La ducha forma parte de nuestra rutina diaria de higiene y a priori no parece una tarea demasiado complicada: dejas caer el agua sobre tu piel, te enjabonas, te aclaras y listo. Sin embargo, hacerlo de la forma correcta requiere un poco más de dedicación.
El principal objetivo de la ducha es mantener la higiene personal, lo que sin duda va a repercutir en nuestra salud y nos va a ayudar a sentirnos bien con nosotros mismos. Dependiendo del ritmo de vida o de los horarios, unos van a preferir ducharse a primera hora de la mañana y otros a última de la noche. Mientras que en el primer caso la ducha te espabilará y estimulará tu circulación sanguínea, en el segundo te irás a la cama más relajada y con la agradable sensación de estar limpia.
Rincones olvidados
En cualquier caso, los expertos advierten de que cuando nos duchamos hay ciertos rincones del cuerpo que no lavamos y a los que deberíamos prestar una mayor atención porque pueden convertirse en un nido de bacterias y en un foco de enfermedades, y pueden llegar a desprender un desagradable olor. Estos son:
1- El ombligo. Al ser una cicatriz que en la mayoría de los casos tiene forma de hendidura, es fácil que se concentren en ella bacterias, que encuentran su caldo de cultivo en la humedad y el calor, y suciedad, como la que se desprende de la ropa con la que está continuamente en contacto. Los expertos recomiendan secarlo bien al salir de la ducha y limpiarlo con delicadeza una vez a la semana, bien con un bastoncillo humedecido en agua tibia y jabón o en alcohol. No hacerlo puede causar mal olor y en el peor de los casos, provocar una infección.
2- Detrás de las orejas. Si no te lavas el pelo siempre que te duchas y al ser además complicado que el agua y el gel lleguen bien a esa zona, es evidente que la parte trasera y superior de la oreja son lugares que no sueles limpiar habitualmente. Con el tiempo se va acumulando suciedad y al frotar esa zona con el dedo se desprende como una especie de grasilla que no huele bien.
3- Debajo de las uñas. La suciedad y las bacterias se acumulan con facilidad debajo de las uñas. Nuestras manos están continuamente en contacto con objetos y aunque las lavemos a menudo puede que no lo hagamos con la profundidad que necesitarían las uñas. Se recomienda pasarles un cepillo o mojar un algodón con agua tibia y jabón y frotarlas con suavidad. Llevarlas cortas también te ayudará a dar esquinazo a las bacterias.
4- La nuca. Se trata de una zona cálida y húmeda bastante propicia a que se acumule la suciedad y, salvo que insistas en ella cuando te lavas el pelo, nunca conseguirás lavarla a conciencia.
5- El cuero cabelludo. Esta zona está llena de glándulas sudoríparas que debemos de mantener limpias para evitar que aparezca la caspa. Destina un par de minutos a frotarlo cada vez que te laves el pelo.
6- La espalda. Lavarse la espalda en la ducha es muy difícil, ya que no podemos hacerlo solo con nuestras propias manos. Para sortear esta dificultad podemos ayudarnos de cepillos adecuados para realizar esa labor y dedicarle unos momentos un par de veces por semana.
7- Los codos. Esta parte del cuerpo está continuamente en contacto con otras superficies, por lo que es fácil que se le adhiera la suciedad. Además de limpiarlos, debes exfoliarlos para eliminar las células muertas e hidratarlos para que tengan un mejor aspecto.
8- Los pies. Se consideran uno de los lugares más sucios del cuerpo y aunque el agua y el gel de la ducha van a parar inevitablemente a ellos, este contacto no es suficiente para que se consideren bien lavados. Es necesario limpiar con una esponja las plantas de los pies y el espacio que hay entre los dedos para evitar el mal olor y sufrir infecciones.
Ahora que ya conoces todas las partes de tu cuerpo a las que debes prestar una atención especial, reconocerás que una ducha rápida no es realmente efectiva a la hora de mantener una correcta higiene. Merece la pena buscar el momento del día en el que puedas dedicarle un poco más de tiempo y hacerlo bien.