A Alberto Contador, campeón del Tour, del Giro y de la Vuelta, le encanta narrar su vida después de su biografía ciclista. El jefe del Eolo acude a las redes sociales con entusiasmo para desplegar sus logros y sus andanzas. En Valencia se grabó otro vídeo para que se disparase por internet con la inmediatez de lo urgente, que no siempre es lo importante. Se filmó a él mismo tras la victoria de Giovanni Lonardi, uno de sus muchachos, en la Clàssica de la Comunitat Valenciana 1969, la primera carrera del calendario europeo. El italiano resolvió con contundencia un esprint diezmado por una caída. Reunido el equipo en el festejo de Lonardi, Contador tomó unos metros de distancia, se bajó la mascarilla y grabó la dicha de su formación, el Eolo. Había narrado la victoria de uno de sus pupilos.
Se situó en primer plano Contador, como mandan los cánones de los tiempos rápidos del fast food digital, donde la noticia es uno mismo. Da lo mismo lo monumental del escenario, sea este el Panteón de Agripa, la Torre Eiffel, la Capilla Sixtina, el David de Miguel Ángel o una aurora boreal. Nada es más importante que uno mismo. Los egos superan el tamaño de las pirámides de Egipto. Así que Lonardi, que era el protagonista, fue parte del atrezzo, el fondo de la imagen. Es la liturgia. Completado el vídeo, Contador se entretuvo un momento con el móvil mientras Lonardi repartía la dicha con sus compañeros. Afortunadamente, a Lonardi le fotografiaron en lo más alto del podio. Algo contracultural en estos tiempos extraños y veloces.
El día nació raro en La Nucia. Salió el sol en el calendario del ciclismo en Europa, pero en la planta solar que es Valencia, donde se despertó la campaña, la nubes decoraron un cielo plúmbeo, inopinado y tristón. Tenía la mirada melancólica la Clàssica Comunitat Valenciana 1969 a pesar de ser el fogonazo que dio comienzo al curso. Frío y lluvia, otra distopía. Solo la fuga pareció tener sentido. No hay carrera sin hombres que busquen la libertad. En el grupo huido pespuntó el naranja de Xabier Mikel Azparren, siempre dispuesto para acumular kilómetros y experiencias. Al guipuzcoano del Euskaltel-Euskadi le acompañaron otros siete dorsales, entre ellos Roger Adriá, del que tanto se pronostica. El ciclistas del Kern Pharma compartió varios capítulos con Azparren y el resto.
Después, el catalán, Dujardin (TotalEnergies) y Verre (Arkéa) decidieron aventurarse. La fuga de la fuga, como una muñeca matrioska. El pelotón, condescendiente con la narrativa de la escapada, elevó la tensión a medida que se imaginaban las palmeras que festonean la Avenida Francia, donde aguardaba la mascletá. En rectas en las que se intuía el final, aunque el punto de fuga era borroso, Adriá, Dujardin y Verre se entendían con el lenguaje de la ilusión. Los relevos no se discutían.
En el frente del pelotón, el Caja Rural, el Burgos-BH y el Eolo se repartían la tarea. La de Juanjo Lobato, velocista del Euskaltel-Euskadi, era ir reponiendo el cuerpo de la caída que sufrió. Se le raspó el costado derecho al gaditano. Aunque dolorido, reemprendió la marcha. Al trío de cabeza le fueron rapando la ventaja entre los paisajes de la Albufera. Adriá, Dujardin y Verre penduleaban en el medio minuto. El Eolo le dio aire al pelotón, enfilado en la persecución en rectas solo interrumpidas por alguna que otra rotonda que quebraba el tedio de las carreteras diseñadas con reglas y un compás. A un palmo del extrarradio de Valencia, los tres saludaron su despedida.
FINAL PELIGROSO
Después de casi 160 kilómetros de fuga se reinició la Clàssica. Una etapa de algo menos de 10 kilómetros. Los equipos de los velocistas levantaron una barricada, un muro para espantar a los desesperados. El resto lo hizo una rotonda que, con el suelo húmedo y puñetero, quebró la paz. Medio pelotón perdió el paso. Dos curvas después, en la entrada de la Avenida Francia, otra caída quebró el esprint, que se redujo aún más. Antonio Soto, la baza del Euskaltel-Euskadi, fue quinto, un par de segundos lejos del baile a tres en el que se midieron Giovanni Lonardi, Amaury Capiot y Chris Lawlees, el primero en claudicar. El italiano borró luego el empeño del francés. Lonardi elevó los brazos. Así se coló en el vídeo de Contador, que narró su victoria con el italiano al fondo. Después se subió al podio.