En el mismo momento en el que los Miura superen hoy la cuesta de Santo Domingo, si todo le va tan bien como hasta ahora Javier Muñoz, El Boti, ya estará descontando los días para los Sanfermines del año próximo. “Soy muy disciplinado, y el 15 de julio ya estoy entrenando”, decía ayer. “Para mí no hay vuelta atrás, ya tengo la mentalidad puesta en 2023. Y me cuido. Al encierro me gusta ir serio y preparado para hacerlo bien”, defiende este veterano y menudo corredor –1,60 y 62 kilos– de 64 años.
El Boti lleva siete días montado “en una auténtica nube. Me están saliendo las cosas, estoy disfrutando, y después de tres años el reencuentro con la gente, con la cuesta... Es un sueño cumplido, porque no pensaba ni correr, a nivel personal y por la familia”, explica. Debutó en los encierros hace ya medio siglo, en 1972. Los cinco primeros años en Estafeta, y desde entonces siempre en Santo Domingo. “Para mí esto significa mucho, me gusta correr el encierro, me gusta este trazado, disfruto muchísimo, se me da bien y es lo que me hace tirar para adelante. Si mañana –por hoy– sale bien el último encierro, el año se me va a hacer corto porque voy a estar pensando en la semana que he vivido. Y me vale con eso. Nada más que esos 15-20 segundos de cada encierro. Eso me da la vida, me hace llevar las cosas de otra manera porque he estado una semana donde he querido, donde he disfrutado y donde creo que me merezco estar”, defiende. “Cuando se iba acercando la fecha no me lo podía ni creer, y cuando me empecé a vestir de blanco empecé a llorar”, recuerda.
La avería de 2019
Para un amante del encierro dos años consecutivos sin su dosis de adrenalina se hacen larguísimos. Pero es que además Javier se perdió tres cuartas partes de los encierros de 2019. Porque el 8 de julio, con toros de Cebada Gago, un cabestro le mandó al suelo y le pisó después. Necesitó 16 meses de recuperación. “Es que me rompí el cráneo por cuatro partes, tres delante y una atrás. Fue complicado. Se empezó a alargar la recuperación, y la cabeza, y mareos, y la médula, perdí el equilibro, la estabilidad, me tropezaba... La cabeza tiene que evolucionar. Los primeros seis meses fueron un calvario, en la cama 12-14 horas al día porque no me podía levantar, con una sensación de malestar, mareos, vómitos. Mal, mal”. Tras un seguimiento exhaustivo, neurólogos, escáner y resonancias, Javier ha vuelto a ser El Boti en Santo Domingo.
Su vida no es sencilla. Se encarga diariamente del cuidado de su padre y de su madre, con los que vive. Sin vacaciones ni días libres. Por eso el encierro le sirve de vía de escape y se aferra a un San Fermín que lleva tatuado en la espalda y que bendijo el párroco de San Lorenzo. Como todos los años, el día 6 de julio, en cuanto suena el Chupinazo, se encomienda al Santo. “Voy a llevarle la ofrenda y pongo ocho rosas, cuatro blancas y cuatro rojas, para cada día del encierro. Es un momento que no lo cambio por nada, de intimidad, de soledad, de pedir, de rezar, de llorar... de muchas cosas que te pasan por la cabeza”. Y siempre antes de comenzar el encierro, bajo la hornacina y coincidiendo con los cánticos al Santo, por tres veces El Boti se santigua tres veces y besa otras tres veces tres su medallas, una de San Fermín y otra de San Francisco Javier. Es su ritual.
Opina que acertó siendo creyente “porque a mí creo que alguien me ha ayudado siempre”. Por ejemplo, cuando el 16 de agosto del año 2000 casi no lo cuenta en un encierro de Tafalla. “Tuve un enganchón y el toro me partió por la mitad. Estuve en la UCI, con la lengua partida, 80 días con collarín, diez costillas rotas, la pleura, el pulmón... me destrozó. Y me he agarrado a esto porque creo que hay algo”. Siente especial devoción por “San Fermín, la Dolorosa y el Cristo Alzado de San Lorenzo. En el momento que entro a esa iglesia, la lágrima al suelo. Significa mucho para mí, me ha ayudado en momentos muy complicados”.
Bajando al mundo terrenal, destaca el apoyo de un corredor de Santo Domingo al que ha pedido consejo y, sobre todo, el de su hermana Fátima, la que le anima a correr porque, aunque ella sufra cada mañana, sabe que ahí es donde El Boti es feliz. “Es mi punto de apoyo, la referencia que tengo en el día a día”, comenta agradecido.
Los cambios en la carrera
Este experto corredor valora positivamente los dos principales cambios del encierro este 2022; adelantar 10 metros la línea a partir de la cual se pueden colocar los mozos en Santo Domingo, y la presencia de los cabestros de Macua en vez de la ganadería de El Uno. “Bajar diez metros más para mí fenomenal, ha sido un acierto. Excepto el sábado que fue una guerra, que casi ni subí la cuesta del pánico porque estaba lleno de corredores. Y con los cabestros ya no es lo de antes, ha mejorado la cosa. Cabestros tiene que haber, el toro tiene que estar lo más arropado posible. Yo entiendo a los pastores. Si desde abajo vienen ya mal los toros por delante, hasta que lleguen al callejón puede pasar de todo. Claro, yo quiero que vayan toros por delante, pero me quito en Santo Domingo y quedan 800 metros de carrera. La cosa ha mejorado y se siguen haciendo cosas positivas”, opina.
Muñoz es el primero entre los primeros. Se coloca en la misma línea roja para ver a los toros llegar. “He corrido en todos los tramos de Santo Domingo, llegué a bajar a sacarlos del corral cuando no había barrera”. Cambiaron la hora, la cosa se empezó a masificar y bajó “porque no veía a los toros y no había forma de hacer carreras. Por eso me he quedado ahí, el primero en la fila, porque si no ni los veo. Y por lo menos así puedo memorizar lo que viene por delante”, destaca.
Dice que este año se siente “más fuerte mental y físicamente que nunca” y reconoce que “para rato pensaba, cuando bajé la cuesta el 7 de julio, acabar como voy a acabar si Dios quiere mañana. Era impensable. Ha merecido la pena. Y he hecho cositas que me han gustado, han salido... Va todo en cadena, un año sale redondo y otro igual todo mal. Lo de este año lo puedo enmarcar. No puedo creerme que no haya ido ningún día al suelo, que es lo más normal por el cuerpo que tengo. Y no le puedo pedir nada más a la vida. Tengo que decirle a San Fermín, gracias de corazón por estar ahí conmigo este año”.