Como decía el actor y cantante francés Maurice Chevalier "la vejez no es tan mala si considera uno la alternativa". Cumplir años es inevitable y, aunque es un lujo, envejecer tiene consecuencias que afectan a nuestra salud y a nuestra estética.
Aunque no podemos parar el tiempo, sí que podemos retrasar los efectos del envejecimiento o hacerlos menos visibles. La dieta, el ejercicio físico y un estilo de vida saludable pueden ayudar a mitigar la huella que va dejando la edad en nuestro cuerpo.
Frente a ellos, el estrés se presenta como un enemigo peligroso y silencioso para nuestra salud. Vivir en un estado de permanente angustia puede acelerar nuestro envejecimiento sin que le demos importancia y sin que, ni siquiera, nos demos cuenta.
Como respuesta al estrés, nuestro cuerpo aumenta de forma automática la presión arterial, la frecuencia cardíaca, la respiración, el metabolismo y el torrente sanguíneo que llega a los músculos para reaccionar rápidamente a esa situación de fuerte presión.
En ese estado, todo nuestro organismo se verá afectado: el aparato digestivo (dolores de estómago o diarrea), el sistema inmunitario (más propensos a padecer infecciones), el sistema nervioso (puede provocar depresión, ansiedad, angustia y demencia) y el corazón (aumentará el riesgo de sufrir un ictus o un infarto).
Insomnio, agotamiento, dolor de espalda, tortícolis, dificultad para respirar, problemas de relación y pérdida o aumento de peso son otras señales de que algo no va bien.
Todos estos efectos que el estrés provoca en nuestro organismo tendrán su reflejo en nuestro físico y nos pasarán factura en el pelo, en la piel e incluso en la forma del rostro.
A continuación, diez cambios que provoca el estrés en el organismo.
1- Canas. Vivir en tensión va poblando nuestra cabeza de canas, ya que se detiene la producción de melanocitos en los folículos pilosos, el cabello ya no produzca pigmento y se vuelva blanco.
2- Alopecia areata. El estrés genera este tipo de alopecia que se manifiesta como una especie de parches de calvicie en cualquier parte del cuerpo, incluso en la cabeza o en la barba.
3- Acné. El estrés estimula la producción de hormonas como el cortisol, que aumenta la expulsión de grasa en la piel, o los andrógenos, que generan muchas espinillas.
4- Piel menos luminosa. El flujo sanguíneo se ralentiza y los nutrientes dejan la piel del rostro para ir a los músculos que necesitaremos para responder a la situación que nos estresa.
5- Piel más flácida. La ralentización del flujo sanguíneo causará deshidratación en la piel y escasez de nutrientes en determinadas zonas, lo que llevará a producir flacidez.
6- Piel seca. El cortisol puede obstaculizar la elasticidad de la piel y la retención de agua, deshidratando así tu dermis. Los nutrientes que mantienen húmeda la piel se trasladan a otros músculos del cuerpo.
7- Piel enrojecida. El estrés es clave en enfermedades inflamatorias que causan enrojecimiento de la piel. También está relacionado con dolencias como el eccema o la psoriasis.
8- Mandíbula más ancha. Tras una larga temporada haciendo rechinar los dientes suele generarse un aumento del tamaño de la mandíbula.
9- Bolsas y ojeras en los ojos. La ansiedad no nos dejará dormir bien de noche y día tras día iremos acumulando un agotamiento que se verá reflejado en nuestro rostro.
10- Envejecimiento acelerado. El estrés causará un envejecimiento prematuro del conjunto del rostro lo que hará que nos veamos y nos vean mayores de lo que somos.
Por todo esto, y para evitar un envejecimiento prematuro, no podemos descuidar la alimentación, el descanso y el ejercicio físico. Reforzar la autoestima, gestionar los tiempos en el trabajo, buscar soluciones a los problemas y fomentar las relaciones sociales también te hará sentirte mejor. Si aún así te sientes desbordado por la situación no dudes en consultar con un especialista que será quien mejor te pueda ayudar.