”, pisos que son propiedad privada y a los que la Policía, por tanto, solo puede acceder invitada o con orden judicial. A las trabajadoras de Gizarterako también se les hace más difícil el acceso a estas mujeres. “A mí me tienen que abrir la puerta”, dice Sandra, para poder entregarles material preventivo o informarles sobre el acceso a recursos, el consumo de drogas o el control de las infecciones de transmisión sexual.
En esas viviendas ya no hay proxenetas. “Ahora vemos mujeres con su plaza alquilada, no te recibe otra persona, no hay intermediarios a simple vista y se hace más difícil detectar los indicadores de que pueda haber trata”, advierte.
En los clubes, por su parte, la situación es la misma de siempre, con la diferencia de que en este caso la rotación es mucho menor. “Antes hacíamos las visitas y veíamos que igual había cinco mujeres nuevas, ahora igual de diez a nueve ya las conocemos”. Se trata de establecimientos que siguen funcionando, pero que tenderán a desaparecer “porque la legislación va en ese sentido, pero a ese nivel legislativo no será fácil tocar el tema de los pisos”, afirma la trabajadora de Gizarterako.
El trasfondo, la pobreza
La procedencia de las mujeres que ejercen la prostitución en Álava es cambiante, pero siempre hay detrás un factor común, la huida de la miseria o de la inseguridad. “El cambio de nacionalidades, sin entrar en cuáles, es directamente proporcional a los conflictos que hay en los países de origen. Por ejemplo, cuando en Venezuela hubo la revuelta, detectamos muchas mujeres venezolanas, la pandemia ha dejado países latinoamericanos muy afectados, Colombia tuvo un paro nacional, ha habido ahora un cambio de presidencia que genera inestabilidad, y todo eso repercute directamente en la prostitución”.
El papel de las drogas
Otro de los lugares comunes asociados a la prostitución es el de que las redes hacen adictas a las drogas a estas mujeres para someter su voluntad. La realidad es más compleja. “No consiguen un trabajo digno, tienen hijos en los países de origen, mantienen a sus padres, y si el demandante incluye el consumo muchas veces se ven obligadas, porque si no tendrían que decir que no a muchos servicios”, y al final es probable que acaben desarrollando dependencias, señalan desde Gizarterako, que en la actualidad desarrolla una campaña para romper mitos en torno a la cocaína y el sexo.
Hay más droga, y más violencia, en la prostitución de mujeres transexuales, generalmente brasileñas. “Sufren bastante violencia y la ejercen, porque vienen del rol de género que adquirieron en su país de origen, se reasignan, pero de nuevo lo anterior queda en el disco duro”, explican en Gizarterako. En cuanto a la prostitución masculina, la asociación ha detectado muy pocos hombres que la ejerzan, “pero la demanda es 100% masculina y su realidad es parecida a las de las transexuales, se exponen a más violencia y prácticas de riesgo”.
Mensaje a los consumidores
A esa demanda, al consumidor de sexo a cambio de dinero, lanza Sandra un mensaje. “Sería interesante que se implicaran, no tiene por qué ser excluyente que tú detectes situaciones de mujeres que están en riesgo y lo denuncies con que vayas a seguir con los servicios sexuales”. Esas denuncias se pueden hacer de forma anónima, pero hasta la fecha a Gizarterako solo han llamado dos hombres para preguntar cómo pueden detectar a una víctima de trata.
¿Y cómo son esos hombres que pagan por tener sexo con estas mujeres? “Nosotras seguimos los foros donde ellos hablan y estamos al tanto del perfil, aunque no digan su edad. Normalmente no tienen en cuenta medidas sanitarias y atentan directamente contra la salud de la mujer, y muchas veces va asociado al consumo de drogas. En una charla una alumna de Integración Social dijo que ella creía que lo que buscaba un demandante de prostitución era entretenerse; yo no hubiese podido contestar mejor”.
Ese entretenimiento, “en un ambiente privado e íntimo, donde nadie te conoce y encima lo compras, puede ser desde lo más naif hasta lo más sórdido; muchas veces no buscan ni placer sexual”, afirma Sandra.
Escucha activa
Para terminar, Sandra regresa al principio. “La actividad más importante que hace nuestra entidad es la escucha activa, y cuando esa mujer quiere ser protagonista de su proceso, que acaba ocurriendo, entonces nos pide ayuda y vemos que hemos hecho algo, porque hemos estado ahí, sin juzgar, sin estereotipar”, afirma. Esa escucha es el paso imprescindible para acabar con una imagen distorsionada – “si ellas no se sienten así es que no entendemos su realidad”– que impide conocer sus necesidades. “Nosotras no tenemos que venir a salvar a nadie ni a condenar a nadie, solo las escuchamos”, insiste.
Teléfono 24 horas. Cualquier mujer que de una u otra manera esté inmersa en un contexto de prostitución puede llamar al número de teléfono de atención 24 horas de Gizarterako, el 695781141. Al otro lado de la línea les prestarán asesoramiento de todo tipo y ayuda para salir de su situación, o simplemente se les escuchará. También pueden acudir a la sede de la asociación, que se encuentra en el número 94 de la calle Cuchillería de la capital alavesa y cuyo teléfono es el 945 269012.