Fermín Solís llegó a ser finalista del Premio Nacional del Cómic em 2008 gracias a su obra Buñuel en el laberinto de las tortugas, un acercamiento fabulado al rodaje del documental Las Hurdes, tierra sin pan que el cineasta aragonés rodó en 1933. Hace cuatro años Salvador Simó transformó las viñetas en una notable película del mismo título que se hizo con un Goya a Mejor película de animación. Solís estará este miércoles, a las 19.00 horas, en el Koldo Mitxelena, junto al cineasta Paul Urkijo, en una conferencia titulada Cómic en movimiento, cine sobre el papel, dentro de la programación extendida de la exposición sobre Luis Gasca que acoge la casa de cultura de Okendo.
¿Llegó a pensar que catorce años después de la publicación de ‘Buñuel en el laberinto de las tortugas’ se seguiría hablando de su obra?
En absoluto (ríe). De hecho, hace una semana estuve en Grecia presentando la película. Ese libro fue para mí un ejercicio en muchos aspectos. Hasta ese momento había abordado historias cotidianas, que firmaba con el alter ego Martín Mostaza. Fue como un ejercicio de estilo, de arriesgar y probar con algo histórico desde la ficción, porque todo lo que cuento es una invención; hay muy poco escrito sobre ese rodaje. Si hubiese sabido que se iba a hacer una película, no hubiese decidido dejar fuera de la historia al poeta Rafael Sánchez Ventura. Trabajar con cuatro personajes ya me parecía excesivo, además tanto Buñuel como Ramón Acín tenían personalidades muy fuertes.
En un inicio pensaba publicarlo con la editorial vasca Astiberri.
Era la idea original. Pero cuando estuve en la Filmoteca de Extremadura y vieron el proyecto, me hicieron una oferta muy buena para publicarlo con ellos. Las editoriales de cómic no podían hacer una oferta económica como la que me hacen las instituciones de este tipo, que dependen de la Junta. Un año después, cuando se agotó la tirada que sacamos con la editorial regional, lo sacamos con Astiberri. Y la edición actual, en color y en consonancia con la paleta de colores de la película, se editó con Reservoir Books. En la nueva edición cambié los rostros del escritor Pierre Unik y del director de fotografía Éli Lotar, porque cuando empecé a hacer el cómic no había apenas material fotográfico de estos dos personajes históricos. Pero con Internet todo crece y crece y, para cuando se hizo la película, sí que había más documentos.
¿Cómo vivió la adaptación de su cómic a la gran pantalla?
La viví de una manera extraña, algo paulatina. El proceso fue bastante largo. Desde las primeras reuniones hasta hacerla pasaron cinco años. En un inicio iba a ser un cortometraje para el Centro de Documentación de las Hurdes con un presupuesto muy bajo. De una forma casual el proyecto llegó a las manos de Manuel Cristóbal, productor de adaptaciones al cine de películas como Arrugas, de Paco Roca. Le interesó el libro y apostó por un largometraje a color para adultos con un presupuesto adecuado. Lo viví con emoción e ilusión. Trabajé en el proyecto un poco desde fuera, pero colaboré en todo lo posible.
¿Por qué decidió tomar distancia?
En aquel momento había logrado un estatus como ilustrador, algo difícil viviendo en una ciudad pequeña como Cáceres. En esa época estaba trabajando con una agencia en Nueva York y no podía involucrarme dos años en una producción de un largometraje de animación, cuando yo no lo había hecho en mi vida. Preferí que la película la hiciese gente que supiese hacer cine y mantenerme en un papel de supervisor.
¿Les dio libertad creativa?
Desde el principio. En las sucesivas revisiones del guion de la película, por ejemplo, se dejó de hacer mención a las casas hurdanas, que se asemejan a tortugas, y que, por otro lado, son las que dan título tanto al libro como a la película. Por otro lado, cuando se contrató a José Luis Ágreda, creo que fue el mejor regaló que se le pudo hacer a la película.
¿Cómo siente la adaptación cinematográfica? ¿Cómo una prolongación del cómic?
Fui bastante generoso y dejé rehacer al equipo creativo. Si fuese un personaje mío, como lo es Astro Ratón, la última palabra la tendría yo. Pero Buñuel es un personaje universal, no es mío. Siempre defendí que la película aportase cosas que no estuviesen en el cómic y viceversa, que se ambas se enriqueciesen y completasen. No me sentí dueño de ese libro y no puse ninguna pega en ningún aspecto. Solo pedí un par de cosas. Una de ellas era que Buñuel apareciese vestido de monja, algo que el director no quería. En el cómic Buñuel es bastante antipático, algo que se suavizó para la película, y el director pensaba que vestirlo de monja podría alejarlo aún más de los espectadores. Quitando esos pequeños detalles, no me supuso ningún trauma que hubiese aspectos que se alejasen del cómic.
Es curioso el recorrido de esta obra. Por un lado, usted llevó a las viñetas una película, 'Las Hurdes, tierra sin pan', y más tarde, sus viñetas pasaron a la gran pantalla.
Utilicé el documental original como fuente de documentación. Buñuel en sus memorias apenas dedicó dos líneas a este rodaje. Tuve la suerte de que a la mitad de la creación del libro en París aparecieron los descartes de la película que estaban perdidos. La Filmoteca de Extremadura me los proyectó y pude comprobar que había una serie de cuestiones que había imaginado mal. Me habían contado que un cazador que iba con Buñuel disparó contra unas cabras provocando que estas se despeñasen. En los descartes se puede ver cómo fue Buñuel el que disparó y que había dos cabras, una para el plano y otra para el contraplano.
¿Conocía el documental de Buñuel? ¿Cómo llegó a esta historia?
En los 80, Informe Semanal proyectó un reportaje coincidiendo con el aniversario del documental. Fue en ese momento cuando los hurdanos conocieron la existencia de Las Hurdes, tierra sin pan, porque, claro, nunca se había proyectado allí, ni tan siquiera en Extremadura. Fue entonces cuando la Junta de Extremadura inició una campaña de desprestigio contra Buñuel y fue cuando la película comenzó a sonar como algo negativo. Buscando una historia para contar, sin nada previsto, viajando por las Hurdes me topé con un busto abandonado de Buñuel. Empecé a tirar del hilo y fue como di con la película y esta historia que, en definitiva, era un lienzo en blanco porque no había apenas nada documentado. Me tiré un año investigando.
¿En qué trabaja en la actualidad?
Compagino la novela gráfica con el cómic infantil. Ahora, además, con la productora Glow, responsable de Buñuel en el laberinto de las tortugas, estamos preparando una serie que se llama La pandilla VHS que se basa en otro de mis libros, Operación Frankenstein. A su vez, trabajo en una novela gráfica que se llamará Elia, en la que vuelvo a esas historias costumbristas en las que aparentemente no ocurre nada, deudoras de cine como el de Éric Rohmer, que me encanta.