La categoría sub’23 dejó de ser el futuro porque el presente es incluso más joven. En los días en el que llueven las Perseidas y las estrellas fugaces de agosto parecen no acabar nunca, los muchachos, imberbes, parecen veteranos. El WorldTour consume a adolescentes, chicos que fichan cuando aún no tienen carné de conducir. Los nuevos tiempos son partir hacia el profesionalismo sin pasar por la universidad de la categoría aficionada.
Algunos, los menos, los elegidos, los fenómenos, triunfan, el resto se estrella y maldice las prisas y el ansía que le impulsaron. En realidad, hay tiempo para todo, pero se consume a toda velocidad y la perspectiva se pierde. No hay momentos para la contemplación, prohibido despreciar el tiempo. El ciclismo, de lleno en el acelerador de partículas, es fast time.
En Stirling late el corazón de su imponente castillo, símbolo del poder escocés y formidable testigo del tiempo, de las construcciones que duraban varias vidas para que quedasen para siempre en el paisaje y la memoria. Se trataba de trascender. No contaba el tiempo, sólo la eternidad.
El maillot arcoíris de contrarreloj es otro modo de adentrarse en lo imperecedero. La gloria se tricota con hilos de muchos colores. Aunque el tiempo, efímero, inasible, juzgó a los aspirantes en un examen duro, una oposición de 36 kilómetros. Conviene situar la distancia en perspectiva.
Milesi da la sorpresa
La crono del Tour fue de apenas 22 kilómetros. El recorrido por las carreteras secundarias de Stirling era ideal para escupir vatios, para tipos fuertes y poderosos. Territorio de especialistas. El final con un exigente repecho empedrado, elevaba la apuesta. Allí se repartió la gloria. En esa subida, Lorenzo Milesi, italiano del DSM, encontró el oro y la dicha. Ascendió al Olimpo.
A la historia se entra a través de incomodidades. La disciplina que obliga a retorcer el cuerpo, a fijar la mente en el páramo de la concentración y a pedalear al límite pero sin atravesarlo para no ceder, elevó a Milesi, capaz de rodar por encima de los 50,5 kilómetros por hora.
Completó una crono estupenda. Marcó un registro de 43:00. Demasiado rápido y potente para el resto. También para Alec Segaert, belga que forma parte del Lotto, subcampeón del mundo de la especialidad, que concedió 11 segundos.
García Pierna roza el podio
El podio lo completó el australiano Hamish Mckenzie, recién incorporado al Jayco, a 51 segundos del italiano. A Raúl García Pierna el bronce se le escapó por apenas tres segundos. Eso le empujó fuera de la orla definitiva. Tic-tac-tic. Tres suspiros. El tiempo no hace concesiones. Tampoco amigos. Insobornable. El madrileño completó una gran actuación, pero no le alcanzó para colarse en el podio.
El 11 de septiembre de 1297 se produjo una de las batallas decisivas de las guerras de independencia escocesa. Aquel día, William Wallace y los suyos derrotaron a los ingleses, que contaban con un ejercito más poderoso. La lucha la recoge Bravehart. Ocurrió en Stirling. Un monumento recuerdo al bravo héroe escocés que se interpuso al poder inglés.
Por encima de los 50 km/h
Ante el intenso acoso de Segaert, subcampeón de la especialidad el pasado curso y el máximo favorito al oro después de ser segundo en el campeonato de crono de Bélgica, donde sólo Van Aert pudo derrotarle, respondió con enorme firmeza Milesi, el primero que disparó la bici por encima de los 50 kilómetros por hora.
En esas cifras se movió el belga, algo más veloz en el inicio, pero sin el punch final necesario para batir a Milesi. El italiano venció donde no se le esperaba porque Segaert era el hombre predestinado para colgarse el oro. Milesi no le dejó en una crono muy pareja entre ambos hasta que en el tramo definitivo, cincelado por el repecho, Milesi se hizo con el trono de Escocia. Se posó sobre el arcoíris.