¿El futuro de los cuidados pasa por dar voz a un sector silenciado?
Sin duda. Es muy importante articular un espacio de encuentro entre trabajadoras y familias empleadoras. Fortalecer un espacio propio de las organizaciones del sector, y articular a partir de ahí un diálogo social con todos los agentes implicados: trabajadoras, empleadores, organizaciones feministas y sindicales, y el propio ayuntamiento.
¿En qué términos debe plantearse ese diálogo social?
La experiencia desarrollada en Errenteria es un buen ejemplo. Trabajadoras y familias que se reúnen durante meses para abordar esta realidad, y tras identificar necesidades de ambas partes, se trasladan propuestas a la Administración. Me parece muy importante. Todos y todas debemos ser conscientes de que los cuidados son esenciales para la sostenibilidad de la vida. Es un punto de partida clave. A partir de ahí, siendo conscientes de lo imprescindibles que son los cuidados para el sostenimiento económico y social, es fundamental trabajar la corresponsabilidad.
¿En qué sentido?
Interpela a varios agentes. Al Estado, que debe desarrollar políticas públicas orientadas a mejorar el cuidado digno, y al mismo tiempo políticas que mejoren la calidad de vida de las trabajadoras del hogar. Interpela a las cuidadoras. A las empresas, que tienen que invertir ya que no van a lograr una mayor productividad si sus trabajadoras tienen problemas con los cuidados en sus ámbitos familiares. Es necesaria, también, la participación de las organizaciones de trabajadoras, puesto que los cuidados están sustentados por la labor silenciada de tantas mujeres en el mundo. La sociedad civil debe participar en el proceso, a través de las entidades sociales y ONGs, de la universidad y de los medios de comunicación. De modo que trabajar la corresponsabilidad de los cuidados no solo compete a las mujeres sino a toda la sociedad.
¿Y percibe algún cambio en ese sentido?
Como indican los diferentes estudios realizados durante la pandemia, los cuidados siguen siendo una cuestión de mujeres. Siendo trabajos esenciales, son ejercidos fundamentalmente por mujeres, tanto en el ámbito privado como en el público. Los cuidados son un problema social y no se puede seguir naturalizando como una cuestión de mujeres.
Ha comentado el necesario papel del Estado en los cuidados del futuro. ¿Qué opina del reciente reconocimiento a las trabajadoras del sector del derecho a cobrar la prestación por desempleo?
Hay que tener muy en cuenta que el reconocimiento de la prestación hay que atribuirlo también al esfuerzo colectivo y permanente que han hecho las propias organizaciones de las trabajadoras. Fue el tribunal europeo el que puso en cuestión la discriminación del Gobierno español al no tener en cuenta el derecho al paro de las trabajadoras del hogar.
¿Ese reconocimiento es el resultado de un tirón de orejas de Europa al Estado?
Por supuesto. Por eso digo que ha sido fundamental el papel que han jugado las organizaciones de trabajadoras del hogar. En cualquier caso, no hay que perderse en ese tipo de consideraciones. Es un hito importante, pero a partir de ahora se abre un proceso de seguimiento necesario para asegurar los mecanismos que garanticen el cumplimiento de ese derecho. Es preciso seguir incidiendo en la ratificación del Convenio 189 de la Organización Internacional del Trabajo (OIT) para las trabajadoras y los trabajadores domésticos.
¿Por qué es importante ese convenio para las trabajadoras del hogar?
Porque define y recoge los derechos que se deben garantizar a las personas que realizan esta labor en el ámbito del hogar, entre ellos, la protección por desempleo. El Convenio 189 garantiza que los derechos de las empleadas de hogar disfruten de condiciones equitativas y no menos favorables que las condiciones aplicables al resto de las personas trabajadoras los trabajadores respecto a la protección de la Seguridad Social. Es, por tanto, un marco de referencia internacional que trae consigo mejores condiciones de vida y laborales para las trabajadoras del sector. La OIT advierte de que es necesario hacer consultas a las organizaciones de trabajadoras y empleadoras, algo que debe incluirse en el diálogo social.
En Euskadi hay casi 30.000 trabajadoras del hogar afiliadas a la Seguridad Social, pero hay muchísimas más en situación irregular. ¿Qué pasos cree que hay que dar?
Además de la ratificación del convenio -tan importante porque marca los estándares internacionales-, en el caso de España hay que tener en cuenta que la realidad del sector está vinculada a la Ley de Extranjería. Hace falta resolver esa situación, fortaleciendo los espacios de diálogo social.
Las organizaciones sociales y de trabajadoras vienen denunciando en los últimos años la subcontratación de servicios y la política de recortes en el sector. ¿Qué opina?
Indudablemente, no se puede subcontratar asumiendo el coste en contra de los intereses de las trabajadoras. Si las empleadas de las empresas productivas no cubren sus necesidades de cuidados, ¿cómo van a poder trabajar en condiciones? Las empresas tienen la obligación de desarrollar políticas para la conciliación de la vida familiar, personal y laboral.
¿Pero cómo concilia, por ejemplo, una trabajadora del hogar interna?
En ese aspecto es necesario concienciar también a las mujeres, puesto que muchas desconocen sus propios derechos. Es necesario abrir un proceso de sensibilización, información y formación. Hay que implicar a todos, en el que participen también medios de comunicación. Hace falta una interpretación sencilla de las leyes para que sus trabajadoras tomen conciencia de sus derechos.