Donald Trump ha empezado su guerra comercial. De momento, los aranceles estadounidenses solo se han hecho efectivos a productos chinos, después de que se suspendiera durante un mes su aplicación a los mexicanos y canadienses. Y entre anuncios, declaraciones cruzadas y movimientos diplomáticos, la Unión Europea contiene la respiración. Se ha hablado mucho de ganadores y perdedores las últimas semanas, pero lo cierto es que, en una guerra comercial, como en una guerra convencional, no gana nadie.
El analista económico del Instituto Elcano, Federico Steinberg, pone el foco en una fecha: abril. "La Unión Europea debe ir preparándose porque los aranceles sobre sus exportaciones a Estados Unidos seguramente llegarán en abril, una vez que la Administración presente los resultados de su investigación sobre dependencias y vulnerabilidades comerciales norteamericanas, que es fácil anticipar lo que dirán", asegura en su análisis Trump comienza la guerra comercial.
Para empezar dirán que el déficit comercial de Estados Unidos está disparado y el año pasado alcanzó los 1,212 billones de dólares. El país compró al exterior bienes por 3,29 billones, con un récord de importaciones desde México, y exportó mercancías por valor de 2,08 billones. Los principales productos que compra son automóviles, productos farmacéuticos, petróleo, teléfonos móviles y frutas. En cuanto a la Unión Europea, los datos de 2024 (hasta noviembre) muestran que EE.UU. exportó cerca de 352.000 millones de dólares al Viejo Continente e importó 555.600 millones, generando un déficit en el balance comercial de 213.700 millones. Los principales bienes que compra a la UE son medicinas, automóviles y productos farmacéuticos.
Este desequilibrio es el que explica, en parte –matizando en parte–, la guerra comercial emprendida por Trump y que haya empezado por sus principales socios comerciales: México, Canadá y China, por ese orden. Pero las cosas no son tan sencillas y este proteccionismo podría ser "un tiro en el pie" del mandatario estadounidense. "Dado que estos aranceles –sobre todo los que afectan a México y Canadá– son imposibles de justificar por motivos económicos, vale la pena detenerse en la filosofía comercial trumpista", apunta Steinberg. Esta filosofía se basa en que "las exportaciones son buenas y las importaciones son malas". "Esta visión maniquea le lleva a pensar que uno de los objetivos de la política comercial es eliminar los déficits comerciales bilaterales y que la mejor forma de hacerlo es mediante el establecimiento de aranceles", explica el analista.
Sin embargo, las consecuencias negativas para Estados Unidos podrían ser varias: las más inmediatas, incremento de precios e interrupciones en las cadenas de suministro en sectores como la automoción o la siderurgia. Y, a medio plazo, pérdida de peso en la economía mundial. "Los países ya están ajustando sus estrategias para diversificar su comercio y reducir así su dependencia económica de EE.UU.", explica a Europa Press Armando Alvares, consultor de política internacional.
Vía de la negociación
Veamos el caso de México y Canadá. El primero es el primer proveedor de frutas y verduras a Estados Unidos; el segundo, de productos energéticos. Y ambos suministran vehículos y sus componentes, así como acero a su vecino. "Los efectos en cadena serán graves, especialmente para los fabricantes pequeños y medianos que carecen de la flexibilidad y el capital para encontrar rápidamente proveedores alternativos o absorber los crecientes costos de la energía", advirtió el presidente de la National Association of Manufacturers, Jay Timmons, esta semana en medio de la tormenta entre los tres vecinos, que hay que recordar que tienen un tratado de Libre Comercio desde 1994 y que sus economías son muy dependientes, les guste o no. México vende a Estados Unidos el 83% de todo lo que exporta y Canadá, el 77%.
Por eso no es de extrañar que tanto Claudia Sheinbaum como Justin Trudeau hayan optado por la vía de la negociación, que es el camino que quiere recorrer la Unión Europea para evitar que lleguen los aranceles. "Tenemos que negociar con Trump, es uno de los temas más importantes hoy en día", señaló esta semana el primer ministro finlandés, Petteri Orpo, a su llegada a una reunión de líderes en Bruselas, expresando un sentimiento generalizado en la UE.
La inquietud por ser los siguientes en la vorágine arancelaria de Trump es algo que no esconden en el bloque. La misma Christine Lagarde, presidenta del BCE, ha dejado claro que para la recuperación de Europa es necesario que se recupere la demanda externa. Y, claro, lo que haga Trump va a impactar de lleno en esto. "Si las tensiones comerciales aumentan, se podría frenar nuestro crecimiento y haría mucho más inciertas todas las perspectivas macro y de inflación de la zona euro", apuntó Lagarde. Las perspectivas no es que sean buenas de por sí, ya que se espera que la Eurozona crezca apenas un 0,9% este año, lastrada sobre todo por la crisis alemana –muy ligada a su industria automovilística y a las exportaciones–.
Ante esta perspectiva, los movimientos ya han comenzado. El Gobierno vasco va a activar esta semana un grupo de acción compuesto por cámaras de comercio, diputaciones forales, clústers y demás "tejidos productivos" para la defensa industrial de Euskadi. En un momento ya de por sí complicado para el sector, la preocupación por el impacto de esta guerra comercial en las empresas vascas es una realidad. Estados Unidos es el cuarto socio comercial de Euskadi, a cuyo país se exportaron el año pasado bienes por valor de 2.082 millones de euros (hasta noviembre, según los últimos datos disponibles).
Las empresas vascas temen por sus exportaciones y los sectores más afectados podrían ser la automoción, el vino, cuyas ventas ya cayeron un 20% en la legislatura anterior de Trump, y la siderurgia. Bruselas también trabaja en las posibles represalias que adoptaría si finalmente se imponen los aranceles estadounidenses, aunque todavía no ha desvelado sus planes. Será clave lo que ocurra el 1 de marzo, cuando acaba la tregua de un mes que ha aceptado Trump con México y Canadá. A partir de entonces, ocurra lo que ocurra, las miradas se dirigirán a la Unión Europea.
Amenaza
El matiz de en parte viene ahora. Y es que Trump también está utilizando la amenaza de los aranceles como herramienta de presión para lograr ciertos objetivos –de ahí que aceptara de buena gana la tregua–. En el caso de México es claro, conseguir que refuerce la militarización en la frontera, esa línea de más de 3.000 km por la que cruzan personas y drogas, pero también armas que entran de Estados Unidos al país azteca y que alimentan la guerra y el poder de los cárteles. "(Trump) está convencido de que, como el estadounidense es el mercado más rico del mundo y todos temen una guerra comercial, los países estarán dispuestos a hacer concesiones (tanto comerciales como de otro tipo) si los amenaza con aranceles", explica Steinberg. Los tres países tienen mucho que negociar este mes, habrá que ver si llegan a un acuerdo para hacer frente común a los problemas que les aquejan en conjunto. En caso de que se impongan los aranceles, tanto México como Canadá tienen su plan B en forma de represalias, y entonces solo queda esperar a las consecuencias.