Jon Arraibi reflexiona sobre los problemas que puede generar el incorporar un perro a nuestra vida dejándonos guiar únicamente por los buenos sentimientos, sin tener en cuenta que el conocimiento es esencial para un amor de calidad y verdadero.

Los buenos sentimientos. Las buenas intenciones. Idealizar una situación. Montarnos películas en las que todo, al ser guiado por nuestra buena intención, sale bien.

Porque claro, ¿Qué puede salir mal si he decidido hacer algo movido, principalmente, por lo que me dicta el corazón?

Yo te respondo. Todo.

Cuando hablamos de incorporar un perro a nuestra familia y nuestra única bandera es la buena intención todo, puede salir mal.

Si acudo a la protectora de animales o perrera municipal con la pena dibujada en el rostro, todo puede salir mal

Si creo que únicamente con cariño podré ayudar a ese traumatizado perro que ha tenido una existencia miserable, las cosas pueden salir mal.

Si decido que a mi madre, ya anciana, le vendrá muy bien la compañía de ese simpático y activo cachorro también puede salir mal.

Si recomiendo a alguien que está pasando por una profunda depresión, que encargase de un perro sanará sus heridas, tal vez salga mal.

Si me parece una gran idea adoptar un cachorro para que nuestro hijo de 7 años lo cuide y aprenda a responsabilizarse, si, esto también puede salir mal.

Si sólo tengo buenas intenciones y decido lanzar la moneda al aire, quien sabe, puede que te salga cruz.

Cuantos perros con la vida arruinada porque alguien creyó que con los buenos sentimientos bastaban. Cuantos perros infelices, en un casa a la que nunca deberían haber llegado. Una casa en la que quizás se les quiso, incluso tiempo después se les MAL - QUIERE. Y los que tienen peor suerte, su destino es la vuelta a la perrera.

En no pocas ocasiones, los hermosos sentimientos, las intenciones, el buenismo irreflexivo, sustituyen completamente al conocimiento, cuando simplemente deberían guiarlo, servirle de brújula moral.

Evitemos las fantasiosas proyecciones que a menudo pasan de bonitos sueños a reales pesadillas. Dejemos de ver a los perros como nos gustaría que fueran. Comencemos a valorarlos por lo que son, a conocerlos, respetarlos y quererlos añadiendo calidad a este amor, añadiendo conocimiento.

Y ya, desde ese suelo, desde esa seguridad, desde el soporte que nos da el conocer, seguro que las cosas salen bien.